Lazarillo
Leemos hoy en El Diario, a propósito del resultado de las elecciones autonómicas celebradas ayer en Cataluña, en las que el Partido Socialista obtuvo (con un buen candidato) una histórica victoria -por rotunda- y salió derrotado el bloque de partidos independentistas con una pérdida global de 700.000 votos: "Las lecciones de esta historia son bastante claras, para los que las quieran aprender. El independentismo se disparó con Mariano Rajoy, el 155 y los porrazos del 1 de octubre. Creció con la confrontación y con el ensañamiento judicial. Que hoy el independentismo haya perdido la mayoría es consecuencia directa de la mano tendida y el diálogo, que ha puesto en evidencia las contradicciones del proyecto independentista y ha restado eficacia a su discurso victimista". Había unos datos que permitían intuir el dictamen de las urnas: el número decreciente de asistentes a la Diada en los últimos años, con un descenso de manifestantes del 23,3 por ciento el año pasado con respecto al anterior, y -sobre todo- los datos del Barómetro de Opinión Pública de Cataluña en 2023, publicado el pasado verano por el Centro de Estudios de Opinión (CEO) de la Generalitat: el 52,5 por ciento de los encuestados se oponía a la posibilidad de que Cataluña se convirtiera en un Estado independiente, frente a un 41,8 por ciento que se mostraba a favor. La conclusión podría ser: ¡Tanto follón para llegar a esto...! O también ¿no sería ahora el momento de que la política en Cataluña y en el conjunto de España deje ese lastre para ocuparse de asuntos más sustanciales para el común? Me temo que no.
DdA, XX/5.642
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