martes, 4 de octubre de 2022

FÉLIX ALBERDI, FELICHU, UNO DE LOS IMPRESCINDIBLES



Alberto Alonso

Ayer, ya casi de noche, me dijo Amalia, mi mujer, que vio aquí, en Facebook, que había muerto Felichu.
Conocí a Félix Alberdi, Felichu, a principios de 1969 en la cárcel de Oviedo, a donde nos había llevado la represión franquista con el Estado de Excepción declarado en enero de ese año para toda España, que aquí en Asturias supuso un durísimo golpe para el PC, que culminó con la detención de Inguanzo,“El Paisano" en el mes de mayo, lo que nos produjo una muy desfavorable impresión a todos los que estábamos allí como presos políticos cuando llegó a hacernos compañía en la referida cárcel.
Felichu ya había venido con el diminutivo cuando llegó a Asturias procedente de Guipúzcoa junto con su madre y hermanos, que fueron deportados tras la detención de su padre al principio de la Guerra Civil. Fue conocido como Felichu desde niño y siguió siéndolo en su larga vida entregada a la lucha contra la dictadura, por la mejora de las condiciones de trabajo y, en general, por la defensa de los derechos y aspiraciones más elementales. Su inquebrantable conciencia de clase, su valentía y su capacidad de entrega le llevaron a padecer una insistente persecución laboral y política plagada de sanciones, despidos y cárcel. Era Felichu uno de los imprescindibles, a quien se encontraba siempre dispuesto cuando se trataba de defender una causa justa.
No nos veíamos con frecuencia, pero por eso no dejamos de considerarnos amigos. La última vez que estuvimos juntos fue en el homenaje a Fausto (la foto que publico corresponde a ese día), la anterior en una manifestación el Primero de Mayo En Mieres, y otra, bastan más atrás, cuando le dieron la medalla del mérito al trabajo, en todos estos casos estaba Felichu acompañado de Marujina, su inseparable mujer, a quien, y a los demás familiares y multitud de amigos, doy mi más sentido pésame por la pérdida de tan valiosa y valiente persona.
Recuerdo dos anécdotas relacionadas con Felichu, una, que nos contaba en la cárcel que cuando fue deportado tras la huelga de 1962, confinándolo en Piedrahita de Barco, llevaba un billete de mil pesetas para hacer frente a las difíciles circunstancias en las que se habría de desenvolver allí, pero cuando intentó hacer pagos con él resultó que nadie se lo aceptó porque decían que no tenían cambio pare devolverle, y tuvo que ir la Guardia Civil a cambiarlo a Ávila por billetes más pequeños. La otra es que cuando estábamos en la cárcel en 1969, después de una huelga de hambre en protesta por el estado en que llegaban los detenidos los tras los crueles “hábiles interrogatorios” de la policía franquista, fuimos sancionados y nos mantuvieron, creo que fueron 21 días, sin salir de la celda, y con muchas otras restricciones como la de no poder disponer de libros. Como yo estaba matriculado en Derecho pude conseguir que me autorizaran a tener mis libros de texto, entre ellos uno de Derecho Romano, que puede pasar a Felichu con la colaboración de un preso no político. Pues bien, cuando terminó el castigo y nos pudimos ver de nuevo todos en el patio, andaba Felichu a vueltas con Justiniano, diciendo que menudo rollo era el libro que le había pasado.
Adiós, amigo Felichu, te vas después de haberlo entregado todo por una causa justa, o mejor, por muchas causas justas, nos queda tu recuerdo, nos debe guiar tu ejemplo y todos te debemos estar muy agradecidos.

DdA, XVIII/5.279

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