La pregunta que cabe hacerse ante este artículo de Valenzuela en Infolibre es si para llegar a esa conclusión acerca de la derecha patria han tenido que transcurrir casi cincuenta años de democracia, cuando quienes asistimos a los inicios del régimen del 78, y vivimos de cerca la actualidad política de aquel comienzo, veíamos ya muy improbable que una derecha fundada por varios ministros franquistas pudiese reciclarse democráticamente. ¿Asistimos ahora al retorno de su origen o es que nunca han renegado del mismo? Bastaron las leyes de Memoria Democrática para que cualquiera de los dos supuestos se cumpliese. Para colmar el esperpento, ahí tenemos a un patético ex presidente de la Generalitat, totalmente desprestigiado por sus escándalos de corrupción, abogar porque el independentismo catalán sea exigente con su reclamaciones, deseando quizá volver a las andadas de hace un sexenio. "Sorprende la facilidad grotesca y escandalosa, verdaderamente insultante, con la que delincuentes que debieron desaparecer del mapa político, alguno de ellos aún imputados judicialmente, que tendrían que permanecer escondidos en sus casas, como Felipe González, Jose María Aznar o Jordi Pujol, insisten en decirle a este gobierno y al independentismo catalán lo que deberían o no deberían hacer, en ilustrarnos a todos acerca de lo correcto y lo incorrecto, de lo ético y lo moral. España no ha sido nunca otra cosa que una nación enferma y degradante". Gracias Nu WanDa. Lazarillo
Javier Valenzuela
Van a ir con todo. El Senado, los ayuntamientos y comunidades que gobiernan, los muchos fiscales y jueces situados a la derecha de Atila, los sindicatos ultras de la Policía y la Guardia Civil, la patronal, los diarios amarillos en papel o digital, las radios y cadenas televisivas del Apocalipsis, las redes sociales, los militares franquistas, jubilados o no, las cloacas del Estado, el Deep State… Van a ir por tierra, mar y aire. Con bulos, mentiras y sofismas.
No consiguieron el 23J los votos necesarios para que Feijóo fuera investido presidente de la mano de Abascal, pero tienen detrás a los ricos y poderosos y, además, a millones de españoles. Muchos de ellos hooligans pendencieros. De esos a los que les pone la bronca y la crispación tanto como colgar banderas rojigualdas en los balcones o ver desfilar a la Legión con su cabra. Van a jalearles. Van a permitirles todo. No les quepa la menor duda.
“El pueblo español tiene el derecho y el deber de defenderse”, advirtió Abascal desde la Carrera de San Jerónimo. Abascal identifica al pueblo español con los que el pasado verano votaron al PP y Vox. Le importa un carajo que más de la mitad de los votantes –doce millones y medio– prefirieran a los partidos que ya situaron a Francina Armengol en la presidencia del Congreso y podrían otorgarle a Sánchez la del Gobierno. Estos no son pueblo español, son la Antiespaña que ya derrotara militarmente el glorioso Caudillo.
Abascal es un totalitario: toma la parte por el todo. Pero va muy en serio. Dice lo que piensa. Y el PP de Feijóo se ha infectado de su virus extremista. El cura gallego de la extremaunción ha llegado a la conclusión de que el mejor modo de evitar que lo destrone Ayuso es hacer como ella: absorber a Vox adoptando como propias sus soflamas y técnicas. Al fin y al cabo, PP y Vox son primos hermanos. De la familia del nacionalismo españolista.
Van a jugar a lo de siempre: el fin de la España una, grande y libre es inminente. Y lo van a hacer con las reglas del rugby o incluso con las del Calcio Storico. Vale agarrar el balón con la mano, valen los empujones, las zancadillas, las patadas y los puñetazos. Se alienta el griterío en los medios, se recomienda la fuga de capitales, se promueve el ruido de togas, se suscita el rumor de sables. Y, si es menester, se asalta el Congreso disfrazados de bisontes. Lo último ya lo hicieron los de Trump y Bolsonaro, ¿por qué no ellos?
DdA, XIX/5.463
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