sábado, 5 de noviembre de 2022

LA HISTORIA NO FUNCIONA COMO LA DERECHA DENUNCIA NI COMO LA DERECHA QUERRÍA


Gerardo Tecé

Por mucho que la derecha española se empeñe en denunciarlo, la Historia no está siendo borrada. Tal cosa no se puede hacer. Pregúntenle a cualquier historiador. Le explicará que la idea es absurda. Que los últimos emperadores romanos no recurrieron a la excusa de la reescritura de la Historia cuando su imperio empezó a tambalearse. Simplemente se enfundaron sus togas malhumorados, se anudaron las sandalias hasta la rodilla y empezaron a meter el imperio en cajas de mudanza. Que cuando llegó el meteorito, los dinosaurios no se lanzaron dramáticos a las cámaras de Antena 3 para denunciar el borrado de su historia –y mira que tenían motivos–. Los pobres entendieron que aquel pedrusco, quieras que no, también era parte de la Historia. Ni siquiera el siempre enfadado Hitler protestó cuando la Unión Soviética le dio un giro a la Segunda Guerra Mundial y derrotó al nazismo en Stalingrado. Adolf, aquel tipo rubio, atlético, de metro noventa y fenotipo ario, se encogió de hombros y aceptó que aquella derrota era un nuevo capítulo que tocaba aceptar, aunque lo llevase de cabeza al capítulo final: pegarse un tiro en su ario bigotillo.

Nadie intenta borrar ni reescribir nada en la España de hoy porque la Historia no funciona como la derecha denuncia, pero tampoco funciona como la derecha querría. No se puede elegir a la carta un momento concreto de la Historia que a uno le resulte confortable y pretender que todos los demás queden atados en ese instante, encerrados en un paréntesis en el que nadie recuerde qué sucedió en el pasado y nadie haga nada para repararlo en el futuro. La Historia no es ni será nunca esa foto fija que la derecha española pretende de manera infantil en cada telediario, sino una película que va incorporando nuevas escenas. Y la escena de los restos de Queipo de Llano siendo desalojados de la basílica de la Macarena pasa ya a formar parte de la Historia, les guste o no. La historia de un psicópata sanguinario que acabó con las vidas de miles de andaluces y al que el tiempo acabó poniendo –demasiado tarde– en su lugar como el asesino que fue. Su desalojo no reescribe nada. Su desalojo por parte de la democracia es un hecho histórico que nadie podrá borrar.

Cuando la derecha española habla de borrado de la Historia olvida el funcionamiento de esta disciplina, pero olvida también que el callejero repleto de nombres franquistas no estuvo ahí siempre. Que esas calles y plazas que homenajeaban a los militares golpistas y a los millonarios que los financiaron antes tuvieron otros nombres y las estatuas otros significados. Hasta que ellos llegaron arrasando con la Historia anterior. Olvida la derecha española que el estado natural de las cosas no es estar rodeado de franquismo simbólico, que todo eso es un invento de hace un cuarto de hora y que en un cuarto de hora acabará siendo sustituido por otra cosa de manera natural. Cuando la derecha española denuncia el borrado de la historia, debería ser sincera y ampliar el concepto para que podamos, al menos, entender de qué hablan: nos jode el borrado de nuestra historia.

No defendemos la memoria del franquismo, sino la convivencia democrática, argumentan siempre quienes quieren que nada se toque, pero al mismo tiempo ser considerados demócratas. Pero el argumento, como el del borrado de la Historia, hace aguas. Sería creíble lo de la convivencia si estuviésemos acostumbrados a ver a los líderes de la derecha española acompañando a quienes quieren darle una sepultura digna a sus asesinados durante la represión de la dictadura. Pero esto no sucede. Así que toca aclararse, porque no se puede ser demócrata y amenazar con dejar de respirar cuando se aparta simbología de un régimen que no lo fue. No se defiende la convivencia llamando mal español a quien quiere enterrar a sus muertos ni guerracivilista a quien no quiere homenajes a asesinos en sus calles. El franquismo llegó arrasando en la imposición de símbolos. La democracia se lo está tomando con mucha calma. Demasiada. Consuélense con esto quienes aún no saben de qué lado están. Y aprendan Historia. Que lo último que escucharon los restos de Queipo mientras eran desalojados del lugar que eligió para pasar la eternidad fuese el grito de una vecina que bajó a la calle para reivindicar la memoria de sus víctimas es una buena muestra de que la Historia nunca está cerrada.

CTXT   DdA, XVIII/5.301

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