domingo, 29 de enero de 2023

FUNDADA Y AGRADECIDA APOLOGÍA DEL NABO Y LA ALGARROBA


Valentín Martín

Va a ser un mal año de nabos, a los nabos les sienta muy mal el frío. Y ahora mismo, aunque desterrados bancales, cerros y valles, en las depresiones de la planicie hortelana, se está helando el agua y no hay charcos, sino trampas.

Mal año de nabos, sí. Para el porvenir de la algarroba es pronto todavía, hay que esperar a la primavera. El nabo no sólo es muy vistoso, con su diámetro cilíndrico, sus 15 centímetros de longitud, y su púrpura en cuanto le da un rayito de sol, como si se pusiera contento. Es picante, sí. Pero también te da azúcares, fibra, grasas saturadas, monoinsaturadas, poliinsaturadas, proteínas, agua, tiamina, riboflvina, niacina, vitamina B, ácido fólico, vitamina C, vitamina E, vitamina K, calcio, hierro, magnesio, fósforo, potasio, sodio, zinc, la de cosas que te da el nabo para el colágeno, para los huesos, para los músculos, para los dientes, para los glóbulos rojos, para los glóbulos blancos, para los nervios de los nerviosos, para la piel, para el cabello, incluso para las embarazadas porque tiene mucho foliato y el nasciturus necesita mucho foliato para ser feliz. También es bueno para el estreñimiento, pero de eso no hablamos aunque Elvis Presley se muriese sentado en el váter intentando hacer de vientre.

Los nabos tienen nombres y los nabitos, también, y Nabo se llamaba una novia de Safo. O Safo, tan enamoradiza, llamaba Nabo a una de sus novias, ve tú a saber por qué. No hay que pasarse con el nabo porque también tiene una miaja de cianuro, y si vas sumando miajas de cianuro ves a dios antes de tiempo.

El apogeo de la algarroba es sorprendente. Antes de la guerra de Ucrania se vendían a 3 euros el kilo. Mis paisanos de La Armuña, que son más de lentejas, estarán que trinan. No sé si el presidente Sánchez ha tenido en cuenta el IVA de la algarroba a la hora del mimosear impuestos. Las algarrobas salvaron de morir de hambre a muchos españoles cuando el golpe de Estado de 1936 arrasó el país. Habría que compensar de alguna forma la labor humanitaria de la algarroba española, lo mismo que se hace con Paquito el Chocolatero, con el agua, azucarillos y aguardiente, con el tabaco y cerillas, y esas cosas de nuestra memoria musical. A la hora de la cosa digestiva, la algarroba le lleva la contraria al nabo, así que es recomendable aparcar la monogamia y simultanear.

Me parece que estoy volviendo al niño en un canto natural a las cosas de antaño. A los niños urbanitas de ahora se les intenta acercar a la Naturaleza, para que se olviden un poco de Nitendo. Mi nieto estuvo el pasado verano en una granja. Al regresar, dijo que había ordeñado las cabras y da mucho gusto. A él no contesté que dudaba, para no bajar su autoestima, pero no es lo mismo tocar teta que ordeñar.

Para sacar partido a unas tetas hay que hacerlo sentado. Y al trajinar las tetas, doblar el pulgar sobre el pezón y tirar hacia abajo con mucho amor. Siempre hacia abajo y con mucho amor, con la espalda del pulgar. Así el pezón lo agradece mucho y parece que crece. Y mana. Y qué agusto se queda la cabra entonces.

Yo creo que quizás la revolución en los tiempos de Neflix sea tan sencillo como volver al nabo. Será porque añoro mi corazón agricultor, será. Añoro los antaños de nabos, algarrobas y tetas, en los que existía una sola atmósfera limpia y caudal, libre, sin el ojo de halcón midiéndote y pesándote hasta los meandros, las eucaristías en feisbu, las cosas de poca importancia de León Felipe, los silencios. Incluso añoro aquella literatura porque era literatura.

DdA, XIX/5.361

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