domingo, 7 de enero de 2024

LA VIOLENCIA EN LA EXTREMA DERECHA SIEMPRE ESTÁ CERCA



Enrique del Teso

Soy sexagenario. Dicho esto con cara de lástima exhibiendo el teléfono móvil, quiere decir que al emisor le aturde la tecnología. La misma frase (en femenino) dicha por Esperanza Aguirre, también con cara de lástima, tras embestir a un policía y darse a la fuga, indica su consternación por que la policía la persiga. La frase es la misma, pero en un caso el sentido es «estoy mayor para la tecnología» y en el otro es «qué vergüenza que la policía persiga a sexagenarias». Son dos sentidos muy distintos para la misma frase. El contexto es lo que da sentido a las cosas. El cambio de contexto cambia el sentido. Enseguida vamos a Ferraz.

Una buena parte del ideario izquierdista es imbatible en democracia porque conviene a la mayoría. La mayoría de la gente quiere que todos tengamos médico y jubilación y no que la atención sanitaria sea desigual o que la vejez sea de pobreza. En ese sentido son imbatibles muchos aspectos del ideario izquierdista cuando son las mayorías las que deciden los gobiernos. Lo mismo podríamos decir de la igualdad entre hombres y mujeres o entre blancos y negros. El tejido que fueron formando esas ideas es lo que la extrema derecha llama dictadura progre y los demás llamamos estado social y de derecho. Hay dos formas de atacar las ideas imbatibles. Una es atacar a sus ponentes. Y la otra es mentir. Por lo primero oímos diatribas contra las falsas feministas. No se puede atacar el núcleo del feminismo porque es imbatible. Así que atacamos a las feministas. Por ese mismo patrón se ataca a los izquierdistas de salón, a los progres hipócritas, a la izquierda que dejó de serlo o a los sindicalistas subvencionados. Siempre es oponerse a un principio justo (imbatible) fingiendo que no se ataca el principio sino que se aborrece a sus falsos activistas.

La otra forma de atacar lo imbatible es mentir. Se miente cuando se dicen cosas falsas. Pero la forma de mentir más habitual en la brega diaria es la de alterar los contextos y, con ellos, el sentido de las propuestas progresistas. Se ataca una propuesta imbatible exponiéndola como autoritaria y cultivando el victimismo. El movimiento Me Too fue un puñetazo en la mesa contra un montón de conductas desde desconsideradas hasta agresivas contra las mujeres. Y saltaron las alarmas porque un nuevo puritanismo iba a acabar con el coqueteo, el ligoteo y el tanteo y tonteo que son la sustancia del cortejo. Se me ocurren muchas situaciones en que una mirada ostentosa a los ojos o al culo sea cariñosa, de cortejo o de incitación divertida; se me ocurren muchas situaciones en que la misma mirada sea una babosada de palurdo patético; y se me ocurren muchas situaciones en que esa mirada sea, sin más, una agresión. Una mirada sostenida al culo de una alumna no es galanteo. Se ataca lo imbatible cambiando el contexto en que ciertas conductas son agresivas e insertándolas en el contexto en que son cortejo y así el principio justo parece una imposición puritana, Plácido Domingo y Rubiales parecen víctimas y parece que no puede haber sexo sin un documento firmado. Se cambia el sentido simulando un contexto irreal interesado.

Todos sabemos que las palabras pueden ser parte de hechos agresivos o abiertamente violentos. Y, claro, las palabras pueden no ser nada de eso. Para que las palabras sean lo que nos interese, basta fingir el contexto que nos convenga y así darles sentido a la carta. Que diga Abascal que si los atacan se defenderán con los puños tiene un sentido de autoafirmación si se inventa el contexto en el que alguien los está atacando. En el contexto real en que nadie los ataca, el sentido es de amenaza física. En el contexto real, Abascal amenazaba violencia e incitaba a ella. Javier Cercas brama contra la amnistía y anuncia la insumisión de votar en blanco. Antonio Maestre replica que solo un privilegiado cree que votar en blanco es una insumisión y que su frustración se debe a su irrelevancia creyéndose imprescindible. Son chisporroteos normales de la cháchara de la vida pública. Pero Pérez Reverte no quiere que lo de Maestre sea un simple ataque dialéctico, que sería legítimo. Quiere que sea algo ilegítimo, que sea un linchamiento. Para él Javier Cercas pasa a ser una víctima más, ahora es un facha, un señalado, un perseguido. A mí Cercas no me encaja en ninguna variante de perseguido, ni de valiente que se deja las plumas en algún campo de batalla. Me parece un personaje de éxito y bien situado. Pero es fácil imaginar contextos en que las palabras de Maestre sean parte de un linchamiento. Pérez Reverte finge uno de esos contextos y ya tiene el sentido deseado de que es inquisitorial discrepar o atacar a Cercas o a cualquiera que brame contra la amnistía. Ya era habitual con la Iglesia todo esto.

Para comparar el apaleamiento y linchamiento del muñeco de Sánchez en Ferraz con el muñeco del Rey ahorcado, de nuevo hay que enredar en los contextos para cambiar los sentidos. No se trata de si es de buen gusto lo del Rey ahorcado. Se trata de que no hay violencia de ninguna intensidad contra el Rey. El muñeco no se exhibe en un contexto de presión ni amenaza contra el Rey, es una manifestación, de mejor o peor gusto, contra la monarquía y la persona del Rey. El muñeco de Sánchez se exhibe tras un mes de manifestaciones con perfiles agresivos en ese mismo lugar contra Sánchez, organizada por la organización Revuelta, vinculada con Vox y con consignas explícitas de violencia contra Sánchez. Se produce en medio de una campaña feroz de todo el ejército mediático conservador (y más allá) difundiendo que Sánchez es un golpista, que gobierna con criminales y tiene planes para acabar con España y que la oposición a Sánchez es la lucha por España y contra el terrorismo. Se produce cuando Ortega Smith agrede a un concejal, se normaliza llamar hijo de puta al rival y después de que se haya tolerado durante meses que bandas agresivas del mismo perfil asedien el domicilio de un vicepresidente y una ministra del Reino y acosen a sus hijos. Blanquear el muñeco de Sánchez recordando el del Rey ahorcado requiere manipular contextos para tergiversar el sentido de las cosas. Ya se había hecho cuando se comparó desde el propio Gobierno el asedio ultra a la casa de Iglesias Montero con los escraches que eran protestas sociales (lo hizo Margarita Robles, la que relacionó la ley de solo sí es sí con un crimen machista). El PSOE se equivoca llevando esto al terreno judicial, porque la cuestión no es si es delito el asunto del muñeco y es delicado enredar en la libertad de expresión. En campos de fútbol o en entornos religiosos fundamentalistas se vieron a veces señales peligrosas de fenómenos violentos. Eso no siempre quiso decir que hubiera delito, ni tiene que haberlo para que algo peligroso reclame atención y denuncia. 

En una entrevista me preguntó, socráticamente, Xandru Fernández que qué tenía contra la ultraderecha. Le dije que seis palabras: racismo, machismo, clasismo, autoritarismo, negacionismo y violencia. La violencia en la extrema derecha está siempre cerca. Eso es lo que tiene que denunciar el PSOE y la izquierda. En el entorno de la extrema derecha está madurando una actitud violenta históricamente habitual en ese espacio ideológico y manifestándose en picos estridentes de agresividad. Se está normalizando la actitud agresiva y amenazante como forma ordinaria de hacer política y todos los sectores conservadores lo estimulan. Ni Feijoo ni su entorno son tontos, ni están protagonizando un berrinche. Están posicionándose para el futuro y tienen dos caminos: el de las formas de la democracia liberal, que los llevaría antes o después a articular una mayoría conservadora con el PNV y Junts; y el de la agresividad y ataque a las instituciones y a la democracia de la ultraderecha. Feijoo hace lo que hace porque cree que el futuro está ahí, que es con la ultraderecha con lo que tiene que encajar. Webber tiene el plan, Meloni espera, necesitan que ganen Le Pen y Trump. La tarea política es que se equivoquen y que ese no sea el futuro. La tarea es que no se mantenga la democracia como se mantenía la juventud de los Son’a, hijos de los Ba’ku. Los trekkies me entendieron.

NORTES  DdA, XX/5.533

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