jueves, 18 de enero de 2024

ROSARIO DE ACUÑA, JAVIER BUENO Y LA CASA DEL DIABLO


Félix Población 

No era habitual que Javier Bueno y Bueno, que después de ingresar en la redacción del diario El Sol pasó a ser redactor-jefe del vespertino La Voz, firmara sus artículos. Se debe estimar por ello singular que sí lo hiciera con relación a un asunto que, aparentemente, le podía ser ajeno. Al menos nada se sabe de la relación que en principio podía tener Bueno con la escritora librepensadora residente en Gijón Rosario de Acuña, fallecida en esta ciudad asturiana en 1923. 

Sin embargo, el periodista madrileño, que en 1934 iba a tener una relación presencial con Asturias al ser nombrado director del diario socialista Avance, publicado en Oviedo y voz de la revolución proletaria que tuvo lugar en aquella región en octubre de ese año, va a dedicarle un artículo firmado en La Voz en 1927 a cuenta de la casita solitaria de El Cervigón, donde vivió la escritora hasta su muerte. No concreta Bueno el municipio en el que está la casa, Gijón,  pero sí tiene en cuenta con ironía lo que un escritor asturiano nacido en Tineo y residente desde su niñez en La Habana firmó en el periódico cubano Diario de Marina en 1912, al poco de instalarse doña Rosario en la villa gijonesa.

El párrafo que sigue lo suscribió Manuel Álvarez Marrón bajo el titular La casa del diablo y dice de Acuña lo que sigue: "Vive en un promontorio bravío a la vista de Gijón sin trato con semejantes, si es que una librepensadora tiene semejantes. La Casa del Diablo la llaman los campesinos. Desde que ella vive allí los ganados de la zona padecen enfermedades y los niñinos se van secando sin saber por qué. Y hay gente que vio a esa mujerona volando, como alma en pena, sobre la casa a lomos de un demonio color verde con alas. Esa mujer tiene el alma nadando en los infiernos, la Acuña es atea y para los espíritus sin Dios no hay reposo ni consuelo". 

Tal como apunta Javier Bueno, esto lo comprobó y escribió con toda seriedad una persona respetable y verídica, si bien hay que tener en cuenta lo que se dice de tal autor en el Indice Bio-bibliográfico de Escritores y artistas asturianos respecto a la versión que da el citado y prolífico autor de su región natal:  "La Asturias de los artículos y cuentos de Álvarez Marrón es falsa; es menos atrasada que la verdadera, y tal labor, digna de encomio por sus aciertos literarios, molesta por lo deprimente, y más, desarrollada en un medio favorable al descrédito de todo lo español". En el caso del artículo sobre Acuña habría que decir que su opinión molesta sobre todo por lo oscurantista y retrógrada.

Tanto del artículo de Bueno como del firmado por Álvarez Marrón nos ha dado noticia Macrino Fernández Riera, estudioso desde hace muchos años de la vida y obra de Rosario de Acuña y autor de la pormenorizada página web Rosario de Acuña y Villanueva. Vida y obra. Añade este investigador, a propósito de la casa de la escritora, el artículo que firmó en el diario La Libertad en 1933, en época republicana, Regina Lamo Jiménez (1870-1947), escritora y activista feminista (abuela de Lidia Falcón), a quien cita Bueno, que desde 1928 peleó por un auxilio pecuniario para levantar la hipoteca de 1.000 pesetas que pesaba sobre la finca, a fin de crear allí una colonia escolar. La casa acabó siendo subastada.  

Es de hacer notar, que Bueno escribió su artículo a instancias de Regina Lamo y que en la mayoría de las biografías sobre este periodista, al que la dictadura franquista fusiló en Madrid en septiembre de 1939, se dice que fue hijo de una relación extramatrimonial entre José Nakens y la actriz Soledad Bueno, sin que se haya acreditado tal hecho, que en su día hizo reír a Mercedes Bueno Ramírez de Vergara, hija de Javier Bueno, cuando hablé con ella hace años

Se da la circunstancia de que José Nakens, director del semanario republicano anticlerical El Motín, el más popular de su tiempo, fue muy amigo de la escritora, con la que se relacionó en Madrid. El obituario que Nakens firmó en El Motín a la muerte de Acuña, documentado por Macrino Fernández, resume la personalidad de la fallecida y la maledicencia y acosos que sufrió en vida. Es Nakens quien menciona por primera vez la misma referencia a la mujer voladora cual alma en pena sobre la que ironiza Bueno en su artículo de La Voz y que posiblemente este leyera en El Motín.

"Aunque hizo todo el bien que pudo -escribe Nakens- se la acosaba hasta en su retiro y, pobre y anciana, tuvo que soportar la barbarie de ciertas gentes que azuzadas por clericales estimuladores de la ignorancia y la superstición, tildábanla de bruja y nigromántica. Llegó a publicarse en periódicos la afirmación de que Rosario de Acuña había encantado a varias personas y teníalas en su casa convertidas en bestias. Y también se dijo en un artículo firmado, que en noches de tormenta volaba la escritora montada sobre los riñones de un demonio verde. Todo con la sana intención de excitar el fanatismo de la gente aldeana que pudo ocasionar cualquier salvajismo. Diatribas, calumnias, persecuciones. A todo, y también a la miseria, supo resistir la noble señora que acaba de morir. No hizo daño a nadie y empleó su pluma, su palabra y sus escasos medios pecuniarios en auxiliar a los caídos, a los pobres, a los ignorantes. Pudo medrar haciendo la corte a los poderosos y prefirió defender a los que no lo eran. Este es su más cumplido elogio. Yo, que la admiraba, he sentido mucho su muerte".

Artículo de Javier Bueno, La Voz, 31/X/1927

Fotografía del autor (Archivo Fotográfico de la Fundación Pablo Iglesias)
Rosario de Acuña tenía una casita en El Cervigón, en Asturias, frente al mar. Es posible que ella creyese que tenía una alhaja; pero pudo desengañarse cuando, puesta en el trance de hipotecar la casita, le valió bien poco dinero. Quizá sólo el montante de los réditos la mantenía piadosamente en su ilusión primera.

Luchó Rosario al final de su vida por no perder la propiedad de la casa, que de este modo fue más íntimamente suya; porque si un tiempo había sido fruto de su menguada hacienda, era después hija de su anhelo y su voluntad. Fue pagando intereses, pero redimirla de la carga no pudo por más que lo procuró, y aquí, por si en esta época de biografías cree alguien que merece la pena hacer la de Rosario de Acuña, voy a revelar que cuando en ciertas noches de la semana, al tocar las doce, salía Rosario por la chimenea montada en una escoba (según comprobó y escribió con toda seriedad una persona respetable y verídica) (1), iba a ver si el diablo, a cambio de su alma, levantaba la hipoteca. Pero el diablo no es ya el de aquellos tiempos en que se le ahogaban las piaras; se ha hecho inteligente hombre de negocios, y tomó la propuesta a risa.

Por fin le llegó su hora a Rosario de Acuña; la de morirse quiero decir. Y a sus herederos, la de padecer. Malas herencias las que nos llegan de personas como Rosario; no resuelven nada y obligan a mucho. Los herederos, aunque vencida la hipoteca ya, han seguido pagando los réditos mientras ha durado la condescendencia del hipotecario, el cual ahora pide la casa. Por afán de exactitud pudiera completarse que la casa o el dinero, aunque la situación de los dueños actuales hace por completo hipotético el segundo término del dilema.

Fragmento del artículo publicado en La Voz, 31-10-1927

 

Se han puesto en campaña para impedir que la casa vaya a manos de quien no se sabe el uso que ha de hacer de ella. Quieren una verdadera ganga: seguir pagando los réditos toda la vida, tan contentos de no ver el Cervigón desviado del sentido que su poseedora hubiera querido darle. Esperemos que se alcance a más. Tal gestión lleva Regina Lamo, sobrina de Rosario, y también mujer y escritora de temple, y con tal persona, que pudiera resultar fácil alarde el decir que, si no, aun pedimos algunos en el Cervigón nuestra parte de herencia; aun creemos que puede ser presa codiciada la casita donde Rosario de Acuña vivió y escribió, por la que luchó y de la que salía, untada, en una escoba; aún no hemos olvidado que Rosario de Acuña no fue de esos buenos combatientes que por sus virtudes merecen el respeto de sus adversarios, sino de los otros, de los mejores, de los que no lo merecen.

DdA, XX/5.544

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