Valentín Martín
Cuando José Alfredo Jiménez y Francisco Petronio escribieron esta canción para que la cantase Chavela allá por 1958, no tenían ni idea de qué significa ser raro. José Alfredo (quítesen el sombrero, compadres) creía que bastaba con mentir, decir que había triunfado en el amor, y que nunca había llorado. Una trola tan gorda no se la creen ni los devotos del Pequeño Nicolás que ahora anda contando su encuentro con Isabel Díaz Ayuso cuando él tenía 16 años y ella 30. Y que ya entonces era rara.
Esta mañana he vuelto a salir después de vivir amarrado a la casa de Bernarda, espectacular esa actriz llamada Ester Bellver, según González Subías que es quien más sabe. He comprado el pan. Y al volver, una chica con un perro me ha chupado el pan. El perro me ha chupado el pan. La chica se ha venido arriba cuando he protestado.
- Quien no ama a los perros no ama a las personas.
Eso ha dicho y no era José Alfredo Jiménez. Casi que no vuelvo a salir a un mundo donde cuando necesitas corazón te recetan un andador. Lejanas quedan las mañanas en las que yo andaba entre maizales, como un romance sonámbulo. Perdidos ya los días en que yo andaba.
Me he metido en el mundo onírico de la tablet. He intentado leer entre una maraña de cosas raras. Y me he acordado mucho de cuando yo estaba vivo y me gustaba Berlín.
El Berlín del muro, adonde se llegaba casi planeando en aviones que volaban muy bajo. Antes, en Frankfurt, separaban a hombres y mujeres para cachearnos. Y se llevaban a los palestinos para desnudarlos. Se llevaban a los palestinos.
En uno de esos vuelos que te dejaba en el aeropuerto antiguo de Hitler casi en mitad de la ciudad, hice migas con la actriz británica Lesley-Anne Down, los ojos más hermosos del mundo. El viaje se me hizo corto y me entraron ganas de fumar. Eso es normal ¿no? Como cuando robé un cenicero en Jokey para enseñarlo en mi pueblo: mirad, que he comido donde come el Sha de Persia.
Cuando pasaba el muro de Berlín en uno u otro sentido, la diferencia era clara. En el Berlín Este me encontraba con los 20.000 cadáveres de jóvenes rusos enterrados de pie en una colina. Y a Miguel Hernández. En el Berlín Oeste, un estallido de luz y publicidad.
La publicidad me está matando últimamente. A la publicidad de la cocacola te acostumbras. Pero resulta raro que últimamente me bombardeen dos anuncios: uno proponiéndome alargamiento de pene, y otro ofreciéndome un seguro de muertos.
Está claro que aquí hay una filtración. ¿ Pero quién ha sido? No espero que ninguna levante la mano. Sería muy raro.
DdA, XX/5584
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