miércoles, 5 de julio de 2023

ASÍ SE BORRA Y OLVIDA LA MEMORIA DEMOCRÁTICA: LA CALLE PI Y MARGALL DE GIJÓN

 


Félix Población

Es bien de lamentar que en la actual villa y ciudad de Gijón, durante los más de cuarenta años que llevamos de democracia -aunque sea bajo la institución monárquica de los Borbones, heredada de la dictadura-, no se haya recuperado el nombre de Francisco Pi y Margall para ninguna de las calles, plazas, parques o avenidas que conforman su extenso plano urbano. El dato me lo confirma Luis Miguel Piñera antes de redactar estas líneas. Tampoco tengo constancia de que ese nombre lo lleve, como bien podría ocurrir por la personalidad del nombrado,  alguna de las bibliotecas o centros de cultura existentes en la localidad asturiana.

La figura intelectual y política de quien fuera el segundo de los presidentes de la malograda primera República bien se merecería, si no recuperar el nombre que se le dio entre 1910 y 1937 a la que fuera calle de Los Moros desde 1891 y lo sigue siendo desde 1937, sí concedérselo a alguna otra arteria, parque, plaza o centro de cultura de Gijón. Más que nada porque su ausencia ratifica la decisión dictatorial acordada por las tropas sublevadas, al poco de ocupar militarmente Gijón en octubre de 1937, al objeto de anular la memoria democrática en la persona de uno los intelectuales y políticos de más notoria integridad de nuestra historia. Su resultado ha sido, a la postre, el desconocimiento actual, por parte de la mayoría de la ciudadanía, de quien fue Pi y Margall.

Puestos a datar la fotografía de Constantino Suárez que me sirve de motivo para este artículo, en la que aparece el nombre del historiador, político y ensayista catalán, bien podría reflejar una jornada de los años veinte, captada desde el emplazamiento que hace esquina con la calle Instituto, allí donde la línea del tranvía que hacía el trayecto desde los Jardines de la Reina hasta el barrio residencial de Somió se hacía notar en mi niñez con el característico chirrido de la ruedas sobre los raíles al girar para tomar correspondiente curva, como quizá recuerde la gente de mi generación.

Por el atavío del personal que aparece en la imagen, cabe deducir que esta no fue captada en invierno. Observamos que los varones y mujeres no van con ropa de abrigo, y los niños que aparecen en la acera que vemos a nuestra izquierda llevan ropa ligera de colores claros. Como corresponde a la época, apenas hay vehículos circulando por la calzada y los que dos o tres que vemos se encuentran estacionados. El de la acera de la derecha que encontramos casi en la misma esquina, se encuentra muy cerca de la tienda de ultramarinos y coloniales de Casimiro Cervero, por el quizá el propio Constantino Suárez tenía algún tipo de predilección, dado que otra fotografía suya captó ese mismo rincón gijonés desde otro ángulo, como comenté en su día en este mismo DdA (¿Quién era Casimiro Cervero?

Un ciclista avanza en dirección al fotógrafo por el medio de la calle y al fondo apreciamos dos de los edificios más singulares de la villa, de los que únicamente permanece en la actualidad el que fuera sede del Banco de Gijón. Sus cuatro plantas están coronadas, aunque no se aprecie en la fotografía, por una mansarda a la parisina con óculos, pináculos y templetes con techo de pizarra, mientras que en la entrada del edificio destacan dos grandes pilastras con capiteles corintios. Es una obra del arquitecto Luis Bellido, de estilo ecléctico, como lo era también, perteneciente al mismo arquitecto, el edificio de las torres rizadas que aparece al fondo de la calle, lamentablemente derribado por la piqueta, como tantos otras bellas construcciones, creo que a finales de los años sesenta. 

Sirva este artículo para recordar y deplorar que Gijón haya perdido el nombre de Francisco Pi y Margall, habiendo sido éste el de una de sus calles más céntricas. Se trata de todo un referente de nuestra memoria democrática, que se relacionó durante su existencia con las personalidades europeas más importantes de su tiempo, y que la dictadura franquista borró del callejero de la ciudad  y de la cultura histórica de su población sin que ninguno de los sucesivos gobiernos del Partido Socialista que se turnaron en el Ayuntamiento gijonés reparase en ello en el transcurso de más de cuatro décadas.  

Hubiera sido un buen año este de 2023 para recuperar el nombre de Pi y Margall la memoria democrática de la ciudad asturiana, cuando se cumplen 150 años de la insaturación de aquella pasajera primera República que él presidió y sobre la que escribió un valioso libro autocrítico, que quizá no estaría de más reeditar. Pero no parece que esto pueda ocurrir cuando al frente de la actual corporación municipal tiene aquella villa, por decisión soberana de la ciudadanía, a un gobierno de derecha extrema cuya gestión más probable será siempre a favor del olvido de la memoria democrática, según hizo la dictadura franquista. 

Mucho más importante que reconocernos en esa memoria es para esa derecha retrógrada -otra vez entre nosotros, como si nunca se hubiera ido- recuperar la tauromaquia en el coso taurino de El Bibio, bendecir las olas del mar desde La Cantábrica o negarle la voz al bable, el glotónimo que la lengua asturleonesa recibe en Asturias.

      DdA, XIX/5.385     

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