Félix Población
Todo vale con tal de no pedir
perdón. Se miente una y mil veces, se trata de refutar con la falacia lo que es
ostensible y visualmente cierto. La cara de ciertos políticos se embalsama en
cemento armado, ciscándose en la inteligencia de quienes abonan sus haberes y
los eligen para gestionar del modo más razonable la administración pública.
Eso es lo que acaba de hacer
el presidente del gobierno de derecha extrema que padecemos en Castilla y León,
primero en este país después de la dictadura, que cuenta como es sabido con
quienes consideran bienes de interés cultural los monumentos a la dictadura que
amordazó la cultura en este país durante cuatro décadas.
Todo el mundo lo ha podido ver
en el vídeo difundido por los informativos de la televisión pública. El presidente
Mañueco, que llegó al cargo que ocupa luego de cacicadas y componendas en
Salamanca, ciudad de la que había sido alcalde, se dirigió a una diputada
socialista que estaba en el uso de la palabra haciendo una peineta con su mano,
exhibiendo con ese gesto una sucia imagen de parlamentario, máxime cuando se es
además presidente del ejecutivo.
Por más que Mañueco y sus
compañeros en el ejecutivo digan que tan deleznable proceder no se dio, las
imágenes son suficientemente explícitas del movimiento que el presidente de la
Junta describe con su dedo corazón hacia arriba y abajo, mientras abandona el
hemiciclo con una media sonrisa, tal como lo ha contado la muy activa y locuaz
diputada zamorana del PSOE Ana Sánchez.
Habría sido en cierto modo
reparador, una vez perpetrada esa desfachatada falta de respeto con manifiesto
afán vejatorio contra una adversaria política, que Mañueco hubiera tenido la
decencia de pedir disculpas y hasta de avergonzarse públicamente por semejante
desatino, propio de un ámbito tabernario de timba y cogorza , pero no, la
soberbia de nuestra máxima autoridad autonómica se ha revestido de chulería y
cinismo hormigonado para afirmar y reafirmar que lo que todos vimos no fue lo
que vimos, algo que también repiten -compartiendo el bochorno del embuste- sus
fieles compañeros de partido en el gobierno.
El presidente de la Junta de
Castilla y León acaba de desacreditar gravemente y en persona la institución
que encabeza. La derecha extrema de su ejecutivo, con la que tan bien se entiende, no dejará de celebrarlo porque su papel está en desgastar y desprestigiar las instituciones democráticas.
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