martes, 2 de enero de 2024

UN AÑO DE MIERDA EN EL QUE DEJARON DE IMPORTAR LA VERDAD Y LA FALSEDAD



Enrique del Teso


No sé si fue un mal año. Desde la crisis de la deuda y la pandemia, como en la ceguera de Borges, la tierra se hizo insegura bajo nuestros pies y ya es difícil decir qué es un mal año. El 23 fue un año de mierda en sentido literal: la vida pública apesta. Rebosaron las alcantarillas de la historia y salieron de ella las inmundicias más infectas y se oyeron, como psicofonías de difuntos mal enterrados, las bajezas de nuestros peores recuerdos. Cada sobreactuación de la derecha, cada insulto desaforado, cada exageración demente es una amenaza, financiada por grandes empresas y percibida como una promesa por su asilvestrada clientela. Atribuyendo al rival nuestras intenciones, vaciamos las palabras con las que el rival nos acusará de nuestros actos y dejaremos muda la denuncia. Llamando terrorista al rival, cuando hagamos terrorismo y el rival nos llame terroristas, la palabra será hueca. Llamando dictador y asesino al rival, cuando seamos dictadores y asesinemos, las palabras dictadura y asesinato serán expresiones gastadas y no tendrán qué llamarnos. Los insultos y los delirios que oímos este 2023 marcan el territorio de lo que se consideran legitimados a hacer quienes los profieren. En ese sentido son amenazas, advertencias de hasta dónde serían capaces de llegar.

Nada es más claro que señalar las cosas con el dedo. Así que miren a Milei, anunciando que será dictador por dos años prorrogables a los otros dos de la legislatura, que habrá golpes y cárcel para quienes se manifiesten, que subirá precios, echará a gente, eliminará la protección social y venderá el estado, es decir el país, al lucro de manos privadas. Ahí tienen a nuestras derechas aplaudiéndolo. El diario El Mundo, una de las voces de la derecha que es igual que las demás voces de la derecha, titula que Milei sorprende con un megaproyecto de ley que «le da superpoderes para convertir a Argentina en el país más liberal de América Latina». En el subtítulo se dice que «apuesta por la mano dura en cuestiones de seguridad». Como no es Venezuela ni Cuba ni Sánchez, Argentina no será una tiranía, será el país más liberal. Junten este jabón al tarado de Milei con esos insultos y esos disparates enloquecidos de las derechas y veremos que 2023 confirma lo que ya era evidente: de Sánchez a la izquierda es lo que queda de la democracia liberal; Sánchez es el límite, a su derecha solo hay zafiedad, jungla, autoritarismo, exclusión y violencia. Mierda.

2023 apesta porque la derecha abandonó todo contacto con la decencia y el buen gusto y convirtieron el debate público es ristras de escupitajos, donde llamar hijo de puta al rival pasa por ser pensamiento. «¿Tan agotados estáis, que tenéis que recurrir a toda esta sarta de barbaridades? […] Ni una de las frases tiene sentido.» Ábalos le dijo esto a Margallo sobre el delirante resumen del año de Ayuso. Fue brillante Ábalos, pero tiene razón solo a medias. Ayuso es pija, pero no está loca, ni ella ni sus asesores. Se me viene a la mente un recuerdo infantil, de los primeros setenta. En uno de esos papeles con graciosadas que se pasaban en secreto de pupitre a pupitre, aparece un texto insulso pero que, tomando solo las líneas impares, decía: «Estimada señorita. Son tan grandes mis deseos de fornicarla que a todas horas del día la desea mi polla para dar gusto a unos grandes y poderosos cojones». Ni gracia ni sentido. Pero en la oscuridad del nacional catolicismo del tardofranquismo, conteniendo palabras como polla, cojones y fornicar, ya nos provocaba esa hilaridad boba a la que poníamos sordina con la mano delante de la boca. Es como cuando a los niños les metemos en alguna rima caca, culo y pedo. Se tronchan. No hace falta que tengan sentido y ni gracia. Solo que contengan las palabras clave. Con los discursos ultra sucede lo mismo. No importa que no tenga sentido lo que dice Ayuso o Feijoo. Basta con que contengan palabras cargadas de emoción negativa, palabras que repasen los odios como repasamos con la lengua justo la zona dolorida, en plan masoca. Juntando en poco espacio términos como terroristas, comunista, independentistas, humillación, venta de la nación y similares, el delirio sintáctico resultante ofende a la razón, pero funciona. Funciona como funciona a ciertas edades caca, culo y pedo y en ciertos contextos polla y cojones. Por supuesto, apesta..

Es un año de mierda el año en que ya deja de importar completamente la verdad o falsedad de las cosas o algún resto de racionalidad. Pero sobre todo apesta que el torrente de odio cultivado cada día se lleve los restos de moralidad y compostura. La mayor manifestación de maldad es el asesinato. Los crímenes sistémicos son su peor cara. Existe la figura legal del crimen machista por lo mismo que existe la de la violencia terrorista. Existe porque es una violencia sistemática, con patrón y con unas características que no se pueden enfrentar con los recursos habituales de la delincuencia común. La violencia de género es la que sufren las mujeres por ser mujeres, como la violencia racista es la que sufre la gente por ser de determinada raza. Justo Braga recogió en pocas líneas las cifras que indican de qué estamos hablando: en 2023 murieron así en España 53 mujeres; desde 2003 son 1237; 51 huérfanos y huérfanas en 2023 y 428 desde 2013. Son cifras parecidas a las que dejaba ETA cuando existía. 2023 consolidó la suprema maldad de que sea motivo de negociación política la atención del estado a esta barbaridad, a su prevención, estudio y erradicación. La igualdad de hombres y mujeres hace rechinar toda la maquinaria de la derecha y repugna a la ultraderecha y a la Iglesia. No es que los obispos disfruten con mujeres muertas (cualquiera podría pensar que Ortega Smith sí). Es que prefieren esas muertes al empujón que habría que dar a la igualdad para prevenirlas. La explicitud con que se oyó negar esta violencia, las sonrisas con que se niega cualquier amparo a esta amenaza fueron consecuencia de dar entrada en ayuntamientos y comunidades al mal viscoso de la ultraderecha. No fue un año peor que otros. Como digo, simplemente la mierda está más a la vista, hay más hedor porque las alcantarillas desbordan.

Vimos también a esos locos salvando España en manifestaciones enajenadas, jaleados por Esperanza Aguirre, hablando de echar y matar a Sánchez e insultando al Rey por obedecer a la Constitución (a su Real pesar, por otra parte). La patria al borde del precipicio. Quince días después se cansaron. Qué dirán en Ucrania de estos defensores de la nación que en quince días se cansan del puto defender a la patria. Tan rápido baja el vacilón (¿se sigue diciendo así?) tan demente había sido el subidón. Recuerden el uso de las lenguas oficiales en el Congreso. Quién se acuerda ya de aquel calentón por la amenaza de sumir a la patria en la oscuridad. Qué mal olió este 2023.

Pero también hubo ambientador. La mayoría de españoles votó contra la locura ultra. El escozor de las derechas y grandes empresas que se aprestaban a hacer botín con nuestros derechos fueron un aroma agradable. Que Rubiales y Mario Vaquerizo se sientan en una dictadura es también ambientador y buen olor. Que gente que se cree imprescindible haga de su irrelevancia una pataleta ridícula purifica el ambiente. Así, que Alfonso Guerra solo rebulla en canales ultras donde nadie lo oye ni sabe quién es y que Javier Cercas se eche al monte y crea que echarse al monte es votar en blanco refresca el aire y huele mejor. Que Manfred Weber, el anfitrión del fascismo en Europa, ataque a Sánchez por boca de ganso y evidencie su escozor por las elecciones da olor a fresa. Mientras Bildu se aleja de ETA, las derechas abrazan la momia de Franco. Bildu está cada vez más normalizado mientras la memoria histórica va poniendo en su sitio a la barbarie franquista, raíz de las derechas. Es impagable la mención al Tercer Reich que le endilgó Sánchez a Weber. Más aire fresco.

Y este fue también el año en que Ana Obregón compró la maternidad de su nieto. Un gracioso recurrió al dicho que venía al caso y resume este año de mierda: éramos pocos …

Nortes  DdA, XX/5.530

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