martes, 7 de marzo de 2023

NADIE SE DISPUTÓ EL VOTO DEL ÚLTIMO HABITANTE DE LA ESTRELLA


Félix Población

Quienes residimos en el viejo Reino de León, artificiosamente englobado en la comunidad autónoma de Castilla y León, sabemos bien lo que el otro día leímos en el diario El País bajo el titular Así semuere un pueblo. De hecho, suelo frecuentar últimamente la visita a algunos pueblos que agonizan en las provincias de Salamanca, León o Zamora. En sus calles y en sus plazas, en los pórticos de sus iglesias o en la ribera de sus ríos se siente habitar el olvido y sólo el vuelo o el canto de los pájaros rasga la espesa densidad del silencio.

Teruel es uno de esos territorios que sufre esa misma y adversa circunstancia, ajena al parecer también a quienes gobiernan la comunidad aragonesa. Su densidad de población no pasa los nueve habitantes por kilómetro cuadrado. En un siglo perdió esta provincia la mitad de sus habitantes, mientras el país ha doblado su número. 

Allí en Teruel, en la pequeña localidad de La Estrella, vivía hasta hace poco Martín Colomer y su esposa Sinforosa Sancho, de 89 y 92 años, respectivamente. A Sinforosa la tuvieron que ingresar en una residencia al romperse la cadera y Martín pasó a residir en el domicilio de su hijo, a 20 kilómetros del pueblo de su vida. No podía seguir residiendo solo en una localidad ubicada en las montañas del Maestrazgo, con temperaturas que llegan en invierno a los diez grados bajo cero. 

Con todo, Martín no ha querido romper sus vínculos con La Estrella, de seguro porque allí sigue estando la razón de su vida y el motor de su memoria,  y cada pocos días baja a dar de comer a los animales o limpiar la vieja iglesia. Entre los asuntos de que habla Martín Colomer con el reportero de El País, Jacobo García, cuenta que su  padre fue fusilado al terminar la guerra y su madre pasó siete años encarcelada. Por aquellos años de hambre y necesidad de madre de su infancia en la posguerra andaban los maquis por la sierra turolense, reprimidos con sumo rigor por la dictadura: “Se llevaron a la gente buena que no había hecho nada malo”.

Del testimonio de Martín como último habitante de La Estrella, aparte de las doce horas de trabajo en el campo que marcaron las jornadas de su vida desde chico, me ha interesado saber, sobre todo, que el y Sinforosa vivieron solos en el pueblo desde que hace  35 años se fue el último convecino, “sin necesidad de teléfono o electricidad gracias a unas lámparas de aceite, conectados al mundo con una pequeña radio", escribe el periodista.

Esa situación da idea del abandono en que han vivido en las últimas décadas provincias como la de Teruel y todas las de la España vaciada. Al reportero le faltó preguntar a Martín Colomer la orientación de su voto cuando se convocan elecciones. Quizá ya desde hace muchos años ese voto ni se los disputen los partidos, como ocurría en los tiempos del señor Cayo de Miguel Delibes, cuando afloraba la aureolada Transición.

     DdA, XIX/5.392     

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