Es de agradecer, cuando la mayoría de los medios convencionales silencian al periodista norteamiecano y Premio Pulitzer, o incluso cuestiona ahora su reputada profesionalidad, que la revista CTXT no solo siga interesándose por los artículo de Hersh en Substack, sino que los traduzca y publique en España, como este que apareció ayer en esta publicación, en el que su ator analiza por qué Noruega colaboró con Estados Unidos en la destrucción del gaseoducto Nord Stream:
Seymour Hersh
¿Por qué Noruega? En mi relato sobre la decisión de la Administración Biden de destruir los gasoductos Nord Stream, ¿por qué gran parte de la planificación y el entrenamiento secretos para la operación tuvieron lugar en Noruega? ¿Y por qué participaron marineros y técnicos altamente cualificados de la Armada noruega?
La respuesta sencilla es que la Armada noruega tiene un largo y turbio historial de cooperación con la inteligencia estadounidense. Hace cinco meses, ese trabajo en equipo –del que aún sabemos muy poco– tuvo como resultado la destrucción de dos gasoductos, por orden del presidente Biden, con implicaciones internacionales aún por determinar. Y hace seis décadas, según cuentan las historias de aquellos años, un pequeño grupo de marineros noruegos se vio envuelto en un engaño presidencial que condujo a un temprano –y sangriento– punto de inflexión en la guerra de Vietnam.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la siempre prudente Noruega invirtió enormes sumas en la construcción de grandes lanchas rápidas de ataque fuertemente armadas para defender sus 1.400 millas de costa en el océano Atlántico. Estas embarcaciones eran mucho más eficaces que el famoso PT boat estadounidense (lancha torpedera) que fue ennoblecido en muchas películas de posguerra. Estos barcos eran conocidos como ‘clase Nasty’ [desagradable], por su potente artillería, y algunos de ellos fueron vendidos a la Marina estadounidense. Según informaciones aparecidas en Noruega, a principios de 1964 al menos dos marineros noruegos confesaron su participación en ataques clandestinos dirigidos por la CIA a lo largo de la costa de Vietnam del Norte. Otros informes, nunca confirmados, afirmaban que las patrulleras noruegas estaban tripuladas por oficiales y tripulantes noruegos. Lo que no se discutía era que el objetivo estadounidense era presionar a los dirigentes de Vietnam del Norte para que disminuyeran su apoyo a las guerrillas antiestadounidenses de Vietnam del Sur. La estrategia no funcionó.
Nada de esto era conocido en aquel momento por el público estadounidense. Y los noruegos guardarían el secreto durante décadas. El letal juego del gato y el ratón de la CIA desembocó en un ataque fallido el 2 de agosto de 1964, en el que tres cañoneros norvietnamitas se enfrentaron a dos destructores estadounidenses –el USS Maddox y el USS Turner Joy– en una gran masa de agua en disputa conocida como el Golfo de Tonkín, a caballo entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur.
Dos días después, con los destructores aún intactos, el comandante del Maddox informó por cable a sus superiores de que estaba siendo atacado con torpedos. Fue una falsa alarma y pronto anuló el informe. Pero la comunidad de inteligencia de señales estadounidense –bajo la presión del secretario de Defensa, Robert McNamara, que cumplía las órdenes del presidente Johnson– miró hacia otro lado mientras McNamara ignoraba el segundo cable y Johnson decía a la opinión pública estadounidense que había pruebas de que Vietnam del Norte había atacado un destructor estadounidense. Johnson y McNamara habían encontrado la forma de llevar la guerra a Vietnam del Norte.
“Este nuevo acto de agresión”, dijo, “dirigido directamente contra nuestras propias fuerzas, nos recuerda una vez más a todos en Estados Unidos la importancia de la lucha por la paz y la seguridad en el sudeste asiático. A la agresión por el terror contra los pacíficos lugareños de Vietnam del Sur se ha unido ahora la agresión abierta en alta mar contra los Estados Unidos de América”.
La ira pública creció y Johnson autorizó el primer
bombardeo estadounidense contra el Norte. Pocos días después, el Congreso
aprobó la Resolución del Golfo de Tonkín con sólo dos votos en contra, que
otorgaba al presidente el derecho a desplegar tropas estadounidenses y utilizar
la fuerza militar en Vietnam del Sur de la forma que quisiera. Y así continuó
durante los once años siguientes, con 58.000 muertos estadounidenses y millones
de víctimas vietnamitas.
La armada noruega, como leales aliados en la Guerra Fría,
permaneció callada y en los años siguientes, según otros informes noruegos,
vendió dieciocho más de sus patrulleras ‘Nasty Class’ a la armada
estadounidense. Seis fueron destruidas en combate.
En 2001, Robert J. Hanyok, historiador de la Agencia de Seguridad
Nacional, publicó Skunks, Bogies, Silent Hounds, and the Flying Fish: The
Gulf of Tonkin Mystery, 2-4 August 1964, un estudio definitivo
de los acontecimientos del golfo, incluida la manipulación de la inteligencia
de señales. Reveló que el 90 por ciento de las interceptaciones relevantes,
incluidas las de los norvietnamitas, se habían mantenido fuera de los informes
finales de la NSA sobre el encuentro y, por lo tanto, no se proporcionaron a
los comités del Congreso que posteriormente investigaron el abuso que llevó a
Estados Unidos a adentrarse aún más en la guerra de Vietnam.
Esto es lo que se conoce públicamente. Pero, según he sabido por una fuente de la comunidad de inteligencia estadounidense, hay mucho más por descubrir. El primer lote de patrulleras noruegas destinadas a la guerra no declarada de la CIA contra los norvietnamitas en realidad eran seis. Desembarcaron a principios de 1964 en una base naval vietnamita en Danang, ochenta y cinco millas al sur de la frontera entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur. Los barcos tenían tripulación noruega y oficiales de la Marina noruega como capitanes. La misión declarada era enseñar a los marineros estadounidenses y vietnamitas a manejar los barcos. Los buques estaban bajo el control de una larga serie de ataques dirigidos por la CIA contra objetivos costeros dentro de Vietnam del Norte. La operación secreta estaba controlada por el Estado Mayor Conjunto en Washington y no por el mando estadounidense en Saigón, dirigido entonces por el general del ejército William Westmoreland. Ese cambio se consideró esencial porque había otro aspecto de la guerra no declarada contra el Norte que era sacrosanto. Los SEAL de la Marina estadounidense fueron asignados a la misión con una lista prioritaria de objetivos mucho más agresivos, que incluían instalaciones de radar norvietnamitas fuertemente defendidas.
Era una guerra secreta dentro de una guerra secreta. Me contaron que al menos dos SEAL cayeron en una emboscada de los norvietnamitas y resultaron gravemente heridos en un tiroteo. Ambos lograron llegar a la costa y fueron rescatados. Ambos fueron condecorados en secreto con la Medalla de Honor, la más alta condecoración de Estados Unidos.
También se produjeron movimientos mucho menos dramáticos a medida que se desarrollaba la guerra. Más tarde, se decidió armar a murciélagos con artefactos incendiarios y lanzarlos desde el aire sobre zonas de gran interés en el sur. Se soltaron a gran altitud y los murciélagos murieron rápidamente congelados.
Este trozo de historia de alto secreto y hasta ahora desconocida plantea, a este reportero, una pregunta obvia: ¿qué más no sabemos sobre la operación secreta en Noruega que llevó a la destrucción de los gasoductos? Y ¿hay alguien en el Senado y la Cámara de Representantes, o en la prensa estadounidense, interesado en averiguar qué sucedió y qué otras cosas no sabemos?
CTXT DdA, XIX/5.382
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