Alejandro Álvarez*
Hoy recorrí espacios escondidos por los montes de Guímara plagados de memoria e historia silenciadas, acompañado por Santiago García "Chago", director del documental "Un guerrillero llamado Santeiro"; Alejandro Cerecedo, guimarés empapado de la historia de su pueblo; los hermanos Fidel y Diego Ramón, nietos del guerrillero Fidel Ramón, muerto es esas montañas, y Eloy Terrón, sobrino del guerrillero César Terrón. Luego, "repostamos" en la Palloza que lleva Gurka, un argentino original en sentidos varios.
Guiados por Chago y Alejandro Cerecedo, visitamos dos "chozos" (refugios) usados esporádicamente por los guerrilleros del grupo de El Santeiro entre 1937 y 1948, años de represión feroz en los pueblos de la zona y, como contrapunto, de tibia esperanza, mantenida por aquellos hombres en armas, que se escondían en esos "chozos" de las fuerzas represivas fascistas, defendiendo con las armas en la mano la legalidad republicana y esperando una ocasión propicia para acabar con el fascismo en España.
En uno de esos refugios (en la foto), azarosamente, al disparársele el arma, quedó gravemente herido el guerrillero Fidel Ramón. Sus nietos recordaban hoy el perpetuo sentimiento de culpa que sintió su padre, hijo del guerrillero herido, al pensar que igual él había sido responsable involuntario de aquel desgraciado suceso. Siendo niño de nueve años había visitado a su padre en el "chozo" situado cerca del pueblo de Guímara y estuvo jugando con el arma de su padre el día antes del desgraciado accidente. Ya mayor, llegó a pensar, sin poder quitárselo de la memoria, si quizás él, sin saber, habría quitado el seguro del arma y habría sido la causa de que esta se le disparase a su padre.
En aquella situación precaria, herido grave, sin un médico que lo atendiera y sin posibilidad de trasladarlo a un hospital, poco después sus compañeros tuvieron que optar entre dejarlo morir tras un largo sufrimiento o darle un tiro de gracia y, tras consultarlo con él, está última fue la opción, la única que entonces veían. Había que sortear a quién le correspondería el papel de ejecutor y el azar designó a Él Santeiro, pero este rehusó acabar con la vida de su tío Fidel, hermano de su madre, Ulpiana. Su compañero "El Vasco" se ofreció para liberarlo de aquel mal trago que la fortuna le había asignado. Al comentarlo con Fidel, este pidió fumarse un cigarro y que después procediera a la ejecución. Hoy su nieto Fidel lamentaba haber no llevado un cigarro para ofrecerlo a la memoria de su abuelo en aquel espacio lleno de memoria del pasado y de emociones en el presente. Sobre todo por parte de Fidel y Diego, al contemplar el espacio en el que murió su abuelo mientras seguía luchando por defender la legalidad republicana.
*Autor de El médico que no quería morir. Vida y muerte de Lodario Gavela Yáñez. KRK ediciones, Oviedo.
DdA, XIX/5.445
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