jueves, 13 de octubre de 2022

COVID: ¿HUBO TAMBIÉN MEDICINA DE GUERRA CON LOS ENFERMOS MENTALES?



Carmen Ordóñez

Ahora que estamos empezando a saber del funcionamiento de las residencias de ancianos, públicas y privadas, cuando nos estalló en la cara el covid19, cabe preguntarse cómo se vivió la epidemia en otros centros donde las personas se veían obligadas a mantener una estrecha convivencia.

¿Qué pasó en los CIEs? ¿Y en las cárceles? ¿Cómo se gestionó la pandemia en lugares como los centros psiquiátricos? La sospecha es que se siguió el mismo protocolo que en las residencias de ancianos, y también se aplicaron las normas de la medicina de guerra, evaluando las prioridades de atención en función de las posibilidades de supervivencia y de acuerdo con los recursos disponibles.

Lo que resulta siniestro respecto a los pacientes psiquiátricos es que en su caso parece como si los niveles de selección no se ciñeran tanto a su particular estado de salud sino a una percepción más que dudosa del rango que ocupan en la valoración social.  Por resumirlo en una afirmación brutal: ni los delincuentes, ya sean adultos o menores, ni los benditos locos ni, por supuesto, los ancianos resultan útiles y por lo tanto son un estorbo. Y perdone el lector por la brutalidad de esta afirmación pero el propio término disfuncional así lo indica, porque cuando algo no funciona, lo desechas.

El siguiente diálogo tuvo lugar el 8 de abril de 2020. Se trata de una conversación telefónica, no podía ser de otro modo en aquellos momentos, entre una madre y su hija, y transcribe de manera bastante fidedigna la situación vital y familiar de muchos enfermos mentales:

- Lo que no alcanzo a entender, mamá, es cómo no he sabido de la existencia de esa tal Mari Luz hasta ahora que se ha muerto ¿Por qué nadie me habló de ella? ¿Es que la tenían escondida, como se hacía antes con las personas disfuncionales?

- Pues no lo sé, hija. Era prima de tu padre y yo nunca la vi aunque me hablaron alguna vez de ella. Y sí, es cierto que hasta hace muy poco tiempo estas enfermedades se escondían.

- Pues mira tú, a mí me habría gustado conocerla.

- No se relacionaba con nadie. Sus propios padres, sobre todo la madre, fueron en buena medida responsables de su disfuncionalidad. Decían que la niña había salido así por culpa de la endogamia familiar pero eso es una soberana estupidez. Sus padres tenían cierta consanguinidad: eran primos segundos pero tampoco creo yo que eso sea para tanto.

- ¿Y qué más sabes de ella?

- Pues poco, a decir verdad. Sé que la criaron en una burbuja y de ahí que pareciera aún más tonta.

- ¡¡Mamáa!!

- Sí, hija, sí: era tonta porque le consentían todo y querían que fuera eternamente una niña. Tuvo una vida muy perra, la verdad sea dicha. Se empeñó en casarse -una huida hacia adelante, imagino- con un viudo que ya tenía dos hijos y la cosa fue mal, muy mal, con violencia y todo. Hasta que se quedó embarazada y volvió con sus padres.

- O sea que, lo mires como lo mires, era una víctima más del patriarcado.

- Si quieres verlo así. Tú misma.

- Pero tuvo un hijo ¿no?

- Una hija. Debe tener tu misma edad pero no sé ni cómo ni dónde se crió. Supongo que al principio estaría con su madre en casa de los abuelos y después, cuando éstos murieron, volvería con el padre, porque entonces a Mari Luz la ingresaron en Ciempozuelos, en lo que fue el manicomio de toda la vida, que ahora lo llevan unas monjas -Hospitalarias, las llaman- y tienen otros centros por ahí. Una tristeza, hija mía.

- Tampoco me entra en la cabeza que nadie, excepto la tía Celia, se haya ocupado de ella.

- Aunque te parezca mentira, nadie quiso presentarse ante el juez para hacerse cargo de la tutela.

- ¿Y la hija? ¿No era ya mayor?

- Su hija ni siquiera ha ido a verla en todo el tiempo que ha estado internada.

- No puedo creerlo. Y claro, Celia estará muy afectada.

- Pues ya te lo puedes imaginar. Desde que esto empezó, ella ha estado llamando al psiquiátrico todos los días y cada vez que le cogían el teléfono las monjitas, cada día una distinta, le daban datos contradictorios: “Hoy tiene fiebre”. “Hoy está bien”… Siempre asegurándole que tenían todo bajo control hasta que el otro día la llamaron para decirle que estaba grave y la llevaban al hospital.

- Bueno, a los ancianos de las residencias ni siquiera les llevan al hospital.

- Sí, pero la llevaron al hospital a morir, no a salvarle la vida. Celia removió Roma con Santiago hasta hablar con el médico y éste le dijo que, dadas sus especiales características, era desaconsejable intentar la intubación, que no iba a superar el trance y todo lo que este virus trae consigo; que iba a sufrir mucho y no estaba preparada para ello. Así que, cuando la ingresaron ya fue directamente a paliativos.

- Y Celia, claro, atada de pies y manos. Sin poder ir siquiera a darle un abrazo.

- Pues sí, hija. Así es como está muriendo la gente ahora. Asustados, luchando por respirar y sin un abrazo siquiera.

     DdA, XVIII/5.285     

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