sábado, 9 de marzo de 2024

¿HACIA LA EUROPA DE QUIENES LA DESTROZARON HACE CASI UN SIGLO?


Raúl Solís

El Partido Popular Europeo celebra su congreso en Bucarest para nominar a la alemana Ursula Von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea, como candidata a las elecciones de junio, donde los conservadores son conscientes de que su Gran Coalición histórica con los socialdemócratas es posible que no llegue a los números necesarios para decidir el Ejecutivo comunitario del quinquenio 2024-2029.

Fruto de esta realidad y ante el auge de la ultraderecha, Von der Leyen ha deslizado la idea de que está dispuesta a trabajar con “pro-europeos, pro-OTAN y pro-Ucrania” frente a los euroescépticos. Una de las aristas de su discurso es el marco de la guerra, pero otro es que está dispuesta a normalizar al grupo Conservadores y Reformistas Europeos. No es posible uno sin el otro.

La única diferencia de este grupo con el otro de ultraderecha del Parlamento Europeo, Identidad y Democracia, es que son pro-OTAN. Los Conservadores y Reformistas Europeos fue el grupo fundado por los conservadores británicos pero que, tras su marcha por el Brexit, ha quedado liderado por Hermanos de Italia de la primera ministra Giorgia Meloni y el partido Ley y Justicia de Polonia, que recientemente ha abandonado el Gobierno del país polaco en favor del liberal de derechas Donald Tusk.

En este grupo al que Von der Leyen le ha guiñado el ojo se sientan también los eurodiputados de Vox, los fascistas suecos y hasta los nacionalistas de ultraderecha flamencos, la NVA. Sin embargo, como el marco de pensamiento de la UE es si guerra sí o guerra no, el Partido Popular Europeo está dispuesto a dividir a la ultraderecha entre buenos y malos, entre radicales y pragmáticos. 

Esto quiere decir que la derecha tradicional europea asume los postulados racistas y antiinmigración de la ultraderecha moderada, con perdón, pero no los postulados soberanistas de Marine Le Pen o del húngaro Viktor Orbán, que están en contra de financiar la guerra de Ucrania. A partir de junio, habrá una ultraderecha buena y otra mala, una a la que los grandes voceros del poder económico concentrado calificarán de democrática y otra que seguirá siendo cosméticamente intratable.

Y todo esto hasta 2027 que tendrán lugar las elecciones presidenciales francesas, donde no sería descabellado pensar que Marine Le Pen ganara en segunda vuelta y accediera al Elíseo con todos los honores de Estado, consiguiendo con ello el sueño mojado de su padre, la desdiabolización del Frente Nacional y su normalización con el resto de las formaciones políticas democráticas.

Si eso ocurre, entonces no habrá ultraderecha mala y la UE, en lugar de ser un espacio de libertad, justicia, democracia y paz, será la reserva espiritual de los herederos de quienes la destruyeron hace casi 100 años. En junio también está por ver qué harán socialdemócratas y verdes. Si por seguir jugando al pragmatismo y la realpolitik se suman a la gran coalición de normalización de la ultraderecha y continúan apoyando con su voto el marco de la guerra, que no es posible alimentarlo sin hormonar a la ultraderecha “pro-OTAN”, que diría Ursula Von der Leyen para desdramatizar. Las caretas del neoliberalismo están a punto de caer.

DIARIO RED 

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