miércoles, 8 de noviembre de 2023

LUIS MATEO DÍEZ, PREMIO CERVANTES EN VOZ BAJA

 

A finales del pasado mes de septiembre, comentando unas declaraciones de Luis Mateo Díez con motivo de su nuevo libro Vicisitudes, este Lazarillo acertó al escribir "que a no mucho tardar el escritor leonés conseguiría el Premio Cervantes". Me parece muy acertado igualmente lo que escribe Diego Medrano a propósito del nuevo Nobel de las Letras Hispanas:

Posiblemente no se acuerde, o sí, si es que tiene por costumbre esa tan propia de no pocas figuras de las letras, las artes o cualquier otra actividad pública y notoria de guardar aquellos primeros recortes de prensa en los que fue dada a conocer su inicial actividad. Cuando entrevisté a Luis Mateo Díez en la redacción del periódico para el que trabajaba, siendo yo por aquellos un joven redactor, el escritor leonés apenas era conocido, tan poco conocido que mis preguntas se basaron más en la referencia que en la lectura de sus primeros libros. Debo decir, sin embargo, que lo poco que conocía de sus obras iniciales me pareció atrayente, singular y hasta cierto punto prometedor, sin atreverme a predecir la exitosas carrera que tendría luego, pasados unos años, con buena parte de sus libros. Por ese tiempo sólo había publicado una selección de relatos, Memoria de hierbas, y las crónicas legendarios de Apócrifo del clavel y la espada sobre el escenario de un valle del noroeste leonés. Al día de hoy, Luis Mateo Díez fue dos veces Premio Nacional de Narrativa y también Premio de la Crítica, además de ser académico de la RAE y puede que a no mucho tardar Premio Cervantes. El motivo de la entrevista es su nuevo libro Vicisitudes, que es muy hermosa palabra.

UN CERVANTES EN VOZ BAJA

Diego Medrano

Me alegro del Premio Cervantes 2023 a Luis Mateo y sus 81 años. No lo conozco, no lo he tratado, pero es uno de los veteranos de los escritores leoneses, con mucho frío dentro, con mucha artesanía y joyería verbal, con escasa querencia por el flash o la notoriedad. Es un Cervantes en voz baja, a su aire funcionarial, en su despacho de sombras, en su cansancio de vida, siempre en su despejada y rota esperanza de progreso, en el páramo de Celama junto al ciprés que resiste todas las invernadas glaciares. Muchos parias protagonizaron las páginas húmedas de Luis Mateo, mucho fuego dedicó a la estufa de la pobreza, mucha habitación alquilada con mapa de humedades por el techo, ratas como gatos, pobres de posguerra con una manta por encima como fantasmas hacia una gasolinera de nada, por la cuneta descalza. Tengo todos sus libros, delicados y ásperos, las estaciones provinciales, fantasmas duros del invierno, fábulas de varios tiempos, dibujo del hijo loco o subnormal, la piedra en el corazón. Huelen sus libros a sopas de ajo, callejones y tabernones de capital de provincias, vino madrileño, grifo de cerveza y azulejo andaluz, la ternura toda de los miopes, tren viejo y maleta vieja y apeadero con seres queridos, nieve negra por las botas sin calcetines de los chiquillos. Luis Mateo, un quijote con perilla. Luis Mateo, una delgadez con flexo. Una esperanza con miopía, ya digo. El periódico doblado en tres bajo el brazo y un humo barato y un café cortadito y un billete de metro o tranvía, y una media sonrisa caída. Sin corbata. Escéptico, feliz, obrero del idioma.

               DdA, XIX/5.493     

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