lunes, 22 de abril de 2024

BNG, BILDU Y ERC, ESA ES LA IZQUIERDA QUE SUMA EN GALICIA, EUSKADI Y CATALUÑA

 Con los resultados habidos en el elecciones autonómicas en Galicia y los que ayer se dieron en Euskadi, cabe esperar que lo que suceda en Cataluña sea un aglutinamiento del voto de izquierda en Esquerra Republicana, con los que Sumar y Podemos o sus equivalentes quedan reducidos a la irrelevancia en las nacionalidades históricas y a la insignificancia en Andalucía, donde se pasó de 18 a 5 escaños. Con esos precedentes, no se puede ser muy optimista con vistas a las elecciones europeas del mes de junio, con ser esos comicios tan importantes para de algún modo dar una respuesta contundente en las urnas ante el bochornoso papel que está jugando la Unión Europea en el genocidio palestino. Sólo Podemos representa una clara oposición a esa barbarie, pero me temo que, por necesaria que sea su voz, no tendrán suficiente fuerza sus votos. 

 

Gerardo Tecé

El PNV seguirá gobernando Euskadi otros cuatro años. Y no por falta de alternativas para conformar nuevas mayorías, sino por descarte. Descartado queda un posible pacto PNV-Bildu en el que las dos fuerzas soberanistas y ganadoras de las elecciones se repartan el gobierno vasco. No estamos en lógicas soberanistas, sino de competición interna. Descartado queda también un pacto de izquierdas en el que el PSE abra la puerta a un lehendakari de Bildu. Lo que a Pedro Sánchez le vale para España –sacar votos hasta de debajo de las piedras para hacer políticas de progreso– no le vale para Euskadi. Mucho follón con Ana Rosa y los suyos. Así que nos queda el pacto de la inercia. Un gobierno del PNV facilitado por el PSE. Un gobierno que no será progresista ni tampoco soberanista. Ni será chicha ni será limoná. Es decir, un gobierno que no le complique la vida a un Sánchez que los martes es valiente y los miércoles ya no tanto, a la espera de qué sucederá el jueves. Los vascos seguirán bajo un gobierno conservador y el PNV seguirá siendo socio fiel del PSOE en España. Quizá habría que revisar el concepto de fidelidad. ¿No será más fiel aquel que, a pesar de quedarse sin la lehendakaritza, no amenaza con retirar su apoyo parlamentario en Madrid? Que Bildu tenga tan claro que no se mercadea con las cosas del comer, ni en Madrid ni en Vitoria, quizá sea una de las claves de su éxito.

El éxito se mide en cifras. 341.735 votos en Euskadi para Bildu. Una derrota social de la derecha política y mediática, teniendo en cuenta que ésta lleva años asegurando por los campos de Castilla que Bildu es ETA, es decir, terrorismo. Más de trescientos mil votos a la izquierda abertzale en la tierra que tanto sufrió el terrorismo confirman que la capacidad de influencia de la PRENS.A. es cada vez menor. Y lejos de los tentáculos de la propaganda madrileña, casi nula. La apuesta de sustituir información por manipulación tiene la ventaja de que generas jugosos contratos públicos en la meseta, pero la enorme desventaja de que se te acabó el poder de influencia en zonas claves del Estado, más allá de meterle miedo a Sánchez, que no es poco. En este sentido, los vascos ya se han independizado. La portavoz del PP, Cuca Gamarra, ha asegurado que el éxito de Bildu, es decir, el éxito de ETA, es culpa de Pedro Sánchez, para sorpresa de nadie. Un razonamiento que se queda muy corto. Falta añadir que ETA, lejos de ser derrotada, venció claramente. ¿O acaso no es una victoria de ETA que el número de etarras se multiplique según pasan los años hasta llegar a triplicar en Euskadi al número de vascos de bien que votan a PP-Vox?

La izquierda estatal –Sumar, Podemos– ha sufrido un descalabro en las urnas, dicen los titulares. Habría que cogerlo con pinzas. No hay literatura científica que demuestre que uno pueda descalabrarse cuando ya estaba tirado por los suelos al comenzar la campaña. La ambición del espacio que hace unos años obtuvo un apoyo mayoritario en Euskadi es hoy aún más pequeña que sus resultados. Lo cual es mucho decir. Tras la guerra interna que comenzó con Yolanda Díaz decidiendo que Podemos era marginal en la suma, aquí ya no suma nadie. A no ser que por sumar entendamos obtener 35.000 votos desde un nuevo e ilusionante movimiento de sonrisas que ocupa ministerios frente a los 23.000 votos de cuatro amiguetes enfadados cuyo partido está declarado muerto y enterrado. A la espera de las europeas, en Podemos se agarran a las migajas para imaginarse un pan. En un ejercicio de política ficción en el que la izquierda estatal estuviese liderada en este momento por adultos funcionales, Podemos no habría sido declarado apestado, Sumar y Podemos hubieran ido de la mano a las elecciones y la suma de la coalición –58.771 votos– hubiese obtenido 3 escaños. Uno por cada provincia que le hubieran dado a Sumar/Podemos las llaves de la lehendakaritza, ya que el PSE hubiera pasado de 12 a 10 y la suma PNV-PSE, de los 39 suficientes que han obtenido a unos insuficientes 37 para los que hubieran tenido que contar con la izquierda estatal. Enhorabuena a los artífices. Como pasó en Galicia y pasará en Cataluña, las gentes de izquierda saben que quien no es capaz de entenderse con los que comparten programa, no merece su confianza. BNG ocupó ese espacio, Bildu lo ocupa ahora y ERC lo hará en las catalanas. El votante progresista no tiene en cuenta la propaganda mediática más allá de la M40, pero sí observa con atención los desastres de una izquierda estatal decidida a condenarse a la irrelevancia. Con una sonrisa, eso sí.

CTXT DdA, XX/5619

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