jueves, 27 de junio de 2024

JULIAN ASSANGE Y LA VICTORIA DE LA PRESIÓN PÚBLICA CONTRA ESTADOS UNIDOS

Como se dice en este artículo con sobrada razón y fundamento, el entorno de WikiLeaks y la familia del exdirector de la plataforma de comunicación atribuyen la victoria de Julian Assange a la presión pública y a la intensa y extensa movilización internacional en múltiples frentes a lo largo todos estos años pasados, con un recuerdo especial, en este caso, para sus padres y esposa. Esto es algo que debería resaltarse ante causas que parecen perdidas de antemano o pretenden que creamos perdidas.  Se trata, ni más ni menos, de una victoria política sobre Estados Unidos, que con el acuerdo firmado ha pretendido guardar las apariencias para que esa derrota no sea tan notoria. Este Lazarillo, sin embargo, de ser Assange, se cuidaría muy mucho de descuidar su seguridad personal a partir del momento en que su libertad sea efectiva, porque los tentáculos de la CIA son tan poderosos como para que esa gozosa y merecida libertad del periodista australiano, que figurará para siempre en las páginas más dignas y honrosas de la profesión, pueda sufrir cualquier día un fatal accidente. Supongo que nadie como él y los suyos para tener conciencia de esto desde el momento en que Julian Assange salió de la cárcel londinense.(Léase el editorial Las lecciones del caso Assange).



Lourdes Gómez

Julian Assange embarcó en el aeropuerto londinense de Stansted, en la tarde del lunes 24, en ruta hacia Australia, donde le aguarda su esposa Stella, sus dos hijos pequeños y el resto de la familia. El fundador de WikiLeaks emprendió el largo vuelo hacia la libertad tras alcanzar un acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos, que perseguía su extradición del Reino Unido para juzgarlo por la publicación de informes confidenciales sobre aparentes crímenes de guerra y abusos diplomáticos de Washington. “Será un hombre libre en cuanto el juez firme el pacto en jurisdicción estadounidense”, afirmó Stella a la BBC, esperanzada y eufórica de alcanzar el final del túnel.

Este junio se cumplieron doce años desde que Assange pidió asilo en la embajada de Ecuador en Londres, y más de cinco desde su violenta expulsión de la legación latinoamericana para ser encarcelado en la prisión de máxima seguridad de Belmarsh, al sureste del Támesis. Días después, Estados Unidos reclamó formalmente su entrega. Desde entonces se habían denegado todas las peticiones de libertad cautelar formuladas por la defensa ante las distintas instancias de los tribunales británicos. En el intervalo, Suecia archivó sin presentar cargos la investigación de las acusaciones de violación y abuso sexual vertidas por dos mujeres contra Assange.

Su crucial comparecencia judicial se prevé para el miércoles 26 en las Islas Marianas del Norte

Ahora marcha hacia la libertad en un viaje escalonado. Subió al avión con paso firme y buen aspecto físico, según imágenes difundidas de la salida en Stansted, y este martes aterrizó en Bangkok, en una escala probablemente técnica. Su crucial comparecencia judicial se prevé para el miércoles 26 en Saipán, la capital de las Islas Marianas del Norte, que fue colonia española y está bajo jurisdicción estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial. Los detalles del acuerdo extrajudicial se harán públicos una vez que lo rubrique el juez estadounidense y no haya margen para falsas maniobras. Stella, abogada de formación, experta en casos de Derechos Humanos y asesora legal de su marido, evitó pronunciarse al respecto en su entrevista con la BBC.

Por lo pronto, el Alto Tribunal de Inglaterra y Gales ha confirmado que ambas partes sellaron el 19 de junio un pacto de admisión de culpabilidad y reducción de la condena. Assange habría aceptado su responsabilidad en un delito de obtención y divulgación de documentos de interés para la defensa y seguridad nacional de Estados Unidos. A su vez, Washington reconocería los cinco años que ha estado encarcelado en el penal de máxima seguridad de Londres como castigo cumplido. La imputación oficial abarca una presunta ofensa de pirateo de sistemas informáticos del Pentágono y 17 supuestos delitos de acceso y difusión de material que desvela aparentes crímenes de guerra de militares y operarios estadounidenses en Irak y Afganistán, entre otros abusos internacionales. Los cargos se penalizan con hasta 150 años en prisión.

“El acuerdo es un mecanismo de Estados Unidos para guardar las apariencias y salvar su honor”, señala a este medio John Rees, cofundador y coordinador en Londres de la campaña en contra de la extradición del cerebro de WikiLeaks. El veterano activista resta importancia a la admisión de culpa aceptada en el acuerdo y anticipa que “lo que recordará la gente dentro de diez años es que Julian Assange quedó en libertad cuando Estados Unidos pretendía extraditarlo y encerrarlo en una prisión de máxima seguridad”.


“Estados Unidos ha sido derrotado políticamente. Quiso extraditarle y ha fracasado debido a la campaña popular por su liberación”, remarca. El entorno de WikiLeaks y la familia del exdirector de la plataforma de comunicación atribuyen la victoria a la presión pública y la movilización internacional en múltiples frentes, desde intervenciones ante parlamentarios y senadores, a manifestaciones y protestas urbanas, expresiones artísticas y contribuciones constantes a las oleadas de microfinanciación que todavía ayudan a sostener la campaña.

El equipo de WikiLeaks y de múltiples oenegés lidiaron con muros de oposición en Reino Unido, Estados Unidos, Australia y Suecia, los cinco países inicialmente involucrados, y una corriente de opinión que arrancó contraria a Assange. Lograron virar el foco de atención de la personalidad del perseguido para centrarlo en una causa universal y urgente en defensa de la libertad de prensa y el derecho a conocer la verdad. El cambio de gobierno en Canberra, con la entrada del primer ministro laborista Anthony Albanese, dio un giro de tuerca a la negociación política con Washington y Londres. Por último, el triunfo judicial del pasado mayo, cuando el Alto Tribunal inglés permitió presentar un recurso contra la extradición sustentado en las dudas sobre las garantías ofrecidas por Estados Unidos para salvaguardar los derechos constitucionales de Assange en un juicio en materia de seguridad nacional.

Rees considera que la admisión de culpa de un delito de difusión de información estatal no supone un riesgo para la libertad de expresión y la persecución extraterritorial de periodistas. “No lo es porque (Estados Unidos) ha fracasado esta vez y no se atreverá a hacerlo de nuevo durante mucho tiempo. Siempre fue una batalla política y la ha perdido”, puntualiza. Por su parte, Stella indicó a los medios que Assange solicitará el perdón presidencial, aunque lo más prioritario será “recuperar la salud, estar en contacto con la naturaleza, tener tiempo y privacidad para abrir el nuevo capítulo” en su vida familiar. El matrimonio nunca ha convivido en un espacio plenamente libre y los niños, de 5 y 7 años, solo han conocido a su padre en el claustrofóbico ambiente de la cárcel de Belmarsh.

CTXT  DdA, XX/5.691

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