Lo más relevante, a mi juicio, de la traumática jornada política vivida ayer, es que su resultado parece traducir sin paliativos la firma del acta de defunción de PODEMOS que, convocado por primera vez a las urnas desde la decapitación de Pablo Iglesias, sale terriblemente malherido de las elecciones, estando abocado a pactar con un SUMAR igualmente maltrecho. El Pacto de las Cenizas no sería mal nombre para una coalición que, a menos de dos meses para las generales, tiene muy complicado restañar las heridas que nos han conducido a esta funesta situación. Todo hace prever el desembarco de la ultraderecha en el poder a escala nacional, hecho no conocido en España desde el final de la dictadura franquista. A ayuntamientos y autonomías ya han llegado, espoleados por un sector mediático en su mayoría conservador, cuya principal función es la de ejercer de guardián del status quo heredado del régimen del 78. Nueve años le ha llevado al sistema exterminar al partido gracias al cual el bipartidismo fue dinamitado, haciendo posible el primer gobierno de coalición de esta democracia.
No contento con lo de ayer, y menos de veinticuatro horas después, Sánchez, en un giro de timón que cercena de raíz los ecos de la victoria reaccionaria, convoca elecciones generales en menos de dos meses, el 23 de julio, tras la debacle histórica sufrida por la izquierda; ¿ocurrencia o genialidad?. La primera duda que me asalta es si convoca con la intención de ganar o con la de perder lo menos posible, con la de detener la hemorragia. El espacio a la izquierda del PSOE no tendrá tiempo de reaccionar, de restañar en sus votantes la emocionalidad herida, causada por el espectáculo lamentable de desunión visto en los últimos meses. Sin unos socios fuertes Sánchez no podrá reeditar el gobierno de coalición. Sólo puedo inferir que está convencido de que perderá, pero que cree perderá menos ahora que en diciembre y que, de paso, exterminará a sus torpes socios.
DdA, XIX/5.360
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