Lazarillo
Encontramos esta información en un diario ibicenco, isla sobre la que llueven los turistas y en la que se dan sablazos un poco mayores aún que los que se registran en otras localidades del verano ibérico, y digo ibérico porque también ese tipo de bandidaje a mantel alcanza, si bien no tanto, al vecino Portugal. Una familia compuesta por tres personas decide desayunar en un conocido restaurante de Ser Salines. La cuenta asciende, según ticket adjunto, a la friolenta cantidad de 99 euros, desglosada de este modo: un café cortado, 7 euros, tres crepes a razón de 22,5 euros cada una y dos aguas, una con gas y otra natural, por 9,5 euros y 15 euros, respectivamente. La noticia aparece en El Periódico de Ibiza y me hace pensar, una vez más, en el ratero Rato con aquello de "es el mercado, amigo", así como en la socorrida frase que los veraneantes emplean al justificar su tiempo de ocio con aquello de "desconectar". Así es imposible desconectar porque somos más conscientes del sistema en que estamos. Sablazos como el sufrido por esta familia en Ibiza son una norma tan extendida en España que hasta las farmacias no se libran de ella al dispensar los medicamentos de quienes residen en otro lugar y comprobar que sus pastillas o sus gotas pueden llegar a costar casi el doble en sus lugares de veraneo. Habría sido oportuno que esa familia sableada en Ibiza se informase de las remuneraciones del personal de servicio que la atendió en ese restaurante.
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