Félix Población
Al poco de empezar a leer este libro,
asistí en la villa de Boñar a la presentación de otro, este de carácter
periodístico (“La voz de los desterrados”, sobre una aldea sumergida de Los Cameros), en el que se hace una crónica con el testimonio de quienes tuvieron que
abandonar sus hogares por la construcción de un pantano en esa comarca riojana, al igual que lo hicieron los lugareños de los pueblos sepultados bajo las aguas del embalse leonés del Porma en los años sesenta.
En esa presentación, hace un
par de meses, se contó también con la versión directa de quienes vivieron esas
circunstancias en su niñez o mocedad, con todo el bagaje emocional que aquel
desarraigo supuso para la mayoría. A todos ellos les recomendaría el libro “No
oigo tu palpitar”, de Miguel Ángel Sánchez Rafael (Ed. Villa de Indianos). Se
trata de un entrañable y en ocasiones conmovedor homenaje de quien lo cuenta,
un biólogo en paro, a su abuela y abuelo, arraigados en este caso en un pueblo
extremeño. También allí se vivió y se vive la diáspora de la migración y el
aislamiento de los núcleos rurales, sin que apenas lo haya alterado el tránsito
de un régimen dictatorial a otro democrático.
Tal como cuenta Gabriel, el nieto
de Estanislao Olivera y Manuel Rodríguez, tratando de diseñar un porvenir en su
propia tierra, él se ve en la misma tesitura que se vio su abuelo, sin atisbar
un futuro que no sea el de traspasar la línea del horizonte. La emigración
sigue siendo una constante en ese lugar, como en todos aquellos otros de la llamada
España vaciada, mucho tiempo después.
Gabriel estaría dispuesto a
trabajar en la tierra de sus mayores, aunque no fuera en un empleo acorde con su
formación académica. Lo haría para poder al menos defender in situ esa tierra y pelear
mejor por sus intereses, tratando de resolver los problemas de sus habitantes uniéndose
a ellos, sin mendigar migajas: “Tan solo ruego -escribe Gabriel- que, por lo
menos, no la sigan despojando de recursos que ayuden a corregir las carencias
de las que adolece. Y cuando digo despojar de recursos me refiero al más
preciado de todos ellos, que es su gente, sin la cual difícilmente puede
enmendarse nada”.
Gustará este libro a quienes vivieron
la diáspora de los grandes embalses leoneses. Encontrarán en sus páginas
momentos para emocionarse con el recuerdo y las vivencias de sus mayores. El
autor lo escribió para salvar del olvido la memoria de sus abuelos y lo que ha conseguido con ello, como siempre que la literatura acierta en fondo y forma, es
rescatar la de muchos otros abuelos de esa misma generación que vivieron las
penalidades de la posguerra en similares y muy precarias circunstancias.
DdA, XIX/5.365
1 comentario:
¡Gracias por esta preciosa reseña!
Publicar un comentario