Valentín Martín
Estuvo muy caluroso el espíritu de la tierra. Fue en la plaza mayor, donde los ojos de los vecinos no interrogan sino que comparten. Allí Gabriel Calvo y La Fabulosa Retahíla ( se me hizo rara la pena ausente de Jorge Navarro) hicieron la noche muy habladora y muy amante. Y es que pusieron a caminar a la tradición con muchas complicidades. La tradición no se para y se queda quieta, hay que buscar su vocación andariega, como hicieron antes tantos. Así, en la noche abierta de Agosto me fui acordando del maestro Ismael Peña Poza a quien los viejos poetas amamos como se ama una corona de luz de la Naturaleza. Ismael Peña Poza sigue sumido en curiosidades activas, como Gabriel Calvo y su afán de darle barniz a lo eterno, respetando la pureza. Ay, Ismael, tan madrugador, que me acuerdo de un amigo muerto y te ofrezco la precisión de un abrazo por esa música que pusiste a las soleares de Manuel Alcántara -la devoción de Concha Vacas- sensibilidad y divisa a la hora de decir la poesía. "Cuando termine la muerte/si dicen a levantarse/ a mí que no me despierten", escribió mi amigo Manuel, y tú lo cantaste. Porque la tradición no tiene rejas sino llamadas a una voz propia después del esfuerzo, que el talento se le supone.
Esa misma voz de Gabriel Calvo y la jota macoterana recogida en su álbum " Canciones populares de Salamanca" se amalgaman como la misma sangre en distintas arterias.
Macotera, pueblo de tratantes, posiblemente de albarderos como la vecina Anaya de Alba, o carreteros "esta noche ha llovido mañana hay barro". En Guijuelo estaban los mejores carreteros, antes de las máquinas y los jamones. Macotera cambia la cara pero no la costumbre de mirarse al espejo de antes.
Al hilo de Gabriel Calvo y La Fabulosa Retahíla me fueron asaltando nombres que estuvieron viviendo mi vida o la nutrieron. Allí estaban Nino Sánchez ( cuando todos teníamos 20 años) que se nos fue por sorpresa cuando en Galileo le esperábamos para darle las gracias y el honor que se había ganado, Ángel Carril, Eusebio y su Mayalde, y también Joaquín Díaz ( con quien Gabriel Calvo editó "Trovadores y Juglares", una obra imprescindible que yo le recomendé a mi hermano Félix Maraña quien ya se olía algo de los dos), Luis Díaz Viana, y todos los que metieron el hocico en la cultura tradicional de nuestra tierra. Porque en la tradición y en la música popular no vale copiar y pegar, hay que ir a las raíces, beberse su nacimiento hasta aprender a qué sabe, incorporar motivos y porqués como han hecho los mentados o La Argentinita y García Lorca desde aquel piano que en las noches dulces me llama y yo contesto en la Residencia de Estudiantes. Las versiones de " Los mozos de Monleón" aunque las cante Teresa Berganza o Ana Belén son otra cosa.
Esta noche Gabriel Calvo ha aparcado su obra definitiva, la vigente culminación de un maestro que no cesa como el rayo de Miguel. Lorca ha quedado a la espera de un recorrido imparable, y se ha entregado con La Fabulosa Retahíla a la seducción de la plaza de Macotera.
Lorca es un punto y aparte en la vida de Gabriel y su rastro recogido por este hijo de Monforte de la Sierra, un pistoletazo en la mirada de todos. Ya nada será igual después de FOLKLORQUIANDO. Porque detrás de esta conquista hay muchas batallas personales que Gabriel ha ido ganando con tiempo y esfuerzo. Así nos ha entregado una creación artística donde renace el manantial de los orígenes y confirma que la música, la poesía, el baile, y hasta el teatro nacieron juntos como Gabriel Calvo nos recuerda y nos propone.
Posiblemente haya pronto un libro mío que recoge en un capítulo un resumen de la historia de la música tradicional salmantina. Aclaro que eso de debe sobre todo a la aportación de quien se ha pasado la vida estudiando, buscando, indagando. Sin tanto esfuerzo no habría sido posible.
La Fabulosa Retahíla sigue contando con Alfredo y David. Y ha incorporado el laúd de Víctor en lugar de Jorge Navarro, ese dolor. Porque si hay una batería tendría que ser única como la hija de la fantasía inaudita de Jorge. Y eso no es posible.
Gabriel Calvo estuvo seductor y didáctico y más artista que nunca. Hijo de la inspiración y de tantos años de trabajo, fue desgranando su liturgia de la música tradicional, la que aprendió desde que en 1989 empezó a caminar la cultura hasta hoy que ya ha crecido más y se ha convertido en un creador imprescindible. Por el camino van quedando actuaciones como la de hoy donde un pueblo entero se rinde, 29 grabaciones solo o con los mejores ( hasta un premio Óscar tuvo por compañero), y una urdimbre didáctica por la que sabemos que Los ojos de mi charra es una canción nacida en Argentina de la inspiración de Carlos González y de Ramón Zarzoso, autor también de La Dolores, a la sombra de la emigración. O que el pasodoble fusionado con el ritmo charro es contemporáneo de los Reyes Católicos, o ese ritual que lleva de la jota al baile agarrao donde relucen el bolero, el tango y el chachachá. Hubo duelo de dulzainas a cargo del zamorano Alfredo y del macoterano Víctor con una jota de Salmoral, o de la dulzaina de Alfredo y el acordeón del brillante David. Y hubo la feliz ocasión de que Gabriel Calvo interpretase su propia canción Lunes de Aguas ( Gabriel la compuso en 2002) que supo a gloria. Federico García Lorca estuvo muy presente a lo largo de la noche, y se significó mucho en el recuerdo de Doña Rosita, porque este prodigioso Gabriel Calvo encuentra los orígenes de cada canción allí donde justamente están. También queda en la memoria ese duelo de pícaros a cargo de Gabriel y Alfredo, y la historia de Mané el más pobre de Mogarraz que quiso ser torero y pasó lo que pasó.
Cuando abandoné Macotera me acordé de un macoterano amigo: Pedro Cuesta, desaparecido en combate recientemente. Pedro, periodista y hortelano. Y con un dominio abrumador de la escena apoyándose en su gran sentido del humor. De un amigo común decía que no le gustaban las mujeres, salvo las casadas. Verdad o mentira, al amigo al oír esto le subía el rubor y sudaba. No sé hasta cuando escribió este macoterano, pero sí que murió cavando su huerto en el Sur de Madrid hasta el último aliento. Y en el hueco del aire de su pueblo está.
Macotera musical, un paso más en el verano de los sueños cumplidos.
DdA, XVIII/5.243
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