sábado, 8 de abril de 2023

CUANDO GIJÓN DIJO NO A LUIS SEPÚLVEDA


José Ignacio Fernández de Castro

Luis Sepúlveda Calfucura (Ovalle, Limarí, Coquimbo -Norte Chico-Chile, 4 de octubre de 1949- OviedoAsturiasEspaña, 16 de abril de 2020) dejó su Chile natal huyendo del terror pinochetista en 1977 para, sin intuir siquiera donde hallaría su lugar en el mundo, iniciar un largo periplo por Buenos AiresMontevideo, Brasil, Paraguay, Bolivia, Perú y Ecuador… Con la Brigada Internacional Simón Bolívar participaría en 1979 en la revolución sandinista frente a la larga dictadura familiar de los Somoza en Nicaragua. Y pasaría a Europa para instalarse en Hamburgo, donde trabajaría como corresponsal de prensa, potenciaría su faceta de escritor, se casaría por segunda vez (había tenido un efímero primer matrimonio, de 1971 a 1973, en chile con la poetisa Carmen Yáñez, del que había nacido su primer hijo) con Margarita Seven, con quien tendría tres hijos más, y se incorporaría al movimiento ecologista como corresponsal de Greenpeace en diversas acciones marinas entre 1983 y 1988. Tras una década, el matrimonio con Margarita se fue resquebrajando y en los 90 volvió a coincidir con Carmen Yáñez, renaciendo la relación que sería definitiva. Porque, cuando Luís Sepúlveda, invitado habitual a la Semana Negra de Gijón (desde 1988), decidió que aquel podía ser su lugar en el mundo, ambos se instalaron muy cerca del rumor del mar Cantábrico en la Colonia del Piles… Él contaba que, en su primera visita a la ciudad cuando, haciendo una gestión bancaria tuvo ciertas discrepancias con el empleado y se encontró pensó que le seguía en la cola dijo “el compañero tiene razón”; así que le pareció que en un lugar donde la gente que no conoces te llama “compañero” merece la pena vivir… Y así lo hizo en 1997.

Antes su literatura había traspasado todas las fronteras con Un viejo que leía novelas de amor, ganadora en 1988 del asturiano Premio Tigre Juan, una brevísima e intensa, casi más relato largo que novela corta, declaración de amor a la literatura y a la naturaleza que incorporaba sus experiencias con los shuar ecuatorianos y sería traducida a veinte idiomas vendiendo más de dieciocho millones de ejemplares, convirtiéndose en habitual texto de estudio en institutos y universidades. Desde entonces el éxito de su intensa y extensa producción literaria ha sido constante incluyendo el paso a la gran pantalla: Historia de una gaviota y el gato que la enseñó a volar (Enzo D’Alo, 1998), El viejo que leía novelas de amor (Rolf de Heer, 2001),  Cuando no tengas un lugar donde llorar (London Film School, 2010), o, sobre guión y con dirección propia, Nowhere (2002) y el cortometraje documental Corazón verde (2003)... El mismo sería protagonista de la realización por Sylvie Deluele para el canal francoalemán Arte una telemovie documentalLuis Sepúlveda, el escritor del fin del mundo (2011). Lo cierto es que Luis Sepúlveda consideraba que la única función de la literatura era “contar bien una buena historia y no cambiar la realidad, porque los libros no cambian el mundo; eso lo hacen los ciudadanos”. Pero entre ese bien contar emerge la obligación de “hacer memoria” y combatir “a quienes defienden la amnesia como razón de Estado, como se quiso hacer en Chile” (o se sigue haciendo en España). Y por eso crea (de Nombre de torero, 1994. a El fin de la historia, 2017) su alter ego, Juan Belmonte, para rememorar hitos de su aventurada vida que conjuren la tentación del olvido.

Luis Sepúlveda fue, en fin, un ilustrísimo hijo voluntario de Gijón durante su postrero cuarto de siglo, 1997-2020… y hasta fundó y dirigió  del Salón del Libro Iberoamericano que, desde 1998 y durante catorce ediciones, llenaba cada segunda semana de mayo las salas y calles de la ciudad con la presencia y la voz de las mejores plumas y editoriales de ambas orillas del Atlántico…  Cierto es que el consistorio gijonés dio su nombre, con placa inaugurada el 13 de mayo de 2022, a la Biblioteca Municipal de El Coto; cierto es que fue nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad a título póstumo en noviembre de 2022… Pero, ante el ofrecimiento (sin contrapartida explícita) de su biblioteca personal, con la sugerencia de que pudiese constituir la base de una Casa de las Letras municipal capaz de animar la afición escritora entre la ciudadanía, por parte de sus herederos, el Ayuntamiento hizo oídos sordos, dando la callada por respuesta… En público se habló de que la inmensa mayoría de los tres mil setecientos libros (acompañados de enseres personales) del legado ya estaban en la red de bibliotecas municipales; sotto voce se dejaba caer que había muchos ejemplares de colecciones populares en ediciones de escasa calidad material junto a otros de autores pulp… ¡Como si la relación entre ese conjunto diverso de lecturas y la magna obra del donante no fuese ya, en sí misma, un motivo de interés y estudio!. El caso es que ese legado, ante el silencio oficial de las autoridades culturales locales durante más de un año, acaba en la población portuguesa donde, en el encuentro anual de escritores de lenguas ibéricas Correntes d'Escritas, contrajera el virus que acabaría con su vida: Póvoa de Varzim… La pequeña ciudad, de apenas 65.000, habitantes al norte de Oporto, patria chica del gran José Maria de Eça de Queirós, parece que incluso ha compensado a la familia con unos dieciocho mil euros y situará el legado en un edificio propio. En fin, ahora la familia hasta se muestra ya proclive a dejar en manos del consistorio gijonés, pese al feo gesto con la biblioteca y a ciertos recelos iniciales, los manuscritos y los materiales creativos del genio chileno… ¿Serán acogidos como se merecen o mostrarán de nuevo que, como diría Antonio José Bolívar Proaño, “los Gobiernos viven de las dentelladas traicioneras que les propinan a los ciudadanos”?.

     DdA, XIX/5.419     

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