SOLAS FRENTE A LA VILEZA
Raúl Solís
PSOE y PP han votado a favor de la reforma de la ley del sólo sí es sí. Meses de contadores de rebajas de condenas han conseguido doblegar al PSOE. De nada han servido las comunicaciones de la Fiscalía General del Estado ni que haya habido más jueces que han aplicado bien la ley que jueces machistas que han decidido rebajar condenas en lugar de aplicar los agravantes de la ley. El objetivo mediático es acabar con una ley que pone por primera vez el consentimiento de las mujeres en el centro, que las cree, que no las obliga a enseñar desgarros vaginales para demostrar que se ha violado su libertad sexual. Las heriditas, según la ministra de Justicia, Pilar Llop.
Otro objetivo, casi más importante que el primero, es lanzar la
idea de que estas niñatas de Podemos no saben legislar. Lanzar un mensaje que
discipline a la ministra de Igualdad, Irene Montero, demostrar quién manda, qué
se puede legislar o qué no. Decirles a las feministas a lo que se enfrentan si
se atreven a llegar tan lejos como Irene Montero. El feminismo era muy cómodo
cuando sólo hablaba de ‘cosas de mujeres’, pero incomoda cuando disputa el
poder a quienes lo han tenido siempre y pone en el centro a quienes siempre
estuvieron en las periferias.
De nada ha servido que las especialistas en violencia contra las
mujeres alaben la ley, ni que España haya recibido honores hasta de la ONU por
haber sido el primer país del mundo en aprobar una legislación que pone en el
centro el consentimiento y no las heriditas, si la víctima llevaba la falda
corta o larga, si iba borracha, sola, si no se resistió lo suficiente o si
estaba dormida y no se enteró de ser penetrada. Por primera vez, son los
hombres quienes tienen que demostrar que han tenido sexo con consentimiento. La
justicia pensando en las víctimas y no en los agresores. Intolerable en un país
donde la judicatura sigue siendo una casta.
La Ley del sólo sí es sí no hubiese sido ningún problema de
haberla aprobado el PSOE. Como tampoco hubiese habido ninguna polémica si la
Ley Trans la hubiesen aprobado los socialistas. En realidad, nada hubiera
ocurrido si en el Ministerio de Igualdad siguiesen Carmen Calvo o alguna de
esas señoras de rancio abolengo que son feministas siempre que el feminismo no
le cambie la vida a las mujeres que recogen los cristales de los techos que se
rompen.
El abrazo de las dos ministras de Podemos, Ione Belarra e Irene Montero, solas
entre la multitud, visibiliza los kilos de violencia política que han sufrido a
lo largo de la historia las mujeres que han defendido los derechos feministas,
aquellas que no se callaron ni en los momentos de la historia donde hablar
significaba ser llevada a un pelotón de fusilamiento.
El abrazo de las dos ministras moradas frente al ruido de las burlas, los aplausos y el griterío de los diputados del PP son las médicas que en los 70 y 80 practicaban abortos ilegales en condiciones seguras jugándose el tipo; las mujeres que defendieron a las personas LGTBI cuando en la calle lo que había eran hostias, humillaciones e insultos para homosexuales y transexuales o las que dieron cobijo en sus casas a las hermanas que sufrían violencia de género cuando en España eran las víctimas quienes sentían vergüenza por recibir palizas de sus maridos y ni se hablaba de la existencia de casas de acogida o pisos de emergencia social.
El abrazo de Ione Belarra e Irene Montero es la fuerza de quienes
paran un desahucio a las ocho de la mañana sin importarles que enfrente haya 30
lecheras de la Policía Nacional, es la generosidad de los vecinos de mi barrio
o de cualquier otro recogiendo alimentos en la puerta de los supermercados para
las familias más castigadas por la crisis, es la valentía de la trabajadora
social de un ayuntamiento que le hace más fáciles los trámites a una mujer que
está harta de contar sus miserias para recibir una ayuda de emergencia de 250
euros para llenar la nevera y es también la grandeza del pescadero que le pone
más barato el pescado a una familia que a precio de mercado no podría comer
nunca en casa ni medio kilo de sardinas.
La derrota parlamentaria de las ministras Ione Belarra e Irene
Montero es la traición del PSOE a las feministas que se manifestaron por
millones en las calles exigiendo libertad sexual, pero es también la victoria
de quienes, a pesar de toneladas de bulos, manipulaciones y relatos falseados
del poder mediático, entienden siempre que el camino correcto es el justo,
aunque no siempre sea el más fácil, ni el más cómodo, ni el más comprendido, ni
siquiera el más rentable electoralmente. No hay un solo derecho de los que
disfrutemos hoy en día como sociedad que no naciera de la valentía de quienes
se abrazaban para resguardarse de la injusticia.
La alegría indisimulada
del PP no es el festejo de una victoria, sino la ceremonia de humillación al
feminismo con la participación imprescindible del PSOE, que ha canjeado la
libertad sexual de las mujeres por un trato amable de Antonio García Ferreras
en Al Rojo Vivo y
en los informativos de La Sexta. Hay derrotas que huelen
a victoria.
El abrazo de las ministras Ione Belarra e Irene Montero es la
dignidad frente a la vileza de quienes sólo defienden derechos si son
rentables. Dicen las Madres de Plaza de Mayo, quienes fueron tachadas de locas
cuando empezaron a buscar solas a sus hijos desaparecidos por la dictadura
militar argentina, que a veces las plazas están llenas y a veces están vacías,
pero donde nunca se puede estar es en la plaza equivocada. Dentro de no mucho
volverán a estar llenas las plazas y no habrá sitio para los tibios.
La Voz del Sur DdA, XIX/5.430
1 comentario:
Artículo valiente e imprescindible.
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