sábado, 16 de septiembre de 2023

LA IZQUIERDA NO TIENE DISCURSO SOBRE EL ASUNTO DE LAS NACIONES Y LOS ESTADOS



Enrique del Teso

Guille, el de Mafalda, vivía angustiado viendo el polvo que sacaba su madre al limpiar. Él creía que el polvo procedía de ellos, que se iban desgastando y que llegarían a consumirse algún día. Esa mirada inocente puede creer que la porquería que sale cuando lavamos la ropa es la propia ropa que se está disolviendo, como cuando metemos en agua una pastilla efervescente. Y habrá casos en que no sea fácil diferenciar la limpieza de la disolución. Quizá estemos viviendo uno de esos casos. O Feijóo tiene un triunfo escondido o su numerito es tan ridículo como parece. Si es lo primero, su triunfo está tan escondido que no lo ven ni los suyos. La perreta de Felipe González y Alfonso Guerra, los suyos, suena a impotencia (claro que en ellos la impotencia es estructural; parecen dos tipos pequeños agitándose porque un señor muy grande delante de ellos los tapa y no les deja ver; ese señor que llamamos paso del tiempo). Aznar, con su berrinche en plan Roberto Alcázar, parece escocido. Si Feijoo tiene un triunfo, decía, los suyos no lo ven. La otra posibilidad es lo que parece, la cutrez de que el Rey haya encomendado formar gobierno a quien no puede para que la investidura sea un acto de oposición al gobierno que aún no se formó.

Lo cierto es que esta demora llenó el ambiente sonoro de estridencias. Hay tres patas en el asunto de Cataluña. Una pata es el independentismo catalán, que ni es de ahora ni está de paso. Hay independentismo porque hay independentistas, muchos, y los locos del «¡a por ellos!» deben entender que no podemos matar a la mitad de los catalanes, primero porque está mal y segundo porque es logísticamente inviable. La segunda pata es España, que no va a permitir la independencia y que derribaría de inmediato a cualquier gobierno que quisiera permitirla. Una de las cosas que tienen que saber hacer los políticos es tratar con problemas sin solución. Que no haya solución no quiere decir que no haya grados virtuosos de aproximación a esa solución imposible de formular. Sobre Cataluña siempre cabe ese punto en que las dos posturas no se encuentran, pero van juntas, en que las dos partes hacen como que no renuncian a nada y como que están caminando cada una hacia su objetivo final, pero por el camino en el que se pueden hacer compañía, ese punto en el que cada uno vive como todo dios, en un mundo que no es cien por cien como lo querría. Los efectos del 1-O hacen difícil ese punto. Hubo una evidente desmesura de un independentismo que representaba solo a la mitad de Cataluña. Pero también hubo una evidente desmesura judicial que no fue avalada internacional ni jurídicamente. Hay que desactivar esos efectos que impiden ese punto amable en el que todos ceden fingiendo que dan pasos hacia el objetivo final. Pero ahí aparece la tercera pata. La derecha nacionalista española no tiene votos en Cataluña ni en el País Vasco. A la derecha nacional Cataluña y el País Vasco solo les sirven como combustible electoral en el resto del estado. Cuando van mal de votos, y ahora van mal, necesitan a esas dos comunidades en llamas.

La demora de Feijoo llenó el ambiente de bravatas nacionalistas independentistas y unionistas. Y lleva a la izquierda a la confusión. Los independentistas, Diada mediante, recuperaron un tono maximalista que se pueden ahorrar. Lo mínimo que necesita Cataluña es la amnistía, con el término y formulismo jurídico que proceda: restañar la avería de los tiempos del 1-O. Y no habrá amnistía con una repetición de elecciones, gane quien gane. Y la patronal presiona a Junts. Sobra la retórica gruesa. En el PP, Aznar y Ayuso se sienten por separado los verdaderos líderes de la cosa, le meten los dedos en los ojos a Feijoo y no paran de tirarle de los brazos mientras conduce. Así el coche zigzaguea, pasamos del sanchismo, que ya no recordamos, a España se rompe, pasando por una cana al aire con Junts y el «encaje» de Cataluña, para acabar culebreando para evitar otra foto de Colón. Lo más probable es otra foto de Colón, pero con el PP luciendo ese careto que tenía el PSOE cuando votó el «arreglo» de la ley de solo sí es sí. Y la izquierda entra en la confusión por dos razones. Una es que están incorporando el discurso del estado plurinacional. Es raro que la izquierda, toda ella, no haya entendido todavía que no tienen discurso sobre el asunto de las naciones y los estados. Cuando hablan de naciones, hablan con vocabulario prestado y se atascan en la primera y sencilla pregunta de cuántas y cuáles son las naciones de España. O hablan con vocabulario federal o se enredarán. Si lo sabrá Podemos.

La otra confusión es que la demora está favoreciendo algo muy querido por las oligarquías y que es el mayor servicio que les presta la ultraderecha: que la gente traslade la atención de los problemas a la afirmación de una identidad simbólica. La ultraderecha quiere que la furia por no poder pagar el alquiler se convierta en furia española contra quienes rompen España, o contra los árabes, o contra los MENA. Cuanta más energía en la identidad simbólica amenazada, más exclusión reaccionaria y menos conflicto de clases. La demora soltó ya lo de España se rompe y lo de la autodeterminación y la derecha ya asocia la igualdad con la unidad de la patria y no con la justicia social.

La izquierda debe adelgazar los simbolismos identitarios por lo que tienen de distracción de los problemas y estímulo de actitudes de exclusión. Su discurso debería tener cuatro ejes. El primero es el social. La desigualdad crece y los cacicazgos son cada vez más soberanos. Los amos de la energía hacen bailar los precios a su antojo. Los pocos grandes productores de aceite ahogan a los pequeños, hacen el agosto con exportaciones masivas y dejan muy poco para el interior, con lo que el precio se nos va; lo demás son milongas. Los grandes poseedores de inmuebles tienen trabajando para sus alquileres a medio país. A la izquierda asturiana, en particular, le acaba de hacer un impagable servicio Luis Fernández – Vega, con eso de que los famosos Vega se tendrán que ir si Asturias no quita el impuesto de sucesiones. Es un recuerdo contundente de varias cosas: que la lucha de clases no es una propuesta, es un hecho y los ricos están en ella a brazo partido; que los ricos no tienen patria, tienen fortuna e intereses; que la burguesía asturiana es especialmente desarraigada; y que los ricos no quieren más, lo quieren todo. El segundo eje es Europa. Europa es la garantía y la amenaza de nuestra democracia. Es un exoesqueleto que mantiene nuestra democracia cuando sus huesos cogen osteoporosis. Pero hay una dura pugna. Los ultras crecen y quieren que Europa cambie y pase a ser la estructura que impida la democracia liberal en cada país. Esa lucha se está librando aquí. El tercer eje es el feminista. Los pasos en los derechos de las mujeres afectan decisivamente a la organización económica y social. Es, junto con el ecologismo, el frente de más impacto en esa llamada guerra cultural. Hay que dar todos los pasos en este frente y hay que hacerlo ahora. Y el cuarto eje es la organización territorial. El necesario entendimiento con partidos independentistas vascos y catalanes hace inevitable lo que de todas formas es urgente hacer, que es poner orden en las relaciones asimétricas del estado con los territorios. Pero debe ponerse encima de la mesa algo más que el encaje de Cataluña o el País Vasco: Madrid DF es una evidente anomalía en la organización del estado y de nuevo Fernández – Vega nos hizo el favor de recordarlo. Ese estado dentro del estado es un mecanismo que está disparando la reina de todas las desigualdades, hacia la cual acaban confluyendo todas las demás desigualdades: la desigualdad social. Ese estado dentro del estado está succionando recursos de los servicios públicos en beneficio, no de un territorio, no de los madrileños, sino de una clase social en todo el estado. La clase social que no quiere más, sino que lo quiere todo.

Pero, como dije, quizá no nos estemos disolviendo. Quizá nos estemos lavando y este griterío sea la mugre que echamos.

              NORTES  DdA, XIX/5.446           

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