viernes, 27 de enero de 2023

MENSAJE DEL ACTOR ANTONIO DE LA TORRE: YA ESTÁ BIEN DE MONTAR PELÍCULAS

Gerardo Tecé

Entre abucheos de los estudiantes a Díaz Ayuso y vivas de las juventudes del PP, Antonio de la Torre dio el que sería el mejor discurso del polémico evento celebrado en la Complutense. El actor y periodista usó sus minutos de agradecimiento tras recibir el título de alumno ilustre de esa Universidad para hacer lo que un buen periodista siempre debería hacer: ordenar la realidad de la forma más honesta –que no es lo mismo que objetiva– posible. Un patriota, palabra muy usada últimamente, no es el que más banderitas de España porta en sus polos, pantalones, pulseras, cinturones y collares de perro, sino el trabajador público –defendía Antonio– que da lo mejor de sí en el hospital o la escuela para ayudar a otros. Esos que, como decía Machado, no presumen de patriotas, pero son quienes hacen la patria. La libertad, seguía De la Torre, es últimamente un término construido a base de lemas políticos vacíos de contenido que, en realidad, consiste en algo tan simple y tan valioso como tener acceso a las herramientas –la educación pública, por ejemplo– que le permitan a uno pensar y actuar por sí mismo.

Si el fin último de la ultraderecha es hacer que una sociedad retroceda, en esta ola ultraderechista que surfeamos a día de hoy el gran éxito cosechado es el retroceso de las palabras. Haber enfangado el debate público hasta el punto de ponernos a perder el tiempo discutiendo obviedades. Debatimos, con quien no cree en el debate, si la violencia machista que se lleva por delante cada año la vida de decenas de mujeres en España existe o es un invento, si el cambio climático demostrado por la ciencia está sucediendo, si son buenas o malas las vacunas que hace ya un siglo mejoraron para siempre las expectativas de vida de la humanidad y si la tierra es plana o redonda. Perdemos tiempo y esfuerzo teniendo que recordar el significado de conceptos que parecían evidentes. Que la libertad, tan prostituida que hasta los dictadores la llevan en sus lemas –Una, Grande y…– , no consiste en irse a beber cerveza al bar, ni en trocear lo público para regalárselo a familiares y amigos, sino en poder contar con un médico en el hospital si uno está enfermo o caminar tranquilamente por la calle sin miedo a que a uno lo agredan por ser una persona trans, homosexual o inmigrante.

Que un empresario no crea riqueza en abstracto, ni tampoco puestos de trabajo como el que monta una oenegé, sino que amasa riqueza y lo consigue gracias a trabajadores a los que les paga un sueldo porque los necesita para que creen esa riqueza que él recibe. Que no todos los ricos deben ser admirados y aplaudidos por definición, porque no es lo mismo haberlo logrado de manera honesta que explotando a otros. Que los impuestos no son un castigo tal y como venden quienes apuestan por desmantelar lo que es de todos, sino una contribución solidaria que hacemos porque los hospitales, carreteras y aeropuertos no se construyen solos. Que no es lo mismo bajárselos o subírselos al que no llega que bajárselos o subírselos a quien va sobrado. Que la palabra democracia también significa algo por mucho que algunos pretendan vaciarla, por muy idiota que sea este tiempo en el que hay quien se planta con su bandera franquista en manifestaciones que pretenden salvar la democracia de quien fue votado por la mayoría. Manda huevos –como diría aquel– que tengamos que rescatar las palabras, que tenga que venir un actor a recordarnos que ya está bien de montar películas.

CTXT  DdA, XIX/5.360

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