jueves, 30 de marzo de 2023

AQUELLAS LEYES QUE RECOMPENSABAN LA CAZA DE "ANIMALES DAÑINOS"

 


Félix Población

Hace algo más de un siglo, en el tiempo en que mi abuelo podía ser uno de esos cazadores beneficiados por su celo y puntería cinegéticos -si no fuera mi recordado ferroviario enemigo de las armas-, en este país eran posibles reglamentos de caza como este que data de julio de 1903 y donde se especifican las respectivas recompensas que el Ayuntamiento de cada localidad dará a quienes presenten las piezas cobradas en la propia sede municipal. Hay una diferencia apreciable entre cazar una loba y un lobo, o una zorra y un zorro, como se puede distinguir por las respectivas recompensas. Cuentan también en la recompensa las crías y no se libran las aves de rapiña. 

Cuesta trabajo pensar que animales que hoy  gozan de protección máxima porque corren peligro de extinción, eran entonces motivo de persecución y estipendio por su eliminación. Llama la atención asimismo que para dar constancia de las muertes los cazadores tuvieran que mostrar una parte de los cuerpos de los animales, partes que además debían ser remitidas a los gobiernos civiles como comprobantes para que los Ayuntamientos rindieran cuentas y recibieran los cazadores las recompensas establecidas en cada caso. 

Fue hace dos años, en el mes de febrero, cuando la caza del lobo quedó prohibida en todo el territorio nacional por tratarse de una especie clave de nuestros sistemas y quedar incluida en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial, algo que desde sus programas en defensa de nuestra fauna recomendaba insistentemente Félix Rodríguez de la Fuente, un adelantado en esa defensa. 


Más o menos por aquellos mismos años en los que tenía vigencia el reglamento de caza comentado, la plaza de toros que lleva el nombre de El Bibio, en Gijón, registraba un aforo casi al completo de espectadores, preferentemente masculinos según se puede observar por el predominio de sombreros varoniles, contemplado una de las corridas taurinas que se celebraban con motivo de las fiestas locales de verano. Hace un par de años también, la tauromaquia Fue eliminada en aquella villa, al igual que en otros cosos taurinos del país, cuyo destino bien podría dedicarse a las actividades culturales. 

El Bibio, una hermosa construcción neomudéjar que data del año en que nació mi abuelo Teófilo (1888) -enemigo también de que la tortura y muerte de animales merezcan vítores y aplausos-, tiene capacidad para más de 9.000 espectadores. Ese es el número de personas que a partir de 2021 pueden ver otro tipo de espectáculos ajenos tan deplorables "festejos", cada vez más desasistidos de público. Así ocurre por ahora en aquella, al menos mientras el gobierno municipal no caiga en manos de esa derecha extrema a la madrileña, más proclive a defender la tauromaquia que la sanidad pública. Quedan solo un par de meses para saberlo en las urnas.

Léase también: @La perra mastina enterrada viva da sus primeros pasos (Diario de León)

   DdA, XIX/5.412   

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