Tenemos ya unos resultados parciales de las elecciones en Venezuela que según el Consejo Electoral Nacional dan la victoria por siete puntos a Nicolás Maduro frente a su adversaria María Corina Machado, pero el relato mediático del fraude estaba en marcha desde hace semanas, así como la publicación de encuestas que daban la victoria a la candidata opositora, en contra de los datos que manejaban otras fuentes muy a favor de Maduro, según nos contaron desde aquella república Ignacio Ramonet y Juan Carlos Monedero. Tal como se dice en este editorial, el fraude electoral o el lanzamiento de bulos al respecto según estampa mi amigo Noguera en una viñeta -ahora que estamos en tiempo de olimpiadas- seguirá rodando por las informaciones o desinformaciones a las que estamos acostumbrados en España, con titulares muy significativos en el día de la fecha, sin presentar pruebas que lo demuestren, pero esta vez con la neutralidad inesperada de la actual vicepresidenta de Estados Unidos y posible candidata del Partido Demócrata a la Casa Blanca. Ayer se hizo valer la madurez en las urnas en Venezuela, mediante un sistema garantista y democrático que no admite ninguna duda. Más de 900 observadores internacionales lo avalan.
EDITORIAL
En Venezuela, las tres principales narrativas de la oposición local, la derecha internacional y grandes las corporaciones de prensa, se dieron un duro baño de realidad. Ni la violencia generalizada en los comicios presidenciales, ni el fraude oficialista tan anunciado, ni la apabullante victoria del antichavismo, estuvieron ni cerca de constatarse en la realidad.
La votación en las 20.036 mesas dispuestas en el país se desarrolló con toda tranquilidad. El sistema electoral venezolano volvió a demostrarse confiable y eficaz, como pudieron atestiguar 910 observadores internacionales de 107 países de todo el mundo. Y la victoria de Nicolás Maduro sobre Edmundo González, con los resultados parciales ofrecidos por el Consejo Nacional Electoral, sería de medio millón de votos y siete puntos porcentuales.
Otra vez, la derecha más errática y menos perspicaz de toda la región acaba por desilusionar a propios y extraños. Los sectores más belicosos y extremistas del antichavismo, encarnados en la figura de la líder opositora María Corina Machado, vuelven a evidenciar por qué sostuvieron tantos años de abstencionismo crónico: por el simple hecho de que son incapaces de reunir los apoyos mayoritarios de la sociedad venezolana. Ni siquiera frente a una fuerza política naturalmente desgastada por 25 años de gobierno, el impacto de 926 sanciones económicas y el elevado costo social que implicó liberalizar la economía para vencer el desabastecimiento y la hiper-inflación.
Quizás la primera señal de la soledad del maría-corinismo haya sido el sugestivo mensaje publicado por Kamala Harris en la red social X. Con una neutralidad inesperada, la candidata presidencial del Partido Demócrata llamó tempranamente a “respetar la voluntad del pueblo venezolano” y a “seguir trabajando por un futuro más democrático, próspero y seguro”. Para el buen entendedor, se trató de un llamado a desescalar todo tipo conflictividad, restando apoyo público a cualquier tipo de aventura callejera como las promovidas en el pasado.
Cabe recordar que el establishment estadounidense afronta su propio y accidentado proceso electoral, y que aún carga con el cadáver insepulto del autoproclamado presidente Juan Guaidó, resabio de la última estrategia fallida de las élites venezolanas para acceder al poder esquivando el camino de las urnas. Sin embargo, algunas figuras emblemáticas de la derecha latinoamericana no dudaron en asumir una postura más confrontativa que sus propios pares venezolanos, invitando a desconocer los resultados, asediando embajadas, e incluso convocando a la rebelión militar.
La narrativa de fraude está en marcha desde hace semanas, y seguirá rodando, sin la necesidad aparente de presentar pruebas y de contrastarla con la realidad. El libreto es tan viejo como la polarización venezolana, que sigue gozando de buena salud. Como sea, aunque ya muy lejos de sus tiempos heroicos, el chavismo prolongará, un sexenio más, la hegemonía política más duradera en lo que va de este siglo latinoamericano y caribeño.
DIARIO RED DdA, XX/5.721
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