jueves, 6 de junio de 2024

LA HISTORIA PARTICULAR DE MANUEL VICENT


Félix Población

Un libro firmado por un reputado profesional del periodismo tan corrido como Manuel Vicent y que promete ser una mezcla de autobiografía y ficción, tiene comercialmente todos los atractivos que corresponden a uno de los mejores columnistas del último medio siglo en España. 

Siendo tan dilatada, además, la carrera periodística del autor, defrauda un poco, aunque no manejé esta vez el texto en papel sino en formato digital, que la obra apenas sobrepase las 160 páginas, aun sabiendo que Vicent maneja una prosa muy directa, exenta de dibujos. Como lector, y también como compañero que fui del escritor en un semanario hace muchos años -antes de que colaborara en El País-, pensaba que puesto a hacer memoria Manuel Vicent iba a extenderse algo más en una obra de este carácter. He llegado a pensar, por eso, que ha eludido voluntariamente hacerlo por alguna razón que ignoro.

Confieso haberme sentido decepcionado por el sobrevuelo muy de pasada que hace de su niñez y primera mocedad. Como ciudadano nacido en un año tan fatal como 1936, esperaba más de esas primeras décadas en esas primeras páginas, a las que quizá el autor no le quiso conceder más profundidad de campo. El libro, con la llegada de su protagonista a Madrid, gana en interés y es especialmente grato de leer cuando Vicent hace de cada capítulo una elaboración literaria muy similar a la de sus enjundiosas columnas de la última página en el diario El País, las que les valieron la merecida y justa nombradía de que goza. Son también destacables aquellos capítulos en la que glosa sus vivencias y experiencias viajeras, sobre las que también tienen conocimiento los lectores del citado periódico. 

Las últimas líneas de esta Historia particular nos dan del autor la imagen de un viejo  al que "una cólera larvada ha convertido en un sujeto lleno de dudas. Solo que en medio de su confusión política e ideológica a veces recuerda a aquel niño que iba a la escuela con la cara bien lavada, tan limpio, tan puro, tan lejano. Y se le saltan las lágrimas". Habría sido deseable que, en honor a ese niño del que tan poco ha querido hablar el autor -quizá por habitar esa etapa vital en el olvido-, la editorial hubiera diseñado una portada menos cursi que la  ofrecida, cursi donde la haya, y nada en consonancia con el estilo del escritor valenciano.

PS. Puestos a elegir una portada más acorde, sería la de la fotografía que acompaña a esta reseña, con la que se sienten identificados varias generaciones de españoles porque fuimos muchos los que pasamos por ese pupitre nacional-católico.

DdA, XX/5.673

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