Félix Población
Adrián Barbón, presidente del Principado desde 2019, ha decidido en el quinto año de su gestión como tal que no acudirá a la basílica de Covadonga el próximo 8 de septiembre, festividad del Día de Asturias, coincidente con la festividad religiosa. Habría que celebrarlo si con ello la autoridad civil se desmarcara de una ceremonia religiosa y una fecha que, como tal, nunca debió ser elegida para representar el día de la comunidad autónoma, pero Barbón ha optado por justificar su ausencia en razón a los denuestos y prédicas de carácter ultramontano que el arzobispo Sanz Montes prodiga en cada celebración bien sea contra el Gobierno de España, el feminismo o la agenda 2030: No quiero que mi presencia sea la excusa perfecta para generar crispación y tensión, algo que no va conmigo, ha dicho Barbón, estimulado acaso por la postura de Lastra, la delegada del Gobierno en Asturias. Siendo así, podría argüir cualquiera que no estuviera de acuerdo con la presencia del presidente del Principado en la basílica, no se entiende que durante los cuatro años anteriores repitiera esa presencia sin que el retrógrado prelado mostrase el menos un razonable ánimo de enmienda, antes bien al contrario. Falta saber ahora la prédica que estará esbozando ya el arzobispo ante la anunciada ausencia de la máxima autoridad regional. Lo que sí está garantizado es que con toda seguridad será más noticiosa que las precedentes, porque si al barbado prelado franciscano le gusta hacerse notar en presencia del barbado Barbón, cabe pensar que su ausencia lo incitará a una prédica aún más afilada de crítica y puede que hasta de despecho. Podría argumentarla en la reconquista nacional-católica de Covadonga, pues pensamiento y verba fecunda en esa materia no le faltan y cuadran con un lugar en el que, históricamente y en nuestro tiempo, la ultraderecha convocó mítines y comienzos de campaña electoral.
DdA, XX/5.755
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