viernes, 14 de abril de 2023

RINDAMOS CULTO A LA DIGNIDAD CON LA TERCERA REPÚBLICA

 


Félix Población

Han transcurrido ya unos cuantos años desde que publiqué un artículo en un diario nacional en el que hacía referencia a unos pasquines, inéditos hasta entonces, puestos en circulación por la imprenta Gutenberg de Guadalajara mes y medio después de la proclamación de la segunda República. Fechados el 31 de mayo de 1931, llevaban por título Mandamientos Republicanos y me parece que por su concisión y explícito contenido dan fe del proyecto que el régimen del 14 de abril representaba para la mayoría de las personas.

La relación de mandamientos no admitía sombra de duda: El primero, amar a la Justicia sobre todas las cosas; el segundo, rendir culto a la Dignidad; el tercero, vivir con honestidad; el cuarto, intervenir rectamente en la vida política; el quinto, cultivar la inteligencia; el sexto, propagar la instrucción; el séptimo, trabajar; el octavo, ahorrar; el noveno, proteger al débil; el décimo, no procurar el beneficio propio a costa del perjuicio ajeno.

El pasquín comentaba asimismo cada uno de esos mandamientos con meridiana claridad conceptual: Quien ama la justicia sobre todas las cosas no hace daño a nadie; respeta los derechos ajenos y hace respetar los propios. Quien rinde culto a la dignidad, se lo rinde a la libertad y la igualdad; ni avasalla a nadie, ni por nada se deja avasallar; ni reconoce primacías innatas, ni acata privilegios infundados.

Las anteriores son las glosas de los dos primeros mandamientos republicanos, sin que, por su claridad, haya que hacer lo propio con la mayoría de los restantes. Sí me parece digno de resaltar el octavo, en relación con el tiempo que nos ha tocado vivir, y que preconiza consumir menos de lo que se produzca, para crecer así los bienes de la Patria y de la Humanidad, y el décimo, que veda todas las explotaciones del hombre por el hombre, y todas las protecciones legales consistentes en aumentar los provechos de unos a costa de los bienes de otros.

En el texto se especifica que va dirigido a todas las buenas personas, sin duda porque éstas, la buena gente, es algo fundamental en la encarnadura social de cada época, y la más merecedora de una política y un periodismo decentes, dicho sea con ocasión de los que actualmente no son precisamente modélicos.

Una adaptación de esos principios o mandamientos republicanos al tiempo que vivimos, a modo de virtudes ciudadanas, me llegó como comentario de un estimado amigo al artículo publicado. Son los que siguen:

1)Amar la Constitución que nos hemos otorgado por encima de todas las cosas, siempre y cuando seamos una democracia consultiva. Y si la tenemos que cambiar para mejorar, la cambiamos y santas Pascuas (que el domingo que viene es Resurrección)

2) Rendir culto al próximo, a las personas: las personas son lo único importante.

3) Vivir en la verdad y mirar de ver que la verdad no es un dogma ni un axioma, sino un punto de vista que busca siempre más allá para no ser idiotas.

4) Todo es política y todo lo importante ý bueno sale de la buena política, respetemos la política y amémosla, no practiquemos ese amor por dinero.

5) Procuremos el bien propio y el bien general al mismo tiempo.

6) Cultivar la argumentación, es decir: enseñemos a ver las cosas como verdades cambiantes que debemos interpretar racionalmente, tanto los principios éticos, como los supuestos dogmas religiosos (si se interpretan correctamente), como los axiomas científicos (si buscamos la manera de sufrirlos menos y sortearlos). Hagamos interpretaciones racionales de la realidad, veámosla sin subterfugios, para así poder sembrar nuestros logros en las generaciones venideras.


7) Mantengamos siempre una actitud productiva hacia los demás.


8) No despilfarremos lo que hemos heredado y dejemos logros a los que vienen. El mundo debe evolucionar.

9) A cada cual según sus necesidades, de cada cual según sus capacidades. 

10) Dejemos de ser malvados y mucho menos, como ahora ocurre, estúpidos. 

Dicho queda con motivo del nonagésimo segundo aniversario de la proclamación de la segunda República, abatida a sangre y fuego por una guerra y una dictadura que pretendieron enterrarla en el olvido de miles de fosas sin nombre, a las que todavía no se les ha dado la luz de la dignidad y reparación que merecen todas las víctimas de aquella brutal represión.

     DdA, XIX/5.425     

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