jueves, 29 de febrero de 2024

ESCRIVIVIR, ESCRIVIVIRSE


A este artículo de mi estimado Juan María, que colabora desde hace años semanalmente en el diario La Nueva Crónica -un periódico muy atento a la realidad campesina de la provincia de León, tan requerida de atenciones como marginada por el gobierno regional de Valladolid-, le quiero poner la ilustración que creo le cuadra. Me insta a ello el estupendo titular de la columna, por ajeno que sea al autor, porque creo que aquellos plumines estaban más cerca de la vida, el sentir y el pensamiento que las teclas de nuestros ordenadores. Y que conste que sobre esto hay estudios que así lo constatan. Pruébese, si no, con los versos, que no sé Campal pero este Lazarillo, cuando los intenta, siempre van a pluma cuando están a flor de palabra. 
Lazarillo


Juanmaría G. Campal

No soy de días internacionales de nada, mas, hoy, voy a contrariarme y recordarles que el próximo sábado, dos de marzo, se celebra el Día Internacional de los Escritores. No haría tal, si durante 2022 (último informe PEN Internacional disponible) no hubiera habido, documentados, 115 casos de escritores que enfrentaron acoso, detención, violencia e incluso la muerte, en todo el mundo, ni hubiesen sido 68 los periodistas asesinados (¡ay AMLO, 13 en México!). No cabría pues silenciar la valiosa labor de los escritores en contextos autoritarios y el riesgo que enfrentan por ejercer su derecho a la libre expresión y su derecho a defenderla. Y recordemos: sin libertad de expresión cualquiera otra libertad está en peligro.

Ignoro si al resto de colaboradores de este periódico les sucederá como a mí que, con cierta frecuencia, me pregunto sobre el para qué de este gusto -a veces, casi pura disciplina- por develar, que diría Simone de Beauvoir, o traducir, que diría José Saramago, algo de lo que uno ve y siente con respecto de algún aspecto de la existencia humana en la inhumana realidad. Y acaso por eso tenga escrito que «escribo para atarme con nudos/ caligráficos al tiempo y a la vida», que «escribo, sí también, para salvarme/ que varia es la mar de los días del vivir/ y no quiero ahogarme en mis silencios». Cómo callar pudiendo hablar, escribir, sabiendo de tanto ignoto colega perseguido por hacer lo mismo que uno hace aquí en libertad: escribir. Y más, cuando por edad e historia, bien recuerdo ese forzado mortecino silencio.

Así, injusto sería, teniendo este privilegio semanal, no ejercerlo junto a mi condición de ciudadano, pues, donde va este va el escritor, por aprendiz que sea, y viceversa. Y aprovecho y afirmo que, aunque a veces trasluzca la ideología y espíritu crítico que mantengo, también lo es que nunca he puesto mi escritura al servicio de la primera, que libre me quiero

Y nadie tenga por idea mía el verbal título de hoy. Uso la creación del amigo, admirado poeta y “nombrador” Fernando Beltrán. A él le debo, debemos tan exacto y lúcido verbo todos los que cada día lo conjugamos al darnos a escribir, a la escritura sea o no ella nuestra principal actividad profesional, convencidos y animados, acaso, por la sabia enseñanza de José Luis Sampedro de que «Escribir es vivir».

¡Larga vida pues a todos los escritores pertenecientes a los diversos géneros literarios, periodistas y traductores y, cómo no, sea universal la libertad de expresión!

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.

LA NUEVA CRÓNICA DdA, XX/5771

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