Alejandro Álvarez
Entre la alegría y el desgarro hemos visitado la tumba de Machado, en Colliure. Al llegar, un grupo de unos 30 alumnas y alumnos de un instituto de Barcelona, con sus profesores, recordaban y homenajeaban a este inmenso poeta nuestro, "en el buen sentido de la palabra bueno", humano, republicano, español y universal; alegría porque su tumba es un espacio vivo de nuestra memoria democrática, mucho más vivo, me parece, que la tumba de Azaña. Hay que agradecer al ayuntamiento de Colliure que dedique calle, plaza y espacio (en el bajo del antiguo hotel donde murió) a nuestro poeta. Pero esa memoria viva que nos alegra no anula la tristeza que nos produce el recuerdo de que Machado murió en aquel triste exilio huyendo, como otros cientos de miles de españoles, del fascismo impuesto a sangre y fuego por Franco y la derecha española, con el apoyo del nazi- fascismo de Hitler y Mussolini. Esta tumba debería estar en Madrid (o Segovia, o Baeza, o Sevilla), en un panteón de ilustres en el que España honrase a sus mejores hombres, como Machado. Pero está fuera de su ámbito natural porque el fascismo tuerce la marcha de la historia y pervierte su sentido.
DdA, XIX/5.425
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