Félix Población
Confieso, a pesar de pertenecer a su generación, no haber tenido nunca mayor simpatía personal por este popular cantautor, aun considerando que algunas de sus canciones fueron y siguen siendo muy resultonas de letra y música. Como tantos otros, Joaquín Sabina tuvo su tiempo y quedará sin duda como uno de los cantautores de aquella España transicional en la que se gestaron más ilusiones vanas que otra cosa.
Como le ocurrió a otros de sus colegas, que todavía andan por los platós de televisión y los auditorios con la voz sensiblemente decrecida, tampoco Sabina ha sabido retirarse a tiempo y ser consciente de que hace ya bastantes años que no es el que era encima de un escenario. En eso se parecen a aquellas folclóricas del tiempo de nuestros padres. Ahora, además, este Sabina se ha permitido una confesión que tampoco responde a lo que fue, porque el izquierdismo de este cantautor andaluz no pasó nunca de apoyar en alguna esporádica ocasión al Partido Socialista.
En el documental* sobre Sabina realizado por Fernando León de Aranoa, argumenta el protagonista que si ya no es “tan de izquierdas” es “porque tengo ojos, oídos y cabeza para ver las cosas que están pasando. Y es muy triste”. Lo más triste de todo, y que no creo que conste en la peli de Aranoa, es que Joaquín Sabina deberá pagar dos millones y medio de euros a la Hacienda Pública, tras desestimar la Audiencia Nacional su recurso contra la sanción impuesta por la Agencia Tributaria por las actividades del artista y sus sociedades en los ejercicios 2008, 2009 y 2010.
La Audiencia ratificó así decisión tomada por el Tribunal Económico
Administrativo de Madrid, que estimó que Sabina había utilizado tres
sociedades, ‘Ultramarinos finos’, ‘Relatores’ y ‘El pan de mis niñas’ para
gestionar un velero, libros antiguos, dos inmuebles en Madrid y uno en Rota y,
sobre todo, sus derechos de autor. Muy triste.
*Escribo lo escrito porque hoy es el día anunciado para el estreno de esta película en los cines del país.
DdA, XVIII/5.310
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