Willy Veleta
Con la franja de Gaza en la cabeza me fui al cine a ver la última película de Nanni Moretti: El sol del futuro. «¿Qué sol?, ¿qué futuro?», pensé en el día en el que la frase más utilizada al suroeste de la ciudad fue: este mundo se va al garete. En la peli aparece el secretario general del PCI (Partito Comunista Italiano) Palmiro Togliatti entre la espada y la pared. Entre Stalin y la primavera de Praga. Y se decide por Praga.
El protagonista de la película (Nanni Moretti) llega a explicar en un momento a unos trabajadores de la película que está rodando sobre el PCI que el partido llegó a tener dos millones de inscritos, que estuvo a punto de gobernar. Un trabajador le pregunta si eran dos millones de rusos.
Durante el visionado de esta nueva producción de mi querido Moretti (éramos tres gatos en el cine) se me colaba todo el rato el recuerdo de Gaza. Hubo un tiempo pensé…que en Palestina vivían 1,4 millones de palestinos. En ese fatídico 1948, 800.000 fueron expulsados de sus tierras. Algunos incluso se llevaron la llave de su casa. El sol de su futuro.
Terminó la peli y me dirigí a la Puerta del Sol para acudir a la manifestación en solidaridad con Palestina. Iba pensando en esa escena de la película en la que el protagonista y su productora intentan vender la peli a Netflix pero les dicen que no es posible porque a la trama le falta un momento “What the fuck”.
Mientras me zampaba una napolitana de chocolate (recién hecha) de la Mallorquina (o quizá fueron dos) pensaba en esa frase: «What the fuck». Lo que deben pensar cientos de miles de palestinos cuando les acusan de terroristas. Alguien muy poderoso (el cuarto ejército más poderoso del mundo) ha acabado con su paciencia, 75 años de paciencia y sometimiento diario.
Cuando eres de mecha larga aguantas y aguantas. El día que saltas te dicen:
—Joder qué genio tiene el niño.
Y así todo. Perdonen el símil imperfecto.
Mi misión de la tarde/noche era hablar con palestinos, con palestinas. Todos los medios corrían de un lado a otro como pollos sin cabeza siguiendo los cantos de sirena de los gritos de “guerra”:
—Que viva la lucha del pueblo palestino —entre otros.
Yo buscaba entre la muchedumbre gente palestina.
—No, perdona… soy marroquí
—Soy del Perú, entrevístame… lo nuestro también es un genocidio
Hasta se me acercó un señor de IU (Izquierda Unida) para pedirme explicaciones sobre Yolanda Díaz. Otro me preguntó (de la nada): «¿Es España un estado terrorista?»
—Vengo de Siria, estamos peor que nunca.
Me acordé de Mikel Zabalza, de Martxelo Otamendi (director de Engunkaria), de la cal viva y hasta del 1 de octubre. Pero no respondí porque aquí las preguntas las hago yo (jeje) y porque no sabía si era un miembro del Mossad o el nuevo reportero del señor que se pavonea por el Congreso con sobredosis de Farmatint.
—Si España no es un país terrorista, Palestina tampoco —sentenció el buen hombre, que resultó ser un palestino al que le gusta desafiar a desconocidos con preguntas contundentes. ¿Stalin o Praga?
Un joven se encaramó a una farola isabelina para ondear con mucho estilo una bandera palestina. Recordó por momentos a otro joven que se subió a una salida acristalada de un parking para desplegar una bandera tricolor republicana, hace años, parece que fue hace siglos.
Un fotógrafo amigo me enseña una ráfaga de fotos del abanderado, desde su visor: «Mira qué pasada».
Yo sigo buscando gente palestina.
—¿Eres de Gaza?,
—No… soy del norte de Palestina.
—¿Cerca del Líbano?
—No, no soy del Líbano…
(Hay tanto ruido de fondo que no nos entendemos)
Sigo preguntando. —¿Alguien de Palestina?
—No, yo soy de Aleppo.
Un señor me confirma que es de Murcia. Apenas reparo en él.
La gente no se va. “Palestina vencerá”, grita todo el mundo.
Me vuelvo a acordar de Togliatti. Qué oportunidad perdida. Dos millones de afiliados, y no eran rusos ¿Qué hará el mundo? ¿Israel o el otoño palestino?
El hombre que pudo gobernar. Me acuerdo también de Yasser Arafat, de Bill Clinton, de Yitzhak Rabin. Allí estaba yo, en Washington DC. Escribiendo para un difunto periódico sobre el sol del futuro, la paz en ciernes. Pudieron gobernar la paz pero ni Oslo, ni Madrid, ni Praga. Se fue todo al garete. Como el PCI, como Togliatti. What the fuck. Lo tuvieron al alcance de la mano.
Cuando ya me iba a tomar un granizado de limón para bajar la napolitana de chocolate se me acerca un tipo y me pregunta en inglés por qué no hay manifestaciones en España a favor de Israel. Casi prefería la pregunta de qué me pasa con Yolanda Díaz. El hombre me cita ciudades del mundo donde sí ha habido concentraciones de apoyo al estado de Israel. Le hubiera puesto con gusto el GIF en bucle de esa señora que pregunta:
—¿Pero usté quién es?
Yo sigo a lo mío. Pensando en qué bien me vendría tener la vespa de Nanni Moretti en Caro Diario para volver a mi coche. El señor israelí insiste:
—They kill little kids —ellos matan a niños.
—Is their fucking land —es su puto país, le respondo mientras un seguidor de Canal RED se hace una foto conmigo y me echa una bandera palestina por el hombro.
What the fuck, ese es mi momento What the Fuck. Señor suélteme el brazo, leave me alone.
De repente aparece en escena Afnan, una chica palestina a la que había entrevistado unos minutos antes. (Lo podéis ver en El Tablero y Noticias Básicas de Canal Red)
—Oye allí detrás —señala a la entrada de la DGS, la sede de la Comunidad de Madrid— hay una tía de la embajada israelí. Sí, esa… la de la camisa de flores y el pelo rubio rapado. Le cuento mi conversación con el señor israelí. Una señora que pasaba por allí y que es el perejil de todas las manifestaciones sentencia:
—Ese tío es del Mossad, se le ve de lejos. Y la rubia también.
La señora que lo mismo va a una mani contra la tala de árboles que se quiere comer a besos a Tito Morano en una Marea Verde, se acerca a la supuesta trabajadora de la embajada de Israel en Madrid y le grita:
—¿Qué tengo que hacer para ser espía del Mossad? ¿Pagan bien? Vamos no me jodas…
Es el momento de apagar los micrófonos inalámbricos, guardar las esponjilla de Canal Red y tomarse un granizado con Serigne Mbaye y mi amiga Marisol.
—¿Bocata de calamares en la Plaza Mayor? —me dicen sonrientes.
La napolitana de chocolate había hecho su propio muro de las lamentaciones en el estómago y me dice que no, que hay que volver a casa.
Que los artículos no se escriben solos, what the fuck.
No hay comentarios:
Publicar un comentario