Alicia Población Brel
En 2023 se cumplirán 110 años desde que la primera mujer
obtuviera el prestigioso Premio Roma de composición otorgado por el
Conservatorio de París. Esa mujer fue una jovencísima Lili Boulanger, que con 21 años, era galardonada en
1913 por su obra Faust et Helene.
Algunos años más tarde, en 1917, y poco antes de su muerte, escribió D’un matin du Printemps, una
obra de carácter brillante y luminoso que, originalmente, se publicaba en
versión para violín y piano.
Con
esta obra, pero en su versión orquestada, completada en enero de 1918, meses
antes del fallecimiento de su autora, comenzaba el concierto del pasado sábado
8 de Octubre en la sala sinfónica del Auditorio Nacional. Esta pequeña perla, quizá
demasiado breve para todo el material que contiene, abría boca con su
influencia claramente debussyana y su modalidad insistentemente presente
durante los cinco minutos que duraba. La Orquesta Nacional de España demostraba a partes iguales la fuerza
de un tutti muy nutrido y la delicadeza de unos solistas precisos, un todo
guiado por las manos del director granadino Pablo Heras Casado.
Tras
Boulanger salió a escena el pianista ruso Daniil Trifonov, que interpretaría el Concierto para piano y orquesta del
compositor estadounidense Mason Bates, una obra escrita durante la pandemia y
que se estrenaba mundialmente en enero de este año 2022 por la Orquesta de
Filadelfia.
Mason
Bates ha pasado a ser uno de los compositores más programados en las salas de
concierto estadounidenses. El concierto que escuchamos estaba dedicado al
pianista que lo interpretó y que lo hizo con una precisión propia de quien ha
interiorizado la obra hasta hacerla suya. La cuerda empezaba con unos
pizzicatos en posición de guitarra mientras en la sección de percusión de
escuchaban acentos con los rods en el aro de la caja. Trifonov se arqueaba
sobre el piano en los pianísimos como si fuera a sumergirse en las teclas. Al
fondo sonaba un framedrum, un tipo de pandero, que nos traía una sonoridad poco
habitual, cercana a las músicas folklóricas. La faceta de DJ del compositor
americano se dejaba escuchar en el minimalismo del compás en siete por ocho que
Heras Casado marcó a la orquesta con una determinación metronómica durante todo
el primer movimiento.
Una
cascada percusiva, sin huecos, que asemejaba el fluir del agua, nos llevaba a
la delicadeza del segundo movimiento. El último atril de violines primeros y el
último de violas, sostenían una nota en pianísimo mientras el pianista
encontraba uno de los pocos huecos de la obra donde tenía completo
protagonismo. La orquesta se convirtió en una especie de bosque que contestaba
las intervenciones del solista desde diferentes texturas, como si nos dejara
asistir a la conversación entre el hombre y la naturaleza.
La
obra nos contaba una historia, nos llevaba a lugares, realmente no existía un
podio para el pianista, sino que más bien se complementaban las
interpretaciones del solo y el tutti sin que el protagonismo se instalara en
ninguna de las partes. Se apreciaron algunos patrones rítmicos típicos de la
música electrónica que, si bien se escucharían en este estilo interpretados en
una batería, aquí se percibían a través de una sección de percusión ajustada al
milímetro que nos hacía pensar que una sola persona se encargaba de manejar el
set completo. Durante toda la pieza se escucharon igualmente alusiones a obras
de Stravinsky, especialmente en lo referente a cambios de compás y modalidad.
La composición dejaba lejos a la música que se escucha más a menudo en las
salas de concierto, y que está ciertamente distanciada de la realidad musical
que ocupa nuestro tiempo. Bates fue capaz de unificar el sinfonismo clásico con
el minimalismo y los sonidos propios de la tecnología, dándonos un toque de
modernidad real entre tanto conservadurismo.
Una
de las obras cumbres del compositor Ígor Stravinsky protagonizó toda la segunda
parte del concierto. Aunque bien es cierto que La consagración de la primavera no tuvo uno de sus mejores
comienzos. El sólo que inauguraba la pieza no estuvo todo lo preciso que
debiera y, quizá ese mal inicio, hizo que la desconcentración se sembrara en la
orquesta para lo venidero. La cuerda destacó por la precisión de los tuttis y
la fuerza que, irremediablemente, proyectaba una plantilla como la que se
disponía en el escenario. De igual manera fueron destacables las intervenciones
del viento metal, especialmente las trompetas, con sus triples picados que no
daban cabida al fallo. Sin embargo la sección de viento madera estuvo inexacta
con ciertos problemas de afinación en puntos concretos y dificultades para
seguir los momentos en los que Heras Casado, pedía un poco más de tempo.
En
definitiva el concierto se disfrutó a pleno aplauso en la primer parte, dejando
muy buen sabor de boca y unas expectativas que quedaron algo truncadas por una
segunda parte que se quedó en medias tintas.
RITMO DdA, XVIII/5.283
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