Jesús Maraña
Si quisiéramos abordar en serio un
debate sobre las formas más despiadadas del capitalismo, convendría empezar
por retratar a quienes toda la vida de dios se han dedicado a hacer
negocios sin crear empleo, sin arriesgar nada, a base de contactos
heredados o comprados (¡no sabe usted con quién está hablando!), mediante
influencias personales y clubes de favores mutuos, y por supuesto sin el menor
complejo a la hora de esquivar al fisco con las armas de la ingeniería
financiera, vía Luxemburgo, Emiratos Árabes o Panamá, cualquier destino es
bueno para el convento de los pelotazos. Eso sí: todo por la patria y viva
España.
Los hijos no eligen a los padres, ni tienen la culpa de sus defectos o
errores. Otra cosa es cuando se ocupan de seguir
la estela paterna y de utilizar el apellido con ánimo de lucro infinito. La
especie abunda en las elites españolas. Y parece ser el caso del señor Borja
Prado Eulate y Colón de Carvajal, hijo de Manuel Prado etc, quien fuera
íntimo amigo y administrador de la fortuna del emérito rey Juan Carlos mucho
antes de que conociéramos el verdadero alcance de tal fortuna. Cómo
serían ya los indicios del latrocinio en el entorno de la corona hace dos
décadas, que Manuel Prado llegó a ser condenado dos veces por apropiación
indebida y pasó (brevemente) por la cárcel. Eran los ‘felices’ noventa, cuando
a Mario Conde le otorgaban doctorados honoris causa con la misma alegría con
que hoy nombran ‘Alumna ilustre’ a Díaz Ayuso.
Borja Prado es presidente de Mediaset España, la
filial del imperio televisivo de Silvio Berlusconi más conocida aquí como
Telecinco, pero su querencia por las finanzas italianas viene de lejos. Fue
muchos años presidente del banco de inversión Mediobanca, al tiempo que ocupaba
silla en el consejo de la eléctrica española Endesa, desde donde encabezó la
patriótica operación que consistía en impedir que tomara la mayoría accionarial
la catalana Gas Natural para entregar la propiedad a la pública
italiana Enel. Por supuesto, Borja Prado fue nombrado más tarde presidente
de Endesa, cargo que no le impidió continuar (¡con un par y sin
conflicto de intereses!) con su labor bancaria. ¡Todo por la
patria! (italiana).
Y en su
frenética actividad financiera-empresarial-político-social aún le queda tiempo
para manejar su propia gestora de fondos de capital riesgo, denominada
Peninsula (sin tilde) Capital. Es lo que tiene la voracidad de ese
capitalismo “despiadado” (este sí) que consiste en lograr enormes pelotazos
desde labores de intermediación, asesoría o influencias. Estos días estamos
publicando en infoLibre los resultados de una investigación
conjunta del consorcio internacional de medios independientes EIC en la que
desvelamos que Nicolás Sarkozy recibió más de tres millones de euros
procedentes de dos sociedades luxemburguesas gestionadas precisamente
por Peninsula Capital, el fondo de inversión creado por Borja Prado con otros
dos socios y en el que precisamente trabaja como director ejecutivo Jean Sarkozy,
el hijo mayor del expresidente francés (ver aquí). Se supone que el pago responde a la
remuneración de las gestiones de Sarkozy en la venta del mayor operador privado
de la alta velocidad en Italia, aunque Borja Prado lo niega todo.
La historia es
enrevesada y retrata los entramados societarios típicos de los artistas del
capitalismo extractivo: pasan de Emiratos Árabes Unidos a Luxemburgo con parada
en Milán o en Madrid, y lo mismo incluyen reservado con Florentino Pérez en el
palco del Bernabéu que una venta de acciones a uno mismo pero a mitad de precio
(ver aquí). Lo que no ofrece la menor duda es la
caja de herramientas utilizada siempre por todos los Borja Prado:
influencias políticas, ingeniería fiscal, opacidad informativa. Echen un
vistazo a las preguntas formuladas por infoLibre y el EIC a
Peninsula Capital y valoren ustedes mismos el muro de silencio levantado.
Si queremos poner nombre al capitalismo “despiadado”, o a ese capitalismo extractivo o de amiguetes tan practicado en España desde al menos los tiempos de la Restauración hasta hoy, quizás el del dueño de Mercadona no es el mejor ejemplo, por mucho que Juan Roig también haya errado al presumir de que “los que generan riqueza y bienestar son los empresarios y los directivos”, como si los trabajadores fueran una carga para el sistema económico en lugar de su principal motor. Convendría hurgar un poco más en el nebuloso mundo de las altas finanzas, en esos nombres que tanto se repiten en consejos de administración y en titulares de la prensa económica, pero cuyo principal currículum pasa por sus apellidos y por su habilidad para alejar del fisco los pingües beneficios obtenidos.
InfoLibre DdA, XIX/5.360
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