sábado, 15 de octubre de 2022

LA SANTA SEDE RECOGE INTOLERANCIA EN ESPAÑA PORQUE LA SEMBRÓ


David M. Rivas

La política reformista que Francisco intenta llevar a cabo choca frontalmente con la Iglesia más atrasada, integrista y ligada a la oligarquía de toda Europa, que es la española. Algunos autores nos hablaron de la "justicia poética", la mayoría simplemente de la "justicia", y los de andar por casa nos remitimos al acervo popular: "quien siembra vientos recoge tempestades". La Santa Sede y el Sumo Pontífice recogen intolerancia porque en España sembraron intolerancia y crimen. La postura de la Iglesia española es la lógica. Su génesis desde el inicio de la "modernidad" es la que es. No nos remontemos a los siglos XV-XIX, cuatro siglos, cuando la Inquisición era un gran y tétrico poder, y lo fue nada menos que hasta 1834. Aún así, siguió después la Iglesia alentando golpes militares y guerras civiles, hasta que, por fín, ganó la última, en 1939. El papa, Pío XII, declaró aquello como "cruzada", proclamó a Franco como "gran protector de la fe", le permitió hasta nombrar obispos y entrar bajo palio en los templos, como los emperadores del sacro imperio. Podía el dictador llevarse a casa las reliquias más preciadas y empuñar símbolos que, como la asturiana Cruz de la Victoria, nunca tocaron los monarcas leoneses, ni los castellanos, ni los trastamaras, ni los austrias, ni los bonapartes, ni los saboyas, ni los borbones. Era "caudillo por la gracia de Dios", título que gustaba a Pío XII, el papa nazi. A cambio, la Iglesia consiguió el monopolio de la educación, especialmente la de las castas del régimen, un poder económico impensable en la Europa de entonces, un enriquecimiento obsceno... Incluso los obispos tenían representación en el poder legislativo del partido único. La cosa llegó hasta la democracia. El PSOE quedó encantado con el concordato y pactó la educación con el integrista polaco que destrozó lo poco que los católicos ajenos a la corrupción teológico-económica habían construido. Y el PP, en otra vuelta de tuerca, permitió que cualquier espacio, edificio, propiedad, que fuera comunal, pasara a ser de la Iglesia con sólo la firma del obispo, elevado a notario y fedatario público. Francisco poco tiene que hacer en España porque la Iglesia española es, en su propio código, "imperdonable", porque ni pidió perdón, ni hizo acto de contrición, ni tiene propósito de la enmienda. Y si es imperdonable según su doctrina, ¿qué diremos los que no la compartimos? Pues la cosa diera en lo que dio: la "católica España" es hoy la sociedad más alejada del altar de todo el mundo occidental. Puede que a Jesucristo le hiciera gracia el asunto, porque muy "clerical" no parecía ser.

DdA, XVIII/5.287

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