Isaac Rosa
Voy a
dejar ya escrito mi artículo comentando la vuelta a la política de Pablo
Iglesias, cosa que ocurrirá en algún momento de los próximos años. Lo hago por
adelantar trabajo, a la manera de esos borradores de necrológica que en un
cajón del periódico esperan la muerte de personajes públicos por su edad
avanzada y su mala salud, a falta solo de ponerles fecha y algún detalle de
última hora. En el caso de Iglesias lo esperable no es su muerte política, sino
al contrario, su renacer, precisamente por su edad y su buena forma.
Cuarenta y cuatro años. Cuarenta y dos cuando dejó la política hace
ahora dos años. Es difícil retirarte tan joven, en lo más alto, con tanto por
hacer y tus mejores años por venir. Más difícil cuando has vivido intensamente
siete años que valen por varias décadas, en los que has levantado de la nada un
partido, has sacudido el bipartidismo y cambiado la política de tu país, y has
llegado a la vicepresidencia del gobierno (y logrado la aprobación de
importantes medidas, por reconocérselo todo). Imposible dejarla cuando, además
de todo lo anterior, eres un animal político (pocos hemos conocido como él),
has sacrificado todo (todo, empezando por tu vida personal, tu familia, tu
intimidad), sientes que tienes una misión que cumplir y, por decirlo todo, nada
mejor que hacer.
Que Pablo Iglesias acabará volviendo a la política no da ni para jugarse un
café, es apuesta ganadora. Me refiero a volver a “la política de partido e
institucional”, pues él mismo aclaró en su día que
se retiraba de eso y solo de eso, y es evidente que no ha dejado de hacer
política desde entonces. Le hemos oído y leído mil veces su idea de que la
política se hace hoy en los medios antes que en los parlamentos, y en eso está
empeñado desde que dejó Podemos y el Gobierno, hiperactivo en medios digitales
y radiofónicos, y ahora con su propio canal de televisión además de las redes
sociales.
La pregunta no es si volverá, sino cuándo lo hará. Si será en las
próximas generales (todo es posible en este país, él mismo nos lo demostró
cuando dejó toda una vicepresidencia para
concurrir a unas autonómicas), si lo hará cuando gobiernen PP y Vox, si
esperará a que gire de nuevo el viento y se vea venir otro ciclo político cuya
ola cabalgar con la inteligencia y astucia con que cabalgó la del ciclo
anterior; o si lo hará dentro de diez o más años, cuando seguirá siendo un
joven político.
Cuando vuelva, será porque se lo piden, claro. Habrá un manifiesto
de gente afín y variada que pida una candidatura unitaria con la que sacudir el
tablero y dar la vuelta a la situación, y entonces aparecerá Iglesias en un
acto público y dirá que los firmantes del manifiesto “me han pedido que dé un
paso adelante”, para lo que pondrá condiciones: que sea una candidatura
unitaria con amplio respaldo, surgida de unas primarias abiertas y etc. Les
suena, ¿verdad? Así fue como nació Podemos en
2014, y no me extrañaría que se repitiese la historia años después, a riesgo de
que se cumpla aquello de las repeticiones, la tragedia y la farsa.
Cualquiera pensaría que desde que se retiró hace dos años Iglesias
no ha hecho otra cosa que preparar su regreso, hacerlo inevitable, que se lo
acabemos rogando, que no nos puede dejar solos. Su interferencia casi diaria en
los asuntos de Podemos y del gobierno de coalición, su pesada sombra sobre sus
sucesoras (lo que Pérez Royo ha llamado tan brillantemente “poder sin responsabilidad”),
y la manera en que está saboteando el proyecto de Yolanda Díaz (que no podrá
coger suficiente fuerza sin Iglesias, pero sobre todo no podrá hacerlo contra
Iglesias) a riesgo de provocar una debacle de la izquierda en autonómicas y
municipales, y después en las generales, así lo parecen. El estupor en los
votantes es tal, que he oído a más de uno (ex Podemos sobre todo) comentar con
rabia que parece que Pablo estuviera deseando un gobierno PP-Vox para que su
proyecto político-mediático se haga fuerte en el antagonismo. Yo no lo creo tan
retorcido ni tan inconsciente, pero sigo buscando una explicación
alternativa y más favorable a su comportamiento.
En fin, que yo voy a dejar el artículo ya escrito en el cajón.
Recuérdenmelo dentro de un tiempo.
ELDIARIO DdA, XIX/5429
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