Yo andaba por los 27 años y acababa de regresar a Madrid de un castigo cuando me reenganché a la zarabanda de un país que nunca conoció la paz. Beatriz Jimeno era mucho más joven, y Ricardo Galán un poco menos. Cuando llegué a los 30 estalló la lava que se llevó con sus muertes a Enrique Valdelvira, Luis Javier Benavides, Javier Sauquillo, Serafín Holgado y Àngel Rodríguez. Resistieron en la sangre Miguel Sarabia, Alejandro Ruiz-Huerta, Luis Ramos y Lola González Ruiz.
Abogados, sindicalistas, luchadores por la libertad.
Al día siguiente de las pistolas del comando asesino formado por Francisco Albadalejo, José Fernández Cerrá, Carlos García Juliá y Leocadio Jiménez Caravaca, 100.000 comunistas españoles dieron un ejemplo en las calles de respeto y dolor al despedir a sus compañeros. Fue un empuje definitivo hacia la transición.
Todos los abogados están ya muertos, salvo Alejandro con quien tenemos una cita de emoción y memoria el próximo sábado, 27 de enero, en la sala Margarita Xirgu de Alcalá de Henares.
No será un sábado cualquiera. Porque este sábado se cumplen 8 años de la última muerte de Lola González Ruiz. Antes ya murió otras dos veces.
Pero la dramatización de Las tres muertes de Lola no es una crónica lineal y plana de aquellos años bárbaros que se puede encontrar en las hemerotecas. Es el buceo y la indagación en el interior del ser humano ante situaciones límite. Y también la diferente consideración social de las tragedias, incluyendo a los verdugos que antes subían de la tierra de las encinas y del tabaco. Memoria, emoción, reflexión. ¿Qué queda de todo aquello?
DdA, XX/5.550
No hay comentarios:
Publicar un comentario