jueves, 8 de febrero de 2024

LA SOCIEDAD DEL BIENESTAR MÁS PARECE UNA SOCIEDAD DEL NO SENTIR


Un humanismo bien ordenado no comienza por sí mismo, sino que coloca el mundo delante de la vida, la vida delante del hombre, el respeto por los demás delante del amor propio”
Claude Lévi Strauss


Félix Población

La viñeta de Eneko, en la que con el nombre de la presidenta de la Comunidad de Madrid se ve una alfombra bajo la que se ocultan ancianos muertos, me ha hecho recordar el número de internos que por no recibir asistencia sanitaria durante la epidemia de COVD -tal como quedó escrito en los protocolos de la vergüenza- fallecieron en las residencias madrileñas: más de 7.000. 

Me parece que una sociedad humanamente solidaria tendría que haber reaccionado con mucho mayor vigor en la protesta ante esa masacre, pero algo parece que se está resintiendo en nuestra humana condición para que la muerte de todos esos abuelos y abuelas, cuya edad media era la de quienes levantaron este país en los años más duros de la posguerra, vaya a quedar posiblemente impune. 

Si se tiene en cuenta que en Europa, según la Organización Mundial de la Salud, más de la mitad de los 110.000 enfermos fallecidos por COVID-19 vivían en residencias para mayores, ya no es sólo la sociedad madrileña o española la que tiene insensibilizada su capacidad de reacción ante la muerte en el abandono de sus mayores, sino toda la sociedad occidental que llaman del bienestar y, sin embargo, no es capaz de movilizarse con toda la intensidad de que pueda ser capaz para que circunstancias tan graves como esas no se vuelvan a repetir. La sociedad del bienestar más parece una sociedad del no sentir.

El entonces director de la OMS en Europa lo dijo bien claro. Aquello fue una tragedia humana inimaginable que en el futuro debería evitarse con sensibles mejores en ese tipo de centros, sobre todo en aquellos que por su carácter privado tiene como prioridad el negocio ante que debida atención a sus internos. El personal de esas residencias debe tener una apropiada remuneración por sus largos horarios de trabajo, así como la mejor formación posible para su ejercicio profesional. 

¿Se ha llevado adelante esa tarea en los años transcurridos desde que el director de la OMS en Europa planteó esas necesidades? ¿Estamos en condiciones de asegurar que no se repetirían situaciones semejantes en caso de una nueva pandemia? Mucho me temo que no. La insensibilización de nuestra sociedad ha sido tal que no se ha obligado a los gobiernos a tratar de que aquello no vuelva a ocurrir. Es más, pareciera que el factor humano en la Europa de nuestros días está lo suficientemente atrofiado como para que tampoco seamos capaces de reaccionar con más presión ante el genocidio del pueblo palestino al que estamos asistiendo desde hace más de cuatro meses con imágenes en directo de la barbarie.

Lamento ser acaso demasiado pesimista en mi diagnóstico, pero a una humanidad que no es capaz de reaccionar con la energía vital de protesta masiva y continuada que merecen las masacres de niños y ancianos enfermos, ya sea en territorio palestino o en la soledad agónica de las residencias de mayores víctimas del abandono, solo le cabe augurar una deshumanización suicida. Mucho me temo que es en lo que estamos, sin que acierte a ver puntos de luz en el horizonte.

DdA, XX/5.562

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