martes, 13 de diciembre de 2022

EL PATRIMONIO LITERARIO DE ALFONSO CAMÍN NECESITA CONOCERSE


 Chema Castañón

Hoy 12 de diciembre se cumplen 40 años del fallecimiento del escritor Alfonso Camín, a los 92 años, en su casa de Porceyo, tras una larga y azarosa vida llena de esfuerzos laborales, viajes de ida y vuelta, alegrías bohemias, amargo exilio, aventuras personales y sentimentales, broncos enfrentamientos, penurias económicas, y – sobre todo- dedicación obsesiva a la escritura en todas sus facetas con una producción de casi cien libros entre poemarios, novelas, crónicas históricas, entrevistas, etc., además de su labor en periódicos o fundando revistas (la capital “Norte”). Los cuatro tomos de sus memorias: “Entre manzanos” (infancia en Asturias), “Entre palmeras” (emigración a Cuba), “Entre nopales” (estancia en México) y “Entre madroños” (vida literaria en Madrid), al cuidado de la editorial gijonesa VTP, dan buena cuenta de su agitada existencia.
Luciano Castañón, que mantuvo relación con Camín y su esposa Rosario Armesto, primero por correspondencia y luego –tras su regreso del exilio en 1967- en persona, asistió al funeral del escritor en la iglesia y el cementerio de San Félix de Porceyo la tarde del 13 de diciembre de 1982 y publicó una columna necrológica con sus impresiones en “El Comercio” días después. Años antes, el 15 de septiembre de 1978, cuando se descubrió la placa de la calle gijonesa Poeta Alfonso Camín, se tomó esta fotografía donde aparecen Rosario Armesto, Alfonso Camín y Luciano Castañón.

ADIÓS A ALFONSO CAMÍN
Un adiós definitivo a este escritor de noventa y dos tramos pletóricos vivencialmente. El ámbito campesino que amamantó a Alfonso Camín –en Roces- se reproducía ahora –en Porceyo- sin la ávida participación del niño observador de verderones y de ñerbatos, acompañado de su perro “Muley” (en la vejez, otro perro, León, lo sustituiría), o empuñando la maza con que debía herir la cantera de La Coría. El trotamundos Camín (Asturias, Madrid, América, Asturias) rendía su muda y postrera despedida, promotora de la cohesión de personas que optaron por acompañar al máximo cantor de las tradiciones asturianas, al penetrante vate catalizador de las sustantividades regionales. La tarde del entierro sumíase en una emulsión asimismo asturiana, y el lloro invernal colaboraba a entronizar a quien fue su fiel enamorado. En algún momento también la hermanada gente apiñada en la iglesia sintió el pasmo de la traidora amarga realidad, escuchándose tan sólo la música de un humilde armónium y las voces totalmente sentidas de Eladio y de Marcelino, voces mensajeras a la búsqueda de confirmación y de paz. Tras su cuerpo caminamos con la única capacidad de que dispone el hombre cuando la muerte se materializa: la compañía. La compañía como signo de afecto y de admiración. Tu patrimonio literario, Alfonso Camín, perdurará. Y también tu telurismo, tu identificación con la fuente y los frutos, con los ñeros y las antoxanas, con los árboles y los regatos. Un vacío se produce en la aldea y un encadenamiento de penas. Laméntase el maizal, se apenan los terneros, padecen la quintana y el tejo, la tristeza acosa al cabildo y la fauna silvestre lagrimea tu ausencia; mientras tanto, desde el cielo se poliniza melancolía en esta tarde en que nos aflige tu perenne silencio corporal. Corporal, sí, porque la pasión lírica seguirá incesantemente emocionando a quienes sepan adecuar su sensibilidad a los pulsos de los muchos pálpitos que bullen en los álabes de Asturias, pálpitos que tú, Alfonso Camín, supiste sintonizar mediante una transmisión veraz y sentimental. Se ha cerrado la circunferencia tras un giro de noventa y dos grados saturados de prosa y de verso existenciales, captadores fieles de la costumbre, del hombre y del paisaje, ese paisaje vernáculo que en la tarde del 13 de diciembre te acogía imperturbable. No escaseaban en tu entierro los niños con sus ofrendas florales, futura generación que tiene en tu obra la ocasión de traspasar la piel de Asturias, de fusionarse con su idiosincrasia; también ellos pueden llegar a ser los agrimensores geográficos que tú fuiste, o inventores de coplas, o transmutadores literarios de experiencias. Un entorno húmedamente verde –tan opuesto a los soles caribeños que Camín también conoció- nos despedía del poeta físicamente, pero imposiblemente del escritor.

DdA, XVIII/5.326

No hay comentarios:

Publicar un comentario