sábado, 25 de febrero de 2023

LA POESIA Y LA AMISTAD EN VERSOS DE CELAYA

Con frecuencia, los breves y estimulantes comentarios de mi estimado colega Félix Maraña en las redes que nos enredan de vez en cuando verso a verso, provocan en este Lazarillo la necesidad de proseguir de palabra y obra la emociones que me sugieren. En esta ocasión habla Maraña nada menos que de la poesía y la amistad, y se me ha ido la memoria al tiempo de la adolescencia, cuando entre versos y charlas se gestó mi arraigo lector por la poesía y también las primeras amistades que crecieron con ella y el tiempo, ya en la primera mocedad. Félix se refiere a la amistad a través de la que profesó, en vida y obra, a Gabriel Celaya, el poeta que creo más se acercó, en vida y obra, al retrato que de sí mismo nos dio don Antonio Machado, que tan vivo sigue entre todos nosotros sus lectores, como lo sigue estando Celaya y todos aquellos que han escrito con sus versos cartas de amor al mundo: [Fue], más que un hombre al uso que sabe su doctrina, en el buen sentido de la palabra, bueno.



Félix Maraña

En uno de mis viajes a Uruguay adquirí diversas postales con versos de poetas. Sobresalían las dedicadas a Benedetti, Neruda, Lorca, Alberti, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Carlos Sabat, Gabriela Mistral, Ida Vitale, entre otros. En aquel país se aprecia la poesía como en ningún lugar. Una de estas postales, editadas como recuerdo de Colonia Sacramento, contiene estos versos de Gabriel Celaya acerca de la amistad:
"Mis amigos son hombres verdaderos,
con una luz intocable ardiendo dentro.
Cuando me apago vienen".
Son muchas las ocasiones en que Celaya invoca la amistad dentro de la poesía:
"La poesía crea amistad".
Bien es verdad que Celaya, posiblemente pensando en el 18 de abril de 1991, día en que el poeta murió en Madrid, dejó escrito otro poema, que no deja de ser una invitación contra el posible olvido de sus amigos post mortem. El poema se titula Epitafio:
EPITAFIO
Viajero que en mi tumba por azar te has detenido
anota mi nombre y mi apellido,
anota mi ciudad; di a mis amigos
que aquí estoy enterrado, pues me extraña
que si lo saben, ninguno haya venido.
Las cenizas de Celaya fueron aventadas a los cuatro vientos en Hernani (monte Santa Bárbara) y en San Sebastián (Miramón), según su voluntad. Algunos amigos no necesitamos visitar su tumba. Nos basta con llevar su memoria en el corazón.
Ya lo dijo el poeta Charles Chaplin: "La poesía es una carta de amor al mundo".

DdA, XIX/5.384

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