martes, 7 de noviembre de 2023

EL EMÉRITO TUVO DOS PRIMOS FAMOSOS...


El autor, con  el cineasta José Luis Sáenz de Heredia

Valentín Martín

Yo siempre fui un mezuca como corresponde a un niño de pueblo sin ninguna conexión con los almirantes. Y mirando entre las costuras de la familia compruebo ahora que nosotros fuimos muchos primos. Una infinitud de primos que una vez estuvimos a punto de reunirnos a comer chorizo en el campo. Fue cuando heredamos por sorpresa. Al final no se dio porque un primo se empeñó en ir a los toros como Antoñito el Camborio que tampoco pudo eludir su destino a las navajas de otros cuatro primos de Benamejí. Y aunque éramos muchos primos, si falta un primo ya no es lo mismo y se acaba el interés. La vida está llena de ocasiones perdidas, como ese beso que estuvo a punto de ser y que jamás olvidarás.
El Emérito tuvo dos primos famosos, uno bueno y otro malo, como en las novelas de Sautier Casaseca, en las que el bueno siempre era muy bueno y el malo muy malo. En esta ocasión fue así.
El primo malo del Emérito era malo porque, según una de las esposas que tuvo " era un vividor". Vamos que le gustaban mucho el vino y las mujeres, como a Manolo Escobar cantor oficial de la españolidad femenina, y luego va y se casa con una alemana.
El primo malo del Emérito no era tan malo, solo era un duque de mentira y pirrado por las faranduleras. ¿Y quién no?
El primo bueno era el que le movió la silla al Emérito cuando el Emérito no pasaba de meritorio. El cura de mi pueblo, que sabía mucho, decía que este primo bueno es el que nos tenía que mandar cuando se muriera Franco, porque estaba tan preparado que hasta trabajaba en un banco, y no el meritorio que no daba un palo al agua. La mujer de Franco pensaba como el cura de mi pueblo, pero no prosperó el intento de cambio de primos y pasó lo que pasó.
El cura de mi pueblo era un analista político pata negra, y no como los de ahora que hablan mucho y no dicen nada. Cuando en la crisis de los misiles de Cuba en 1962 Jrushchov le plantó la munición a Kennedy a las puertas de la Casa Blanca, casi se arma otra vez la mundial. El cura de mi pueblo lo tuvo claro:
- Pobrecitos americanos, tienen un presidente católico pero muy tierno y no sabe. Con el nuestro tenían que dar los rusos, verás cómo se volvían a Moscú con las orejas gachas.
Cuando yo llegué a Madrid me salió otra vez el mezuca y quise saber si todo lo que nos contaba Torcuato en los libros de texto sobre José Antonio era verdad. Y busqué enseguida a este primo. Deseché al conde andaluz, más cercano a Berlín que a la familia. Además era amigo del conde José Finat y se la juró a Miguel de Molina.
Yo esperaba que este primo de cine me contase en confianza todo desde el piso 23 de su torre gris. Habló mucho y no dijo nada, como los analistas políticos de ahora. Luego me enteré que era el preferido de Franco. Así que el pedirle cuentas fue como mentarle la bicha.
El primo lo hice yo.

DdA, XIX/5.492

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