Manuel Santana
Conviene al sistema tener dentro de sí algún representante de la marginalidad, de lo que es considerado por la normatividad como monstruoso, digerirlo y venderlo, con el objetivo de legitimarse a sí mismo.
A finales del siglo pasado, tras una Transición seguida de la sociedad del espectáculo, era Bibi Andersen la elegida para encarnar esa tarea, en el contexto de una sociedad española que comenzaba a abrirse al mundo, tras cuatro décadas de dura represión franquista.
Hoy, en plena crisis sistémica, se requieren los servicios nunca suficientemente bien pagados de una transexual politizada, a la que el sistema tolerará su presencia transexualizada, siempre y cuando su noción del bien y del mal no muerda la mano que le da de comer; transexual si, antisistema no.
Al final siempre se trata, y ella lo sabe, de que haya una para que no hayan muchas. Se termina así deviniendo en el Ignacio Garriga de turno; ese negro necesario para que la acusación de racismo contra Vox quede refutada. De ahí su valor de uso; ni filósofa, ni escritora.
Queda preguntarse la razón, para mi misteriosa, por la cual el mercado parece tolerar mejor, ofrecer a la mirada, la transmutación en mujer del que fuera hombre, que viceversa. ¿O acaso recuerdan ustedes algún hombre transexual incrustado por la norma en la memoria colectiva?
DdA, XIX/5.418
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