sábado, 20 de julio de 2024

LA SELECCIÓN ES UNA FOTO EN LA QUE SE CUELA Y NORMALIZA LA ESPAÑA REAL

Al final de su excelente artículo en Nortes, obligada y gustosa lectura semanal para este Lazarillo, Enrique del Teso se refiere a la cutre y delirante celebración de la Eurocopa que tuvo lugar en la Plaza de Cibeles de Madrid, no tanto por la actuación de los vencedores sino por las largas horas de emisión que se le dedicaron al evento, con un alcalde y una infanta borbónica  gritando ¡Gibraltar español! No se qué dirían las generaciones que nos precedieron y ya no están , pero estamos asistiendo a un atontamiento general de la sociedad muy costoso de imaginar. Es de esperar que las horas de transmisión dedicadas a unos estupendísimos futbolistas haciendo el canelo en un escenario, queden olvidadas en un discreto rincón de los archivos de nuestra televisión pública. Me parece que la mayor parte de la ciudadanía adulta, después de haber disfrutado de lo lindo con el fútbol de estos jóvenes, no se merecía un espectáculo así, especialmente por parte de algunos de ellos. Me gustaría pensar que hasta ellos mismos se arrepentirían de su papel si volvieran a verse, pero tengo mis dudas.


Enrique del Teso

Godwin dijo que cualquier discusión en línea acaba introduciendo siempre una comparación con Hitler o los nazis. Su intención era buena. No solo quería prevenir contra argumentaciones tramposas sostenidas en comparaciones excesivas. Quería que no se invocara el mal en vano. Lo primero que aprendió Harry Potter en Hogwarts es que allí no se pronunciaba el nombre de Voldemort. Allí era por miedo. Igual que un pensamiento impuro puede producir excitación sexual real, la evocación del mal puede producir un terror real que puede parecer una alfombra para el retorno del ser maligno. Invocar el mal en vano tiene la consecuencia de banalizarlo. Cuando se dice que la talla 32 es el burka de las mujeres de occidente, no aumentamos el voltaje de la denuncia contra las firmas de costura, sino que invocamos el mal en vano. Además de no diagnosticar correctamente la vileza social de las firmas de alta costura, se trivializa la maldad insuperable de borrar la identidad, la individualidad y hasta el nombre de la mitad de la población. Se ve a simple vista que la invocación del mal es constante en este momento político y no es inocente. Ni es algo que estén haciendo «los políticos». No hay polarización en «la política». Son las derechas. El ciclo hiperbólico de ver al maligno en cada cucharada empezó con la Iglesia. Aznar y MAR lo normalizaron en la acción política y, como la levadura, se hinchó hasta los niveles tóxicos actuales. Se tira de terrorismo con frescura. Se hacen rezos delirantes en Ferraz. Desfilan expresiones como dictadura, pucherazo, liberticida, Venezuela, enemigos de España, comunismo o gobierno ilegítimo con total desenfado. Occidente está en juego en la normativa de tapones de botellas. La derecha, no la política, no unos y otros, la derecha, nos quiere en alarma de incendio. Con buen juicio Pablo Batalla habla de un momento Dreyfus, todo lo simboliza todo, todo está en juego en cada cosa.

La politización se mastica en los vozarrones de los chigres, en la digestión de éxitos deportivos o en el escudriño de los pestañeos del Rey. No es una saludable participación generalizada en la vida pública. Es odio, es gente retando a sus vecinos. Cada bandera puesta en cada balcón es el anuncio de algún caballero andante patrio dispuesto a entrar en fiera y desigual batalla contra los desaforados gigantes rojos que mueven sus brazos de dos leguas en el empeño de destruir España. La democracia es un conjunto de automatismos, una ingeniería social que garantiza sufragio popular, dispersión de poderes, contrapesos institucionales y protección de derechos y libertades. La democracia depende de que todo eso sea en buena medida automático, y no voluntad de algún individuo. Por eso la gente no está permanentemente involucrada en la política, porque en lo esencial la política es institucional, va sola. El que esté la política en todo solo indica que se quiebran esos automatismos, que la población está crispada y distraída de los problemas reales.

La democracia depende tanto de alternancias como de permanencias, tanto de que se pueda elegir como de que no todo esté en juego, que sea aceptable perder porque el que pierde no lo pierde todo. Todo el mundo finge aceptar esto. Pero es evidente que las derechas llaman política, ideología o adoctrinamiento a la afirmación de derechos inherentes a las democracias liberales y llaman imposición liberticida a la obligación de respetar derechos inherentes a las democracias liberales. Carla Pereyra, dueña de millonarios negocios inmobiliarios con su marido, el Cholo Simeone, dice no meterse en política, pero que los gobiernos de los últimos 25 años arruinaron Argentina, que hay que acabar con «la cultura del subsidio» y que hay que aguantar por el cambio (de Milei). Nada de política. Y Dani Carvajal se mantiene «al margen de su ideología política» cuando Mbappé pide movilizar el voto contra la ultraderecha o cuando estalla la indignación por las machistadas de Rubiales. Y así, al margen de su ideología, se deja ver de juerga con Vito Quiles, justo después de que pusiera en X una foto de Nico y Lamine con el texto «¿Pero qué selección es esta? Parece una broma de mal gusto». Carvajal cree que el racismo es apolítico. Y su numerito con el diablo Sánchez también fue al margen de su ideología. Por supuesto, tan ideológico fue eso como el llamamiento de Mbappé. Y tan ideológico es llamar estercolero multicultural a la gente que vive en el barrio de Rocafonda (insisto, a la gente; dejen de decir «al barrio» como si se dijera esa bajeza de las piedras), como que Lamine festejara su gol haciendo con los dedos el 304 de su código postal. El pequeño detalle es que el fascismo y el antifascismo no están en el mismo plano moral. No ser racista es moralmente superior a serlo, no ser machista es moralmente superior a serlo, no ser homófobo moralmente superior a serlo. Ser antifascista es moralmente superior a ser parte del, esta vez sí, estercolero fascista.

Mucho disfruté del triunfo de la selección y lo que disfrutaré. Da igual cuántos garrulos consigan juntar en la selección española que crean que yo no soy español por rojo o que Nico no lo es por negro. No importa con cuánta firmeza crea Luis de la Fuente que el feminismo es el peor problema de España. La selección es del país, ellos solo son los empleados. Y si el país les parece un estercolero y les ofende su olor, da igual, no a todo el mundo le tiene que gustar su país. Si a los fachas no les gusta España, que soplen. Al margen de su ideología y nivel mental, la selección es una foto en la que se cuela y normaliza la España real, no la de Isabel y Fernando. No nos despistemos de la celebración. Cuando se repite «España» muchas veces por unidad de tiempo, cuando se juntan muchas banderas nacionales durante mucho tiempo, pasa lo que pasa en todas partes cuando se sobreactúan los símbolos nacionales. La onomatopeya va sustituyendo al razonamiento y la legítima explosión de entusiasmo va degradándose en estruendo palurdo. Un poco de bandera y otro poco de desinhibición cutre y enseguida el facherío se siente la soldadesca de Blas de Lezo y quiere conquistar Gibraltar. Luis de la Fuente añade el topicazo de la meritocracia, el esfuerzo y el talento. Es la monserga con la que las derechas quieren convencernos de que el que vale y se esfuerza llega, que el que no llega y deambula por esos estercoleros multiculturales es que no se esfuerza, que los ricos no nacen ricos, que los ricos lo son partiendo de cero y esforzándose, y que no pagan impuestos porque aquí no somos comunistas y no van a financiar la sanidad de los que son pobres por no esforzarse. Y no puede faltar Almeida para subir el nivel de caspa y zafiedad y rugir también por Gibraltar.

No nos despistemos tampoco de cómo salieron de la celebración deseos de felicidad y de vivir en un país seguro (sí, Carvajal). Cuando se inventan problemas o se sobredimensionan problemas, no se buscan soluciones. España es de los países más seguros del mundo, no hay hordas de ningún color aterrorizando a la población. Por mucho que insista la publicidad de aseguradoras y Ana Rosa, no hay problema de ocupaciones. Las cifras son bajísimas y casi nulas cuando hablamos de pisos habitados. No hay alarma migratoria, estamos por debajo de la inmigración asimilable para nuestras necesidades económicas y también para nuestra humanidad y decencia. Cuando se inventan o sobredimensionan problemas, se miente para ocultar y para distraer. Se miente para disfrazar el racismo de defensa a ataques imaginarios y para disfrazar la injusticia social de justa consecuencia de los méritos de cada uno. Se miente para que los bancos y fondos de inversión maltraten a los inquilinos haciendo creer que el problema es de ocupación y no de abuso. La sobrecarga de banderas y nación no busca unidad y acuerdo, sino ruido y movilización gamberra descerebrada. Muchos espumarajos salieron de la delirante y cutre celebración, más cutre y delirante por la incomprensible cobertura maratoniana de TVE. Por supuesto que seguiré viendo fútbol y a la selección. Como Carvajal, no me dejo llevar por la ideología.

NORTES   DdA, XX/5.711

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