Félix Poblacón
El poeta Francisco Álvarez Velasco, a quien siempre leo con gusto, publica hoy un fragmento del libro de Juan Muñoz Ahora que me acuerdo, en el que hace memoria de su compañero de docencia en el Instituto Jovellanos de Gijón, mi admirado profesor Francisco Vizoso. Muñoz sitúa la primera conversación con su colega en la sala de profesores de centro:
"Me encuentro con un local amplio, presidido por una gran mesa de madera noble y tres grandes lámparas de araña colgando del techo. Muebles antiguos con cajoneras y varios tresillos completan el conjunto. En las paredes, más cuadros. Varios profesores están allí sentados. Unos corrigiendo, otros leyendo el periódico. Siguen a lo suyo. Entro, y a la izquierda hay otra sala más pequeña. Un profesor, ya mayor, toma un café y fuma con avidez. Lleva puesta una gabardina de detective con un par de lamparones. El rostro es noble, de patricio romano. A diferencia de los otros, se dirige a mí y me saluda de forma efusiva. Agradezco el recibimiento. Nos presentamos. Se llama Francisco Vizoso. Hablamos —habla— de filosofía: existencialismo, fenomenología, vitalismo. Apabulla. Después pasamos —pasa— a la música: Wagner, y su difícil relación con Nietzsche. No es especialista ni en filosofía ni en música. Es de Latín. Yo pienso que viene del Renacimiento. Dos horas después, llego a casa atribulado, pensando en el nivel de aquel instituto donde acabo de aterrizar. Me pongo a estudiar. Repaso cosas de filosofía que no había hojeado desde que había acabado la carrera: Husserl, Hartmann, Jaspers... Me tranquilicé a los pocos días, cuando me di cuenta de que Vizoso no había más que uno".
Hace muchos años, cuando aún vivía Francisco Vizoso, si bien ya se había jubilado, publiqué una carta al director en la Hoja del Lunes de Gijón en la que instaba al Ayuntamiento de aquella villa a que se diera el nombre de nuestro recordado profesor de Latín a alguna de sus calles, parques o plazas, consciente de que en el callejero urbano hay nombres con menores méritos que los de mi recordado y admirado profesor. Desconozco si esa decisión se tomó ya, pero en Gijón sería de justicia tener esa deferencia con su memoria, como sugería en estas líneas, caso de que al día de hoy -según me temo- no se haya cumplido mi propuesta*:
"Ignoro si las autoridades competentes incluirán el nombre de Francisco Vizoso en el callejero de la villa. Tampoco sé si esa decisión asegura la memoria histórica de Gijón. El callejero suele ser una veleta en manos de la historia. De lo que sí estoy seguro es de la dimensión humana e intelectual de Vizoso en la intrahistoria de muchos de sus alumnos. Sus clases era una conversación con la intimidad de la cultura. Un coloquio abierto de horizontes desde la palabra latina. Un verso de Virgilio representaba en ocasiones la vuelta al mundo interior del hombre en una hora. Nos podría conducir a los Beatles o al poeta peruano César Vallejo. Con Vizoso aprendimos a celebrar el saber como inquietud y la vida como vocación humanística. Muchas veces, escuchando las flautas de Johan Sebastian Bach, reparo en todo el placer y toda la emoción que me transmite la música. Esa felicidad en el oído del alma se la debo a usted, señor Vizoso. Por eso, cada vez que me suena dentro, descubro con su nombre una plaza de luz en mi memoria".
*Me confirma Vicente Bernaldo de Quirós que Gijón no tiene un lugar que recuerde al profesor Francisco Vizoso, al menos 35 años después de que lo sugiriera en ese breve texto. Muy lamentable.
DdA, XIX/5.418
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