viernes, 12 de agosto de 2022

A QUIÉN BENEFICIA LA CRISIS DEL GAS

 


Vicente Bernaldo de Quirós

El conflicto de Ucrania se puede sintetizar más o menos así: Rusia invade el país para evitar bases de la OTAN al lado de sus fronteras; Estados Unidos sanciona a Rusia por la invasión y Europa, especialmente, Alemania, sufre las consecuencias, hasta el punto de que bordea la recesión, meses después solamente de que encabezara el ránking continental de las naciones con mayor índice de crecimiento económico.

La revista mensual 'Le Monde Diplomatique', en su número del pasado mes de julio encabeza su portada con el reportaje "A quién beneficia la crisis del gas", que debería ser de lectura obligatoria para los que quieran conocer más de las consecuencias de las sanciones a Moscú y de las consecuencias de este tipo de castigos que, según parece, no le hacen demasiada mella a los rusos, Estados Unidos, y especialmente sus gasísticas, están haciendo su agosto porque tienen vía libre para cobrar el precio del producto como les sale de la entrepeierna al mercado y Europa padece las consecuencias de una decisión poco medida, por la OTAN, aunque a lo mejor la Alianza Atlántica era lo que quería.
En el citado artículo al que hago referencia, se pone de manifiesto, algo que la comunidad internacional ya sabía, o al menos, sospechaba: que Rusia ha vendido a China y a Asia, y en menor medida a Africa, la mayor parte del gas y del petróleo destinado a Europa. Incluso un país tal aliadófilo como Japón, está colaborando con las autoridades moscovitas en la consecución de gas en sus costas.
En cambio, las naciones más cercanas a Rusia que siguen los dictados de la OTAN se están quedando sin gas, no solo porque incide el efecto de las sanciones, sino porque rechazan pagarlo en rublos, la moneda oficial rusa. Por si fuera poco Gazprom, la empresa gasística bandera de Rusia le ha cortado el gas a varias naciones que sufren los efectos de la situación, pero que si la situación se estanca y la guerra dura hasta el invierno, van a pasar más frío que las tropas de la División Azul en la batalla de Stalingrado.
Luego está la variante alemana. A pesar de tener dos gasocuctos que les podrían llevar la energía directamente de Rusia, sin pasar por Ucrania, se ha sacrificado en aras de la unidad europea y corre el riesgo de sufrir un incremento de su coste de vida absolutamente desproporcionado, lo que ha provocado varios enfrentamientos en el seno del Gobierno tripartito germano y un cabreo generalizado entre la población.
Es curioso que el ministro de Economías y Clima de Alemania, Robert Habeck, que pertenece al partido de Los Verdes es el más furibundo partidario del mantenimiento de las sanciones, aunque le cueste un riñón a Alemania. Se da la circunstancia de que esta organización que en su día era la cara visible de la lucha a favor del medioambiente, ha evolucionado desde los tiempos en los que Joschka Fisher fue ministro de Asuntos Exteriores, hacia posiciones tan atlantistas, que sus actuaciones suponen un paso atrás cualitativo en la batalla contra el cambio climático. Ay, si Petra Kelly, ecologista de primera hora, levantara la cabeza y saliera de su ataúd...
Nadie en Alemania, ni siquiera en Europa da un duro por la supervivencia del crecimiento alemán. Por esa razón, el responsable de la Política Exterior de la UE, el español, Josep Borrell, insultando la inteligencia de los países de la zona, incluso la suya propia, está planteando que el resto de naciones de la Unión sean solidarias con Alemania y aporten más por el precio del gas. No parece que la trayectoria política del que fuera líder posfelipista vaya a jalonarse con un éxito de envergadura, sino que, muy al contrario, va a estrellarse con su soberbia.
Y, por supuesto, a Estados Unidos, que ve los todos desde la barrera, el decrecimiento alemán le importa un rábano, mientras que sus transnacionales gasísticas y petroleras sigan recaudando dinero como churros y el resto del mundo se mesa los cabellos ante tan poco y prometedor futuro que les epera. Lo que sucede es que, a lo mejor, si los germanos reaccionas, la guerra de Ucrania va a terminar mucho antes de que los yanquis quieran. Perro, amiguinos, Angela Merkel está ya jubilada y el supuesto socialdemócrata Otto Scholz no vale ni para alcalde de Coaña.

DdA, XVIII/5.243

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