Félix Población
Han transcurrido ya unos cuantos años desde que publiqué un artículo en un diario nacional en el que hacía referencia a unos pasquines,
inéditos hasta entonces, puestos en circulación por la imprenta Gutenberg de Guadalajara
mes y medio después de la proclamación de la segunda República. Fechados el 31
de mayo de 1931, llevaban por título Mandamientos Republicanos y me
parece que por su concisión y explícito contenido dan fe del proyecto que el
régimen del 14 de abril representaba para la mayoría de las personas.
La relación de mandamientos no
admitía sombra de duda: El primero, amar a la Justicia sobre todas las
cosas; el segundo, rendir culto a la Dignidad; el tercero, vivir con
honestidad; el cuarto, intervenir rectamente en la vida política; el quinto,
cultivar la inteligencia; el sexto, propagar la instrucción; el séptimo,
trabajar; el octavo, ahorrar; el noveno, proteger al débil; el décimo, no
procurar el beneficio propio a costa del perjuicio ajeno.
El pasquín comentaba asimismo
cada uno de esos mandamientos con meridiana claridad conceptual: Quien ama
la justicia sobre todas las cosas no hace daño a nadie; respeta los derechos
ajenos y hace respetar los propios. Quien rinde culto a la dignidad, se lo
rinde a la libertad y la igualdad; ni avasalla a nadie, ni por nada se deja
avasallar; ni reconoce primacías innatas, ni acata privilegios infundados.
Las anteriores son las glosas de
los dos primeros mandamientos republicanos, sin que, por su claridad, haya que hacer
lo propio con la mayoría de los restantes. Sí me parece digno de resaltar el
octavo, en relación con el tiempo que nos ha tocado vivir, y que preconiza consumir
menos de lo que se produzca, para crecer así los bienes de la Patria y de la
Humanidad, y el décimo, que veda todas las explotaciones del hombre por el
hombre, y todas las protecciones legales consistentes en aumentar los provechos
de unos a costa de los bienes de otros.
En el texto se especifica que va
dirigido a todas las buenas personas, sin duda porque éstas, la buena
gente, es algo fundamental en la encarnadura social de cada época, y la más merecedora
de una política y un periodismo decentes, dicho sea con ocasión de los que
actualmente no son precisamente modélicos.
Una adaptación de esos principios
o mandamientos republicanos al tiempo que vivimos, a modo de virtudes
ciudadanas, me llegó como comentario de un estimado amigo al artículo publicado. Son los que siguen:
1)Amar la Constitución que nos
hemos otorgado por encima de todas las cosas, siempre y cuando seamos una
democracia consultiva. Y si la tenemos que cambiar para mejorar, la cambiamos y
santas Pascuas (que el domingo que viene es Resurrección)
2) Rendir culto al próximo, a las
personas: las personas son lo único importante.
3) Vivir en la verdad y mirar de
ver que la verdad no es un dogma ni un axioma, sino un punto de vista que busca
siempre más allá para no ser idiotas.
4) Todo es política y todo lo
importante ý bueno sale de la buena política, respetemos la política y
amémosla, no practiquemos ese amor por dinero.
5) Procuremos el bien propio y el
bien general al mismo tiempo.
6) Cultivar la argumentación, es
decir: enseñemos a ver las cosas como verdades cambiantes que debemos
interpretar racionalmente, tanto los principios éticos, como los supuestos
dogmas religiosos (si se interpretan correctamente), como los axiomas
científicos (si buscamos la manera de sufrirlos menos y sortearlos). Hagamos
interpretaciones racionales de la realidad, veámosla sin subterfugios, para así
poder sembrar nuestros logros en las generaciones venideras.
7) Mantengamos siempre una actitud productiva hacia los demás.
8) No despilfarremos lo que hemos heredado y dejemos logros a los que vienen.
El mundo debe evolucionar.
9) A cada cual según sus
necesidades, de cada cual según sus capacidades.
10) Dejemos de ser malvados y mucho menos, como ahora ocurre, estúpidos.
Dicho queda con motivo del nonagésimo segundo aniversario de la proclamación de la segunda República, abatida a sangre y fuego por una guerra y una dictadura que pretendieron enterrarla en el olvido de miles de fosas sin nombre, a las que todavía no se les ha dado la luz de la dignidad y reparación que merecen todas las víctimas de aquella brutal represión.
DdA, XIX/5.425
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