Félix Población
Ayer se proyectó en la Semana
Internacional de Cine (SEMINCI) que como cada otoño se celebra en Valladolid, y
que cuenta cada año con un mayor prestigio, Donde acaba la memoria, un film
documental de Pablo Romero Fresco que tiene por protagonista a Ian Gibson.
La idea y realización de esta película es
algo que Gibson se ha ganado con creces y que incluso llega más tarde de lo que el
hispanista irlandés merece. Arraigado en este país desde hace medio siglo, su
admiración por poetas como García Lorca y Antonio Machado, o por Luis Buñel y
Salvador Dalí, a los que ha estudiado muy a fondo, encontrarán en este film
reflejo, con la plasmación de los escenarios por donde discurrieron sus vidas y
algunas de sus obras, como el film del cineasta aragonés en Las Hurdes (Tierra
de desheredados).
El film de Pablo Romero se inicia en el
Valle de Cuelgamuros, antes Valle de los Caídos, y concluye en Granada, tierra
natal de Federico García Lorca, en la que uno de los más importantes poetas de
la lengua española fue asesinado. El comienzo de la película ha dado lugar a
que hoy haya sido noticia algo que muchos españoles y no pocos cristianos tienen
tan claro como Gibson: en la resignificación de ese lugar como consecuencia de
la reciente y nueva Ley de Memoria Democrática, la gran cruz debería ser
derribada.
Esa cruz no es el símbolo de la iglesia
fundada por Jesucrito, sino la cruz de la institución que otorgó al dictador el
título de caudillo por la gracia de Dios, dio a la atroz represión franquista
carácter de cruzada y se pasó toda la dictadura tributándole palios y preces en su
honor.
Estoy con Gibson en que con la permanencia
de esa gran cruz en el Valle de Cuelgamuros no habrá resignificación posible y,
además de seguir siendo un lugar siniestro y tétrico, será también una ofensa
para los cristianos del mundo que comulgan con el mensaje evangélico de Cristo. Me gustaría saber la opinión del Papa Francisco al respecto, una pregunta que a Évole se le olvidó cuando lo entrevistó con singular mansedumbre en El Vaticano.
DdA, XVIII/5.296
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